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Viernes, 17 de diciembre de 2010

MEMORIA

Lesa humanidad

Silvia Suppo fue asesinada a puñaladas el 29 de marzo en su negocio de Rafaela. En esa su ciudad natal había sido secuestrada treinta y dos años antes, y luego torturada y violada incontables veces, obligada a abortar, detenida durante 18 meses. Sobreviviente de ese calvario, poco antes de su muerte fue una testigo clave en el juicio oral contra el ex juez federal Víctor Brusa y otros cinco represores, pero la Justicia provincial se negó a tratar el caso como un crimen político y se intentó cerrar la causa como un asesinato en el medio de un robo. Se plantaron pruebas, se señaló a asesinos que se contradicen y se intentó cerrar la causa. Ahora, la Cámara de Rafaela decidió elevar el expediente a la Justicia federal, habilitando a que el crimen sea tratado como un hecho de lesa humanidad.

 Por Dahiana Belfiori *

Silvia Suppo tenía 18 años cuando fue secuestrada, el 24 de mayo de 1977. Su pareja, Reinaldo Hattemmer, había sido secuestrado unos meses antes y hoy sigue desaparecido. Eran montoneros, se amaban e imaginaron un futuro juntos en ese mundo posible que pensaron desde la militancia. Tres décadas después y sentada frente a quienes participaron de sus torturas, Silvia denunció con nombre y apellido a quienes participaron de su secuestro, señaló a la policía y a represores de Santa Fe. La detención de Silvia había sido junto a su hermano, Hugo Suppo, y junto a Jorge Destéfani, compañero y años después su pareja (y padre de sus hijos), y se produjo con la participación de la policía local, que estuvo en función hasta hace poco.

Ocho meses después del asesinato de su madre, Andrés Destéfani encuentra muchos puntos en común con la desaparición de Julio López. “Los dos son testigos en causas de lesa humanidad y tanto con la desaparición de López como con el asesinato de Silvia lo que se juega es el deseo de los represores de garantizar su propia impunidad. Aquí no sólo se frenaron causas concretas contra represores, el asesinato y la desaparición actuaron de modo tal que generan miedo para que no se avance en otras causas. Las motivaciones y las consecuencias de los dos hechos para mí son políticas”, explicó.

Hoy, gracias al trabajo y la insistencia de Andrés y su hermana Marina, la causa fue elevada al fuero federal. La apelación se debe principalmente a la declaración del testigo de identidad reservada que vincula el asesinato de Silvia Suppo con represores de la última dictadura militar y las características de la víctima. “Con esta decisión, la Cámara de Rafaela actuó con la responsabilidad que veníamos exigiendo, para garantizarnos a los familiares, al resto de la sociedad y a todos los y las testigos que están en situaciones similares a las que estaba Silvia, que se investigue para terminar con la impunidad.” En este sentido, la decisión de la cámara rafaelina promueve que la causa sea tratada como un hecho de lesa humanidad y no como un delito penal común, como se lo procesaba hasta el momento.

Para el juez Mognaschi, la muerte de Silvia fue un asesinato en ocasión de robo. Las pruebas incluían las autoimplicaciones de los supuestos asesinos, quienes dicen haber cometido el crimen, pero que dejan lugar a muchísimas dudas y que manifiestan sobradas contradicciones e imprecisiones en sus declaraciones. Entre ellas, y la más llamativa y poco creíble, es que los cuchillos hallados con los que se practicaron las nueve puñaladas que tenía el cuerpo no tenían rastros de sangre. Según declaraciones de los imputados, el ataque –que implicaría un forcejeo– se produjo en la parte delantera del negocio (cosa que se contradice con lo hallado en las autopsias, en las que no se evidencian signos de resistencia) y que luego Silvia es arrastrada doce metros hacia el fondo del local. Es inverosímil que en todo ese trayecto no existan rastros de sangre y que Silvia haya conservado en su lugar los anteojos que usaba habitualmente.

Para Andrés está claro que la Justicia, la policía y los demás sectores de poder funcionan de manera casi corporativa en ciudades relativamente chicas como Rafaela, y es difícil que no haya demasiados lazos entre ellos, están muy vinculados entre sí. “A lo que se abocó el juez es a apilar hojas en el expediente, pero a hacer muy poco, mal e incompleto. Esto se demuestra claramente en el tratamiento que se dio sobre el testigo de identidad reservada, en que se intentó más revelar su identidad que corroborar sus dichos, comprometiendo así la seguridad del propio testigo y de nosotros los querellantes”, explicó.

Andrés recuerda a su madre en la lucha, en la valentía de enfrentar la vida todos los días, en el no olvidarse de sus compañeros. Pero sobre todo la recuerda en las pequeñas cosas de la vida cotidiana en las que ella demostraba su entereza, su fuerza y su alegría. “Ella me trasmitió que lo que hiciera lo hiciera con pasión, entregado de lleno a los proyectos que me interesan.”

“Estas situaciones límite a uno le marcan un camino y una responsabilidad, y en ese sentido uno empieza a ver la importancia de tratar de transformar la realidad. Creemos con mi hermana que la mejor manera de hacerlo es a través de la militancia, de la participación, del activismo y tuvimos la suerte de que se conformó un espacio ante este hecho que movilizó espontáneamente a familiares y compañeras y compañeros más cercanos y que luego fue acercando más agrupaciones de Rafaela. Siento que ante este hecho doloroso hay una lucha en la que uno toma la posta, de algún modo es una apertura y un intento de continuar con las ideas y proyectos que tenían nuestros viejos y que nos vincula a ellos desde este otro lugar y actualizando la lucha en el contexto en que vivimos.” La sonrisa de Andrés nos alienta a seguir ese camino.

* Integrante de Enredadera grupo de mujeres y feministas, en el Espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo.

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