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Viernes, 7 de enero de 2011

MONDO FISHION

El nuevo fetiche de la moda

 Por Victoria Lescano

El atuendo de ballerina negro, un tutú dark diseñado por Kate y Laura Mulleavy (las diseñadoras de Rodarte, representantes de la nueva camada instaurada en el sistema de la moda americana desde California) desató el furor por el estilo ballet desde que lo desfiló Natalie Portman.

El director Darren Aronofsky fue cómplice y art director desde la trama de Black swan, un thriller de temática “Lago de los cisnes” donde el atuendo de cisne negro ilustra los matices oscuros e intricados del personaje de Portman. Plumas, metros de seda, tul negro y corte asimétrico difieren de la estética cándida plasmada por las bailarinas de Degas.

El furor del tutú emulando la creación de Rodarte se vislumbró en las colecciones para la primavera 2011: Zac Posen lo reversionó con matices de glam rock, Anna Sui con impronta tribal, Oscar de la Renta plasmó vestidos blancos derivados del tutú para la hora del cóctel y para Chanel, Lagerlfeld eligió un tutú de 2500 plumas que en 2009 realizó por encargo de una compañía de ballet rusa, para reversionarlo y así llevar variaciones de alta costura a la pasarela. Sarah Burton, la sucesora de Alexander McQueen realizó un traje de noche con frufrús góticos de prima ballerina. La influyente editora de Visionaire, Cecilia Dean, sacó a relucir en una fiesta un traje con tules vintage y de etiqueta Giorgio Saint Angelo. La galería de estilos del tutú remite también a “Las zapatilla rojas”, el clásico de Michel Powell fechado en 1948, versiones pop del tutú ideadas para Madonna en sus comienzos on stage.

Pero el revival de la moda ballet también tuvo su correlato en el mercado masivo: la cadena Bloomingdales, la tienda online Asos y BCBG Max Azria comenzaron a vender tutús cual si se tratase de jeans para uso diario. Para emular la tendencia en Buenos Aires se recomienda recurrir a las tiendas consagradas a la estética de la danza de la avenida Córdoba y Talcahuano –en las inmediaciones del Colón– o bien los atelieres de las diseñadoras Verónica de la Canal y María Prior. Ambas adhieren a esa tendencia en los manifiestos románticos y las morfologías de sus colecciones y shows para la pasarela “Buenos Aires Alta Moda”.

Del lado de los estudios de vestuario dedicados al ballet clásico, remitirse a los años ’30 y a París cuando entre los precursores cautivó la rusa Karinska: el diseñador Christian Berard le encomendó varios vestuarios para el coreógrafo Balanchine. En 1932 la experta abrió una tienda especializada en París (muchos de sus tutús fueron a las portadas de Vogue) y en 1940 continuó vistiendo a las agraciadas ballerinas del American Ballet Company, ya desde una segunda tienda en Nueva York.

El manual de estilo y modismos del ballet atribuye a Karinska haber modificado la etiqueta del tutú de crêpe largo con múltiples capas sin atar, por una falda que permitiera ver las piernas de las bailarinas. El traje surgido de coreografías de Balanchine y el ojo obsesivo de Karinska (antes de hacer ropa de ballet tuvo una tienda de cortinados célebre por sus minuciosos bordados) revolucionaron el estilo para bailar coreografías en zapatillas de punta, pues sus atuendos de hasta siete capas superpuesta (una apenas más larga que la otra fueron sutilmente clavadas con tachuelas que permitieron los movimientos). El dúo trabajó en más de 60 ballets.

Pero las creadoras del traje negro que Portman modela en su rol de Nina (la bailarina dark) declararon: “tenemos mucha afinidad con esa prenda y tanto su realización como el proceso previo nos dio otra mirada sobre el mundo del ballet”. Vale destacar que las hermanas Mulleavy acostumbran trasladar a sus diseños conocimientos de literatura y de historia del arte aprendidos en la universidad de Berkeley.

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