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Viernes, 7 de enero de 2011

OBJETOS

Una muñeca que trae cola (y cámara)

El FBI está que truena por la nueva creación Mattel: una Barbie con cámara incorporada que, temen, podría acentuar los casos de pornografía infantil.

 Por Guadalupe Treibel

A fines de los ’70, la actriz Candice Bergen se ponía en la piel de una incisiva reportera televisiva y entrevistaba a un tal Irwin Mainway (personificado por el otrora cazafantasmas Dan Aykroyd), un fabricante de juguetes para niños, en un sketch sin desperdicios de Saturday Night Live ¿Qué vendía Irwin? Vidrio envasado, bolsas de plástico para la cabeza, ácido sulfúrico, ¡osos de peluche con motosierra incorporada! Pero, ojo, el packaging decía “Maneje con cuidado”. Así, sí, ¿no? El mensaje, aunque exagerado en aras de la humorada, era claro: Todo vale a la hora de vender, especialmente cuando involucra al target más impresionable del escalafón social.

Aunque sin elementos contundentes ni mezclas químicas corrosivas, tres décadas más tarde una muñeca se pone en el ojo de la tormenta. Como no podía ser de otra manera, la protagonista de la controversia es Barbie, que viene haciendo de las suyas desde 1959, cuando Ruth Handler y su marido Elliot Mattel lanzaron a la rubia debilidad de piernas eternas y cintura imposible.

No se trata, esta vez, de las críticas de primera hora que se resistían a esa silueta inimitable como modelo de identificación por miedo a que, en la intentona de emularla, las chiquillas se volcaran a la anorexia. No se trata de otro caso de corrección/incorrección como el de Christie, la primera Barbie afroamericana que, creada en 1968, tenía piel negra pero ¡rasgos blancos! Tampoco tiene que ver con frases poco felices, como las noventeras de la Teen Talk Barbie y sus “Me encanta ir de compras” o “Las matemáticas son difíciles”, líneas que levantaron el avispero y generaron la queja de la Asociación Estadounidense de Mujeres Universitarias en 1992. Ni con una Becky en silla de ruedas (rosada, claro) que no entra en la casa Barbie, amén de las dimensiones. El problemón ahora involucra a una hija Mattel nueva generación, dispuesta a abrir sus horizontes (de ventas) con tecnología acorde al mundo digital todoterreno.

Entonces, ¿qué ocurrió esta vez? Pasó que en un comunicado titulado (muy explicativamente) “Barbie Video Girl, un posible método de producción de pornografía infantil”, la sección californiana de crímenes cibernéticos del FBI envió un alerta internacional donde advierte los potenciales riesgos de esta versión 2.0 de la princesa kitsch con lolas de plástico. Es que la nueva muñeca que se comercializó en julio en Estados Unidos y en septiembre en España, trae —además de saquito rosa animal print y jean con detalles... rosas— un collar con ¡camarita! Y, en la espalda, una mini pantalla LCD a color. ¿La gracia? Que las nenas se graben mientras juegan y puedan, a posteriori, bajar sus videos de hasta 30 minutos, subirlos a la web, editarlos y retocarlos. ¿Suena a espíritu exhibicionista? Y narcisista. La imagen devuelta por la cámara pareciera ser única en el escalafón a la fama...

Por 60 euros, el regalo “soñado” podría ser un éxito (de hecho, fue la apuesta fuerte de la firma la pasada Navidad), de no ser por una no tan pequeña salvedad: el Federal Bureau of Investigation de Yanquilandia teme que el juguete contribuya a la pandemia pedófila que azota el mundo y tiene a millones de niños y niñas como víctimas cada año. La preocupación es una sola: que los abusadores sexuales usen la muñeca como cebo o que se cuelen en su red para elegir a la presa. ¿Exageración o sana inquietud?

Para la empresa, no hay tal crisis. En un comunicado descartan los riesgos, asegurando que “muchos de los empleados de la firma son padres y, por tanto, entienden la importancia de la seguridad infantil”. “Es nuestra prioridad número uno”, destaca Mattel. Para el FBI, en cambio, la Barbie Video Girl (que, dicho sea de paso, está nominada para el Premio al Juguete del año 2011) es una amenaza andante y, aunque no haya detectado aún ningún uso inapropiado de la muñeca, suman dos hechos: 1) que un hombre condenado por distribuir porno infantil regaló la muñeca a una nena de 6 años; 2) que en tantísimos casos, estos films desdeñables se graban con cámaras escondidas. Y, por supuesto, están las alarmantes estadísticas. Según cifras de la Unicef, al menos 150 millones de niñas y 73 millones de niños son explotados sexualmente en el mundo. Frente a las evidencias, ¿vale la pena alertarse por una Barbie que filma? En un mundo donde el lobo está, parece inevitable.

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