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Viernes, 14 de enero de 2011

IN CORPORE

Mortalidad materna y desigualdad social

 Por Carina Lupica *

Para muchas mujeres, la maternidad constituye uno de los hechos más importantes de su historia personal, pero para otras significa arriesgarlo todo, incluso su vida. Al respecto, hay que recordar que en nuestro país aún existe una maternidad vulnerada, ya que el 28,6 por ciento de las madres se encuentra en situación de pobreza y casi la mitad (48,7%) de ellas tiene un bajo nivel educativo. Las madres en condiciones socioeconómicas desfavorables tienen mayores probabilidades de morir —ellas o sus hijos— a causa de su maternidad, o tener embarazos y partos de alto riesgo.

Basta mencionar que, durante el año 2009, 410 mujeres murieron por problemas durante su embarazo, parto y/o puerperio, según el Ministerio de Salud. Se trata de mujeres jóvenes, muchas de ellas madres o con la potencialidad de serlo. Sus hijos, recién nacidos o de corta edad, quedaron huérfanos, y otros no llegarán a existir.

De esta manera, la tasa de mortalidad materna (TMM) es un indicador utilizado internacionalmente para medir el nivel de desarrollo de un país, y en la Argentina éste se caracteriza por revelar algunas falencias. En primer lugar, la TMM presenta una tendencia decreciente durante la década del ‘80 (7 por 10 mil nacidos vivos en 1980 y 5,2 en 1989) y un comportamiento fluctuante y de relativo estancamiento durante los ‘90 y hasta nuestros días (4,8 por 10 mil nacidos vivos en 1991 y 5,5 en 2009).

Segundo, los valores que este indicador asume en las diferentes provincias desnuda las brechas que existen entre las jurisdicciones más pobres y aquellas más desarrolladas: en 2009, la TMM en Formosa fue de 15 defunciones por cada 10 mil nacidos vivos; 9,7 en Chaco; 8,3 en Jujuy; valor que disminuye a 1,8 en la Ciudad de Buenos Aires y a 2,6 en Mendoza.

En tercer término, existe una subestimación de la dimensión real del problema debido al subregistro de la TMM cercano al 10 %, consecuencia de la modalidad de su notificación, codificación y asiento en el país.

En cuarto lugar, aún estamos lejos de alcanzar las metas del milenio: reducir la TMM a 3,7 por 10 mil nacidos vivos y disminuir a un 10 por ciento la diferencia interprovincial. Incluso es necesario promover con mayor énfasis acciones tendientes a reducir las causas que impactan sobre la mortalidad materna si se desea cumplir el compromiso trazado para 2015: la TMM equivalente a 1,3 defunción por 10 mil nacidos vivos.

Muchas de esas muertes son evitables, o al menos reductibles, mediante acciones de prevención, control y una adecuada atención.

Por todo ello es necesario fortalecer y acelerar medidas de previsión y promoción de la salud, tales como: brindar información e insumos para la planificación familiar, redefinir la estrategia de la red asistencial y mejorar la accesibilidad a los sistemas de salud. También se sugiere el fortalecimiento de las unidades de análisis y monitoreo de la salud materno-infantil en las provincias, para mejorar las notificaciones, calidad de los registros, monitoreo de las muertes y la toma de decisiones.

De todos modos, junto a las causas clínicas de las muertes de las mujeres están las socioculturales. En este sentido, si no se incorpora la diversidad de los contextos regionales y de los determinantes de la salud materna, y no se crean las oportunidades sociales necesarias para las mujeres y sus familias, la disminución de las tasas de mortalidad tendrá un techo. Evitar la muerte innecesaria de muchas mujeres supone articular los aspectos sociales, educativos, sanitarios, económicos y culturales que determinan las posibilidades de tener una vivencia saludable y gratificante de la maternidad.

* Directora ejecutiva, Observatorio de la Maternidad.

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