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Viernes, 18 de febrero de 2011

El fruto del amor

Ciertas metáforas del lenguaje cotidiano que identifican a los hijos como “el fruto del amor” o “trofeo de guerra” llevan cifrada la cosificación de los miembros más débiles de la familia que como “la señora de la casa” están expuestos al ejercicio de la violencia del “jefe del hogar”.

 Por Liliana Viola

“La palabra familia es una de las más usadas por los políticos en los últimos tiempos”, decía la escritora italiana Melania Mazzuco en el año 2002, y se estaba refiriendo a la hipocresía y a la necesidad de cohesión presentes en los retratos de la familia unida, la flia como célula de la sociedad de la era Berlusconi en sus albores. Lo decía en el marco de la presentación de su excelente novela Un día perfecto, en la que narraba las 24 horas previas a que un señor, recién divorciado, dos hijos y enfurecido porque la familia “se había hecho trizas” o, dicho de otro modo, la mujer se había mudado a la casa de su madre con los chicos luego de una golpiza, perpetrara el crimen tan temido. Matarla a ella. O llevarse a los niños. O llevarse a los niños y matarlos. Matar a todos, a la familia tipo en pleno. Porque lo suyo es para él o para nadie. Y suicidarse después. O no. Si la familia se disolvió, se desarmó, se desencastró, entonces el jefe de la familia patea el tablero, la maqueta de la felicidad y el orden dando una respuesta literal a todas esas metáforas: matar. Que se quede sola la mujer cargando con el recuerdo de la familia que ella rompió. La armonía que ya no se posee debe desaparecer en el cuerpo de sus integrantes, borrar toda huella. El hombre, en los relatos de estas historias reales, aparece cumpliendo una misión milenaria, “durante siglos se le ha confiado la defensa del grupo en contextos hostiles a los machos más belicosos; siglos organizando la vida social en su complejidad simbólica en torno de la figura del defensor, del guerrero, del conquistador, identificado con el Padre de la Patria, el patricio que es además, el pater familias, aquel a quien se someten los criados, los hijos, las mujeres” dice el politólogo de la UNED, Ramón Cotarelo.

La idea de derecho a la posesión no sólo de la mujer, que es un clásico sino también de “los frutos”, aparece con una brutalidad de caritas rubias y encima gemelas en este último caso del suizo asesino, con la contundencia de ese amor que todo lo posee y lo destruye. Mazzuco escribía su novela luego de haber seguido un caso real como periodista para el diario La Reppublica, su maestría reside en la reconstrucción de lo que queda afuera de esas noticias que con espanto leemos en los diarios, después olvidamos y a las que les falta una parte, donde la violencia es cotidiana. La noticia dice apenas el final: “El padre se suicida y deja una carta. Las maté, no sufrieron. Descansan en paz, en un lugar seguro, y ya nunca las volverás a ver”.

En aquella novela que luego tuvo su versión cinematográfica (Un día perfecto), menos feliz pero igual de contundente, la autora pretendía contar lo que les pasa a tantas familias que mutan, sin encontrar ninguna ayuda en un mundo muy duro. “Tras investigar la crónica negra de la historia, ni en el siglo XV ni en el XVI ni en el XVII no existía la idea de que un padre matara a su hijo y en cambio éste se ha convertido en el delito europeo de los últimos años” y “matar a un niño es como matar al futuro”, concluye Mazzuco.

El padre de las mellizas suizas desaparecidas, Matthias Schepp, dijo en una carta fechada el misma día en que él se arrojó a las vías del tren en la estación de Cerignola (Italia), el 3 de febrero, que las había matado mientras advertía a la madre que ya no las iba a ver nunca más. He ahí su venganza por un pedido de divorcio, según concluyen las noticias que fijan esta historia. El papá las nombra como “nuestras hijas”, usa el posesivo en la primera persona del plural que ya no podía usar sino en pasado. Porque las hijas siempre son nuestras, y “ahora ya no las podrás ver” dice la carta.

Muchos medios del mundo han encarado esta noticia haciendo referencia a la pasión y al amor. De hecho, familiares del asesino declaran para limpiar su imagen que se trataba de un “padre amoroso”, un padre que amaba muchísimo a sus hijas. Las amaba, por eso consultó páginas de Internet para buscar el mejor método de envenenamiento y por eso aclara en la macabra carta “que las nenas no sufrieron”. Un padre amoroso que se arroga el derecho de que sus hijas no sufran en esta vida ni vivan más. La relación entre amor y muerte no deja de aparecer en los relatos mediáticos.

El sábado 29 de enero, Schepp recogió a sus hijas de casa de su madre y el domingo avisó por sms que no las devolvía esa misma noche, sino que las iba a dejar el lunes por la mañana en la escuela.

Existe una web, prueba suficiente de que en Internet está todo y mucho más de lo que cualquiera podría llegar a soñar, dedicada exclusivamente al asunto “Divorcio”. Comenzó en 2008 como un blog, siguió como revista y hoy es un diario que sube noticias, reflexiones, historias amarillas, consejos legales y de otras disciplinas, todo sobre el divorcio. Como es de esperar, el caso del suizo merece la atención de los expertos y aluvión de comentadores. Los responsables de la publicación titulan: “El divorcio lleva a un empleado de la Phillip Morris a asesinar a sus hijas y a cometer suicidio”. El nombre ha sido remplazado por la ocupación del culpable y el divorcio aparece como el detonante. A continuación, los pormenores: “Su mujer le había pedido el divorcio un mes después de Navidad. Sin que ella lo supiera su esposo comenzó ahí a escribir su testamento ese mismo día y a investigar sobre venenos, armas y posibles modos de suicidarse”. Según los especialistas, no se trata de un caso aislado sino de un problema globalizado donde los divorcios se asocian con asesinatos y las cifras crecen a lo largo del mundo. La mayor parte de las veces son los hombres quienes cometen una serie espantosa de ejercicios violentos que incluyen la muerte y el sadismo contra todos los miembros de la familia. La nota, que incluye links con otros casos y otros análisis del tema desde diversos puntos de vista, reclama atención por un problema que va en aumento. Los comentarios, mientras tanto, muestran esa nostalgia por asociar suicidio con valentía, asesinato con capacidad de sentir más fuerte que otros, la glorificación del exceso, de la incapacidad de refrenarse. ¿Qué tendrá que ver la Navidad en esta historia? La glorificación de la familia y de sus ritos de seguridad siguen siendo la coartada perfecta.

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Imagen: EFE
 
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