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Viernes, 16 de mayo de 2003

ESPECTáCULOS

Lucha & comic

Susana Cart es una actriz y una mujer (o viceversa) muy comprometida con el mundo que la rodea. Ahora, junto a su marido, Arturo Bonín, protagoniza la obra Salvavidas de plomo, de Ariel Barchilon, en el que juegan la problemática de la deuda externa en un lenguaje dramático fronterizo al dibujo animado.

Por Sonia Santoro

Susana Cart está preocupada porque al lado de su casa del barrio de Almagro –una casona de 1899, muy bien y muy cálidamente reciclada– están levantando un hipermercado. Por eso desde hace un año y medio va y viene entre CGP, fiscalías y comisarías denunciando ruidos molestos y otras violaciones al código de convivencia. Pero hay otra cosa que le preocupa casi tanto como eso: que ninguno de sus vecinos se tome el trabajo de denunciar. Cart es una mujer comprometida con su territorio. Forma parte de la comisión organizadora de Teatro x la Identidad, el grupo creado para colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo en su tarea de encontrar hijos de desaparecidos. Ha participado también en la lucha por más ficción para los actores. Desde el 18 de abril encabeza con su esposo, Arturo Bonín, la obra de teatro Salvavidas de plomo. Esta es otra historia, aunque tiene mucho que ver con la historia personal de Cart.
Escrita por Ariel Barchilon y dirigida por Marcelo Mangone, la obra denuncia, en tono de comic, el perverso juego al que estamos sometidos los argentinos por pagar la deuda externa. Salvavidas de plomo surgió al calor de la crisis que estalló a fines del 2001. Ese verano, Susana Cart y Arturo Bonín tenían programado ir a Uruguay con las dos obras que producen desde hace años: Cómo ríe la vida y Hasta que la muerte nos separe. Pero, estallido mediante, la gira se hizo agua. Entonces empezaron a buscar qué hacer y Ariel Barchilon les pasó, entre otros textos, dos cuadros de una obra sobre la deuda externa que estaba escribiendo.
–El tema venía muy a cuento.
–Sí y, en realidad, es un viejo sueño mío. Hace muchos años que tengo la idea de que la deuda externa es algo que nos plantean los economistas como algo muy abstracto. Por otro lado, también tengo el recuerdo de que hasta hace muy pocos años hablar de la deuda externa era ser comunista. Hoy en día todos hablamos de la deuda externa porque nos invadió de tal manera que no hay forma de evitarla. Yo tenía este sueño de usar el teatro como medio de asociación. De cómo se asocia esta deuda con nuestra realidad más cotidiana, de cómo nos afecta en todo, en la educación, en la salud, en las compras que hacemos. Y cuando apareció esta obra, la vimos, con Arturo, como una posibilidad. Además, el autor nos planteó la estética del comic, que nunca habíamos transitado. La verdad es que para nosotros fue un piletazo.
–¿Por qué?
–Porque yo no miro dibujos animados, no me gustan las historietas, no me gusta “El Chavo”, no me gustan “Los Simpsons”. Así que para mí era un idioma totalmente desconocido. Pero creo que los actores deben asumir riesgos. Te provoca mucho miedo, pero cuando lográs entrar, te provoca mucho placer. Yo la verdad me divierto mucho en esta obra. Hasta mis amigos me dicen: “Pero, vos, ¿dónde tenías escondida esta parte?”.
–En la obra usted es Cheché, la mujer, la que dice basta.
–Sí, el autor dice que es una obra feminista. Yo creo que tiene razón. Creo que hizo muy bien en haber determinado que sea la mujer la que tienela iniciativa, la rebeldía, porque eso está pasando en nuestra sociedad. Yo te digo: de todas las organizaciones culturales en las que participo, el 90 por ciento son mujeres. Son las que llevan adelante las actividades, son las más constantes, las que tienen persistencia. El hombre es como que siempre tiene otros compromisos. Y Cheché es la que está viendo más allá de este salvavidas de plomo que nos están colgando. Está viendo el juego, esta gran ilusión. Porque cada vez que nos dicen “el megacanje”, “el blindaje”, la verdad es que queremos creer que se va a solucionar esto. Aunque, en el fondo, uno sabe que no es así.
Susana Cart tiene 55 años. Se crió en Avellaneda. Su padre fue mozo y su madre es cocinera profesional. Pero pasaron por varios oficios para salir adelante. Cart estudió comercial porque era lo que le correspondía a una chica de familia humilde. A los 20 años ya se había casado y estudiaba Ciencias Económicas. Hasta el momento nunca se le había cruzado por la cabeza la idea de ser actriz. La actriz de la familia era Flora Steimberg, su prima hermana. “Pero un día, un amigo me dice: ‘Estoy haciendo terapia y mi terapeuta me dijo que haga teatro, y me recomendó a Raúl Serrano, pero recién acaba de llegar de Rumania y no conoce a nadie acá, así que me dijo que si formaba un grupo de diez nos iba a dar clases.” En ese momento me pareció que era como un divertimento, si me hubiera venido a decir que hagamos un curso de cocina hubiera ido igual. Claro, a la tercera clase hablé con Serrano y le dije: “Me voy porque éste no es mi destino”, y él me convenció de que me quedara. A los 7 meses largué la carrera y me dediqué al teatro”, cuenta. Pero tuvo que esperar varios años para poder dejar su trabajo como asesora financiera y dedicarse de lleno a la actuación. “Es una carrera difícil”, dice.
–¿En qué se te hace difícil?
–A mi edad, para las mujeres es muy difícil trabajar. En televisión, por ejemplo, si recorrés el espectro de programas de ficción vas a encontrar, con suerte, diez mujeres de entre 40 y 50 años. Las relaciones de los hombres siempre se dan con mujeres más jóvenes. Entonces, no hay espacio. O sos abuela y tenés 70 años o tenés que tener 30. Además, no hay problemática de mujeres de esta edad. Yo estuve haciendo unos capítulos de “Soy gitano” y me alegré de que se den besos, por ejemplo, Luisina Brando con Antonio Grimau. Y me alegré porque parece ser que la gente mayor de 40 años no se da besos en la boca. En el cine también, yo diría que en la gran mayoría de las películas los protagonistas son gente de menos de 25 años y yo entiendo que la gente de 40 o 50 años tiene una posibilidad de riqueza de temas, de experiencia.

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