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Viernes, 24 de junio de 2011

La sexualidad siempre está

La Ley de Educación Sexual Integral es obligatoria, pero todavía no se cumple en todas las escuelas del país. La experta Graciela Morgade es la coordinadora del libro Toda educación es sexual, en donde apuesta a que la sexualidad es un disparador para que en las escuelas se produzcan momentos con sentido. Y que las únicas clases no las den la televisión, las revistas, Internet o el silencio.

 Por Luciana Peker

La chica de la televisión muestra su Ferrari roja después de haberse mostrado como una virgen o en un video que practicaba sexo oral. La chica quiere plata por haber dejado su trabajo de modelo y la radio repite una canción que la tilda de “pu...” con puntos suspensivos que no suspenden el agravio. Los medios les dicen a las chicas que tienen que ser rubias, flacas, sexies y mantenidas. Y después las critican si son rubias, sexies, flacas y mantenidas. Los mandatos sociales actuales –ejercidos fundamentalmente por los medios– muestran hasta qué grado los prejuicios sobre las mujeres las estigmatizan en un solo molde, pero que además, es un molde que nunca conforma.

Pero no sólo las colas, las insinuaciones, el sexo explícito, la pornografía a un click erotizan: también educan. Tal vez ése sea el planteo más desafiante del libro Toda educación es sexual, que coordina Graciela Morgade, de La Crujía Ediciones que reúne resultados del proyecto “Presencia y ausencia de las sexualidades femeninas y masculinas de las/os jóvenes estudiantes en la escuela media”, realizado en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

La Ley 26.150 establece que todos los alumnos y alumnas tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. Sin embargo, la norma –de la que Morgade fue una de las creadoras de sus lineamientos curriculares– todavía no se escucha en el aula. Pero el silencio o las otras palabras sí educan. Toda educación es sexual. Por eso, la doctora en Ciencias de la Educación y secretaria académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y directora del proyecto “Cuerpos sexuados en la escuela media” sostiene en su libro: “Garantizar la educación sexual integral implica una importante inversión estatal y una sostenida decisión política”.

¿La educación sexual hoy llega, efectivamente, a las aulas?

–Tendríamos que distinguir un poco entre la educación sexual y la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral. Nosotras sostenemos en nuestro libro que siempre estamos educando en sexualidad. En la escuela, tanto a partir de los contenidos explícitos del currículum como en los comentarios dichos al pasar y en las expectativas de rendimiento y de comportamiento hacia el alumnado estamos transmitiendo mensajes sobre cómo es y debe ser “femenina” una mujer y cómo es y debe ser “masculino” un varón. Claro que, en general, maestras y maestros, profesoras y profesores, no se detienen a analizar lo que están diciendo o estimulando y suelen reproducirse muchos de los valores hegemónicos que culturalmente están en discusión. Ahora si hablamos de la Ley de Educación Sexual Integral, la cosa está más difícil.

¿Todavía no llega a las aulas?

–Yo diría que algunas profesoras y profesores que tenían formación y convicciones previas encontraron en la ley el paraguas para trabajar plenamente y con legitimidad temáticas y enfoques relacionados con las cuestiones de sexualidad. Pero en muchísimos otros casos aún hay fuertes dificultades.

¿Cuáles son los obstáculos para que se implemente?

–Una ley de este estilo requiere políticas de largo aliento y muchos recursos. Se trata de un cambio profundo que interpela las convicciones de las personas y su sentido democrático de habilitar el trabajo con saberes y experiencias diferentes a los propios sin “juzgar” moralmente, censurar, o revictimizar a las víctimas. Pero también es un cambio en las fuentes académicas de la formación docente; es decir, en las disciplinas de base de los profesorados y la cuestión es mucho más compleja, ya que en el nivel superior terciario y universitario los debates también están en pleno desarrollo. Creo que el Ministerio de Educación de la Nación ha iniciado un interesante camino en la elaboración de materiales para la aplicación de los lineamentos curriculares votados en el 2008. Pero cada provincia tiene que incorporarlos en sus diseños curriculares y este salto es muy dispar en el país.

¿Hay zonas del país que son más resistentes a los cambios?

–Así es. Hay jurisdicciones muy reticentes a reconocer a las leyes o resoluciones nacionales como vigentes localmente. Pasó también con la Ley de Salud Reproductiva. Si los gobiernos provinciales ceden a las presiones de los grupos de interés particular, suelen rechazar abiertamente o, para hacerlo menos evidente, retardar las acciones que les corresponden en un sistema federal. Lo importante es también que cada ciudadano y ciudadana conozca las leyes y los programas que deberían estar cumpliéndose en su territorio y aportar al monitoreo social que, con frecuencia, es muy eficaz. Por eso los medios de comunicación juegan un papel importante al mantener en agenda estas temáticas. Recuerdo el caso de una travesti que se fue de Jujuy a Buenos Aires después de largos padecimientos y que decía: “Acá me enteré de que tenía derechos”. Y éste es el cambio más potente que genera resistencias: pensar que dentro de una ética hay diferentes sistemas morales que tienen derecho de coexistir. ¡Los sujetos autoritarios no lo pueden soportar!

¿La educación sexual es resistida, entre otras cosas, porque plantea un modelo de diálogo en donde no se trata sólo de docentes que saben y de chicos que escuchan?

–Nuestra línea de investigación se complementa y articula con una manera de entender la pedagogía. Hace rato que diferentes movimientos educativos vienen planteando que el viejo esquema de “docente que sabe” y “estudiante que no sabe” no sólo ha resultado autoritario desde el punto de vista ético e ineficaz desde lo didáctico, sino que está obsoleto en términos de la circulación de los saberes y los estímulos que chicos y chicas tienen hoy. La escuela ya no es el único lugar donde se tramitan saberes. En términos de relaciones de género y sexualidades, estas hipótesis son por demás sugerentes y en nuestra investigación se ha comprobado. Los chicos y las chicas, los y las jóvenes que están en las escuelas, tienen información, dudas y preguntas, angustias y presiones que configuran una experiencia con las que llegan a las aulas. Cuando encuentran un espacio con sentido, con confianza, interesante, ponen en juego esa información y las clases se hacen densamente relevantes.

La educación sexual no es sólo genitalidad pero tampoco prevenir enfermedades de transmisión sexual o embarazos no buscados. ¿Cuáles son los otros temas que quieren hablar los chicos además de anticoncepción?

–A las chicas el “amor romántico” les pesa porque el erotismo femenino parece condenable si se muestra demasiado, a diferencia de la “virilidad” masculina que está vigente como valor. A los chicos los angustia tener que demostrar virilidad en los gustos, deportes, inclusive en su desempeño académico y, por supuesto, el “debut” genital, la “primera vez”. La escuela es difícil para los gays pero a las lesbianas la experiencia escolar se les hace más difícil aún. Hay noviazgos violentos. Muchos chicos y chicas han sido o son víctimas de abuso sistemático en la casa. Pero no es solamente una cuestión de padecimiento, también hay perspectivas de placer y disfrute al hablar de sexualidades. Es divertido explorar el cuerpo. Los sentimientos amorosos dan mucha felicidad con frecuencia. Los y las jóvenes se preguntan cómo armar relaciones placenteras. Son temáticas que exceden y en mucho a la concepción biologicista de la sexualidad.

¿Cuál es su próximo proyecto?

–Hemos comenzado un nuevo proyecto de estilo totalmente pedagógico y didáctico. En estos años de investigación vimos que, con frecuencia, las profesoras y los profesores no disponen de un repertorio de temáticas y de actividades desarrolladas en las diferentes materias. Nos propusimos trabajar con profes de Biología y Educación para la Salud, de Lengua y Literatura y de Historia y Formación Etica como para desarrollar, en conjunto con nuestro equipo de investigación, una serie de temas específicos. La pregunta es: “¿Cómo se modifica mi materia al incorporar la educación sexual integral?”. Y estamos pensando cosas muy interesantes al discutir a fondo cómo el conocimiento es también una construcción histórica atravesada por relaciones de poder aun en la biología aunque sea la materia donde menos se nota.

¿Qué necesitan los docentes para animarse a dar educación sexual?

–Me parece que es una combinación de confianza, convicción y formación. Confianza en el propio saber, en la propia capacidad de conducir momentos educativos significativos aun en sus expresiones más difíciles, en las posibilidades, intereses y compromiso de los chicos y chicas de cualquier edad; convicción de que una educación “mejor” es una educación en la cual contribuimos a formar sujetos de derecho y de deseo capaces de reconocer y respetar sus propios derechos y deseos y los de los otros y las otras; formación porque hay que seguir estudiando. Pero cualquier docente sabe que su tarea es estudiar siempre.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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