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Viernes, 1 de julio de 2011

EL MEGáFONO)))

A LOS NORMALES SE LES VUELAN LAS CHAPAS

 Por Gabriel Brener *

Suelen medir alto en las encuestas aquellas opiniones que se encarnan en “todo pasado fue mejor”, “escuela era la de antes” o “la juventud está perdida, son todos vagos, atorrantes, no sirven para nada”. La derecha política asume con especial sensibilidad esta demanda y su traducción pedagógica se expresa en el discurso de restauración de la autoridad ejecutada en acciones como imponer de modo obligatorio el Himno a Sarmiento.

En la obsesión por los buenos modales (seducidos por la política del francés Nicolas Sarkozy, que por decreto restauró ponerse de pie y referirse de usted al profesor), en la idea fija de la evaluación, de alumnos y docentes, pero de esa que solo está ligada al control. La paradoja de estos discursos de la nostalgia moralizante es que lo más sólido que quedaba de aquel entonces eran los inmensos edificios, en especial los Normales, monumentos sarmientinos por excelencia.

Pero, ahora, estos edificios se están venciendo y agrietando. El Mariano Acosta y el Normal 7 son los últimos ejemplos. Es evidente que restaurar la vieja escuela es un ejercicio por lo menos impotente, puesto que los cambios de la sociedad y, en especial, del vínculo entre generaciones desafía a la escuela a transformarse en algo nuevo y diferente y no en una versión pretérita de sí misma.

Recuerdo que un ministro de Educación porteño, al asumir, afirmaba que un techo que se cae no es de derecha ni de izquierda. Será entonces necesario restaurar no la autoridad, sino los techos, las puertas, las instalaciones de gas. Restaurarlo o hacerlo de nuevo, pero de verdad, no atado a la gestión sino como política de Estado. Porque ciertas reformas en el mundo de la escuela suelen naturalizarse y sabemos que se trata de esos cambios para que nada cambie.

Vivimos tiempos con presencia de muchas violencias y es muy necesario que podamos trocar la pelea o el insulto por un mejor diálogo por más conflictivo que sea. Y vale estar bien atentos a los discursos que se aferran a explicaciones simples con alto impacto en el incremento del miedoambiente. Que pintan a los adolescentes como violentos, que los etiquetan como peligrosos o “maleducados” cuando exigen por sus derechos o “se meten en política”.

La “violencia escolar”, aunque sea un término muy mediático, no minimiza la gravedad de aquello que está ligado a la violencia en las escuelas. Pero también hay que reparar en las violencias hacia las escuelas. Por un lado aquella de los medios de comunicación que abonan la idea de colegios como naves a la deriva, a los docentes como impotentes y a los adolescentes siempre perdidos, cuando no bandidos. Por otro lado, las violencias del descuido de sus edificios e instalaciones, que no es otra cosa que un acto de desprotección de lo público y de los más pequeños. O sea, del futuro común.

Y esto es responsabilidad ineludible del Estado, en su control y/o en su ejecución, más allá de despliegues publicitarios, de carteles con colores saltones que muestran sin explicar.

* Licenciado en Ciencias de la Educación y especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (Flacso). Coautor de Violencia escolar bajo sospecha, de Editorial Miño y Dávila.

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