las12

Viernes, 15 de julio de 2011

MúSICA

FLOR DE LOTO

La cantante y compositora japonesa Mio Matsuda vuela desde Tokio para presentar en Buenos Aires Flor Criolla, disco en el que repasa las raíces folclóricas latinas, con el aporte de Hugo Fattoruso y el percusionista oriental Tomohuro Yahiro.

 Por Guadalupe Treibel

“Sudamérica me sostiene espiritualmente”, concede Mio Matsuda, la chica de 31 años que llega a Buenos Aires el jueves próximo para presentar Flor Criolla, el disco que grabase con el genio uruguayo Hugo Fattoruso (en arreglos, piano, acordeón, bajo y coros) y el percusionista oriental Tomohuro Yahiro.

Con edición local y once tracks de composiciones propias y prestadas (Jaime Dávalos y Eduardo Falú, Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim, entre otros), el LP da su puntapié inicial con la cariñosa oda maternal de Eduardo Mateo “Un canto para mamá”, donde –dulce e intimista– Matsuda pide: Yo quisiera que me des la vida, la vida linda / Quiero estar siempre mamá con vos. Después, la cantante hace lo propio con el portugués, en pos de entonar “Molambo”, tema de Jaime Florencio y Augusto Mesquita, amén de la multiculturalidad. “¡Este continente me contiene y me abraza!”, asegura la artista en charla con Las12, no sin aclarar el porqué: “Me identifico con su riqueza musical, cultural, la energía dinámica de la naturaleza y la gente”.

¿Pero cuál fue el puntapié iniciático que la acercó a las raíces latinas? Pues, el compromiso y la investigación llegaron años atrás, cuando Matsuda descubrió el fado y se fue a Lisboa a tomar los barrios por asalto, indagar el esquema, vivir la canción. Después, otros lusófonos: temas de Cabo Verde, Angola y Brasil. Para el 2004, el trabajo tomaría forma de primer disco: Atlántica, grabado en Río de Janeiro. Después vendrían otros, como Pitanga! (2006), donde –entre canciones propias– Mio repasaba los ritmos y rituales del noreste carioca, o Asas (2007), donde la muchacha –que reside en Tokio– decidía mixturar el sabor brasileño con las dulces melodías japonesas.

¿Creés que lo latinoamericano conecta musicalmente con las raíces musicales japonesas? ¿En qué punto las culturas sonoras se tocan?

–Con total certeza, hay un punto de contacto. La música de los Andes y la música aborigen de Latinoamérica tienen una sonoridad similar al minyo, nuestra música folclórica. En las flautas, también hay un vínculo con las melodías pentatónicas de Africa... Recuerdo una vez que viajé con un amigo venezolano a Okinawa, isla sur de Japón, y él se identificó tanto con las canciones de allí que se compró un sanshin (instrumento) ¡con el que tocaba joropo!

¿Tus estudios en sociología y antropología –carreras que estudiaste previo a dedicarte a la canción– sumaron a la hora de trabajar otras expresiones culturales?

–Siempre tengo la tendencia de hacer un trabajo antropológico en la música; me gusta ver cómo se cruza la vida con la canción.

Fue como estudiante que llegaste al fado, ¿cierto?

–Sí. La tesis que escribí para dar cierre a mi carrera fue sobre la historia del fado. En particular, me interesó mucho su expresión dinámica y dramática; también descubrir cuánto contacto tuvo con el mundo árabe, América latina y Africa, antes de ser la música nacional de Portugal.

¿Cómo se traslada ese interés a las raíces folclóricas latinoamericanas?

–Primero, se trasladó a Brasil y después, a partir de mis viajes, se amplió a todos los países de América latina. En ese sentido fue clave mi experiencia en las islas de Cabo Verde, que me permitió ver el Atlántico como un camino riquísimo y un entrecruzamiento de culturas.

Según he leído, naciste en una comunidad folclórica y has cantado desde pequeña. ¿Cómo recuerdas esos primeros contactos con la música?

–Nací en una comunidad de teatro de arte folclórico que mezclaba música clásica y del mundo. Allí, nosotros, los niños, aprendíamos a bailar, cantar y tocar tambores. Recuerdo que tenía 5 años cuando canté con la orquesta mi primera pieza... Era una comunidad muy aislada de la vida normal, alejada de todo, dentro de una naturaleza inmensa. Los chicos teníamos que andar cinco kilómetros para ir a la escuela; para matar el tiempo, en el camino me inventaba canciones. La naturaleza siempre me inspiraba.

¿Tus padres estimularon la escucha? ¿Son artistas?

–Mi padre tocaba el violín y la viola, cantaba y conducía la orquestra del teatro y yo siempre iba a los ensayos ¡y brincaba! Tenía muchísimos LP de música clásica en casa y, cuando volvía de viaje (¡casi nunca!), daba pequeños conciertos para nosotros. Mi madre era actriz; actuaba en el teatro. Después comenzó a dedicarse a la producción de las piezas. Todo esto hizo que yo fuera una niña soñadora, con muchas ganas de viajar y salir de la comunidad. Quería ser una artista viajante.

¿Estás trabajando en un próximo proyecto? ¿Planeás editar otro disco en el país?

–Sí, estoy terminando un nuevo disco que grabé en Uruguay, Argentina y Chile con artistas como Hugo, Rey Tambor, Carlos Aguirre, Francesca Ancarola (de Chile) y Horacio Burgos. Por el momento, falta un sello para poder editarlo en América latina.

* Mio Matsuda y Hugo Fattoruso presentan Flor Criolla el jueves 21 de julio a las 21 hs en Ultra, San Martín 678. Entradas anticipadas: $ 50.

Compartir: 

Twitter

 
LAS12
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.