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Viernes, 9 de septiembre de 2011

VISTO Y LEíDO

El pequeño Japón ilustrado

Para chicos y chicas de cualquier edad, cuentos populares japoneses que despliegan tradición mientras abren la puerta a los hábitos, los modos de ver el mundo y la literatura.

 Por Jorge Pinedo

Nicolás Prior. Amalia Sato, Mami Goda
Series Tokonoma

Buenos Aires, 2011
102 págs.

Al revés de lo que estilan las publicaciones occidentales, este libro se abre hacia la derecha, con lo que la convencional contratapa pasa a ser la tapa. Pues así ocurre en la lengua japonesa y nada resulta más apropiado a fin de abordar un universo donde aguardan “estatuas agradecidas, un muchacho que viaja al fondo del mar sobre el lomo de una tortuga, un valiente y empeñoso jovencito de sólo tres centímetros de altura, una princesa llegada de la luna”.

Ilustrado con medio centenar de dibujos originales surgidos de la virtuosa pluma de Nicolás Prior, los cuatro Cuentos Japoneses para Niños que componen esta primera entrega han sido versionados en castellano por Amalia Sato, respetando la cadencia de esas narraciones tradicionales. La traducción al japonés de esta edición bilingüe, a cargo de Mami Goda, permite tanto el regocijo de los estudiosos de esa lengua como la aproximación al arte de los ideogramas (kanji), acompañados de su lectura fonética (furigama), lo que habilita a los audaces intentar leerlo como si supieran el idioma original.

Una edición apaisada que evoca las historietas de antaño se torna particularmente apta para el despliegue gráfico de figuras a la vez sutiles y contundentes, capaces de escoltar la cadencia de un relato fluido. Narraciones que, en efecto, en momento alguno escatiman belleza ni dramatismo, se dirigen a un lector de cualquier edad, inteligente y ávido. Detalle que se agradece, en especial con relación al común de las publicaciones encuadradas dentro del dudoso género “infantil”, como si fuera un seudópodo perdido en el traquetear de la literatura, que hubiera ido a parar a un país de idiotas.

Muy por el contrario, Cuentos japoneses... son ante todo y primero, eso: cuentos. Sostenidos en una tradición literaria que antecede por mucho al momento en que en éste flamante continente alguien balbuceara las primeras letras. Que estos relatos provengan, además, de una peculiar cultura popular los aparta del riesgo de que, por ser dedicados a los niños, se tornen infantiles, pediátricos. Relatos inscriptos en el centro de una tradición literaria que hace de la metáfora, síntesis y de la imagen, estilo; privilegia la estética de una cadencia narrativa que se refleje en la emoción que (para los conocedores) porta el ideograma y se potencia en las ilustraciones de Nicolás Prior, conmovedoras hasta para las sensibilidades urbanas.

Prolijas notas al final de cada cuento brindan una información adicional que instala el contexto, las particularidades y circunstancias con las que cada relato ha circulado en forma oral por obra de los kataribe (contadores de historias) o bien en versiones escritas desde hace, por lo menos, diez siglos. Forma literaria que, al comprenderlas, excede las clasificaciones, encierra una poética fundacional, capaz de evolucionar en las letras y en la gráfica hacia manifestaciones tan disímiles como la shunga (iconografía erótica), el haiku, el kamishibai (teatro de papel), el manga y el animé, entre tantas otras.

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