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Viernes, 16 de septiembre de 2011

TEATRO

Todas podríamos ser Antígona

Teresa Sarrail y Sandra Torlucci retoman Antígona furiosa, la magnífica obra de Griselda Gambaro, quien a su vez hace una reescritura actualizada de Sófocles. La inmortal heroína que se enfrenta al gobernante despiadado con su discurso moral y un valor que vence el miedo a la muerte, evoca en esta puesta a las Madres y a las Abuelas; también a otras luchadoras arriesgadas del presente.

 Por Moira Soto

Desoyendo los mandatos del poder de turno y poniendo en riesgo su propia vida, la Antígona de Sófocles decide cumplir con ciertos principios morales que considera inmutables y absolutos, dando sepultura con los correspondientes ritos al cadáver de su hermano Polinices, muerto en combate con Eteocles. Incontables veces versionado, el mito de Antígona ha atravesado los siglos manteniendo viva su vigencia. En 1986, a diez años del golpe militar, Griselda Gambaro presentó una de sus grandes obras, Antígona furiosa. Como la escritora anotó en el programa de mano del San Martín, en 1988, “a mí me interesó el derecho de Antígona a sepultar a su hermano y su desafío a las leyes de los hombres (...). La obra no es ni una versión ni una adaptación (...), toma el tema, entresaca textos de la obra original y de otras obras y arma una nueva Antígona, fuera del tiempo, que paradójicamente nos cuenta su historia en nuestro tiempo”.

Teresa Sarrail (actriz, directora, productora, docente) y Sandra Torlucci (semióloga, guionista de cine, poeta, dramaturgista, directora) emprendieron el año pasado con enfoque de género y osada creatividad la tarea de llevar a escena Muñeca, de Discépolo. Y en estos días, después de mucho tiempo de activa maceración, estrenaron –como directoras, diseñadoras del espacio, productoras– esta pieza maestra de Gambaro que protagonizan Gabriel Nicola (Corifeo), Antonio Bax (Antínoo, un personaje levantado por Gambaro de La Odisea, jefe de los pretendientes de Penélope), mientras que Mónica Driollet, Uki Capellari y Sofía Tizón se desdoblan en tres Antígonas, uno de los hallazgos de esta puesta. Las voces de los textos extraídos para ser dichos en off pertenecen a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas; Andrea Romero Rendon, de la Fundación por la Lucha contra la Trata de Personas, e Isabel Vázquez, presidenta de la Asociación de Madres contra el Paco y por la Vida.

“En 2005, trabajé todo un año en un taller Antígona furiosa, un curso para alumnos avanzados. Al final hicimos un pequeño montaje de la obra, una especie de muestra”, dice Teresa Sarrail. “En la puesta actual, rescaté algunas ideas de aquel laburo: la multiplicidad de actrices haciendo a Antígona, acentuar en el Corifeo y Antínoo los pasos de comedia. En todo lo demás, la obra en cartel es diferente, desarrollamos otros conceptos. Ingenuamente pensé que como había trabajado bastante esta pieza en esa ocasión, me iba a resultar más fácil, pero no. Pan comido, nada. Te diría que es el trabajo más difícil que he hecho en toda mi vida. Porque se trata de un texto con una estructura sumamente compleja, con esa repetición constante del mito atravesando los personajes. La gran acción de Antígona, enfrentarse al poder que no está respetando una ley superior, está presente todo el tiempo. Y el sufrimiento, la angustia de la heroína son superados por el coraje enorme de esta chica tan joven, que se hace cargo de lo que considera una responsabilidad insoslayable. Ella podría haber tomado un camino menos peligroso, intentar negociar, pero no lo hace. Me resultó invalorable la participación de Sandra en esta puesta. Al ser ella semióloga, tiene una gran profundidad de mirada sobre los textos.”

Algo sucede con este texto de Griselda, tan hermoso y de tanta validez en estos tiempos, que desde su estreno se ha llevado a escena menos que otros...

T. S.: –Cierto. Es un texto muy político, que está articulado como si fueran cáscaras. Capas y más capas que van aflorando. Sacás una y queda otra, y así sucesivamente. En los ensayos tenía la sensación de que nunca terminaba de asirlo.

¿Un texto para navegarlo?

–Sí, para abandonarse a la navegación. Y que te ofrece muchas posibilidades estimulantes: yo entré primeramente con esto de que fueran varias Antígonas que nos representan a todas, y que los personajes masculinos jueguen la comedia para poner de manifiesto su descaro.

El recurso del humor es un acierto, porque también en otros textos de Griselda se advierte esa intención que circula por debajo, pero las puestas suelen ser muy serias.

T. S.: –Sí, Griselda puede ser muy divertida, propone en algunas obras un subtexto humorístico. Una tesina que presenté a principio de año la titulé La Re-Vuelta de Antígona furiosa en este capitalismo tardío. Ahí empecé a mirar el texto desde otro lugar para abrirlo: no sólo hablar de los desaparecidos de la última dictadura militar, que obviamente siguen estando presentes, sino también de los nuevos desaparecidos: personas que se vuelven invisibles ante nuestros ojos, esta generación de chicos arrasados por el paco, las chicas secuestrada por la trata. Esta visión ampliada me ayudó a elaborar conceptos sobre el espacio, el ritmo de la obra.

Sandra, ¿en qué momento te sumás al proyecto?

Sandra Torlucci: –Desde el principio. Con Tere veníamos dirigiendo juntas: antes de Muñeca, empecé a codirigir en Té de reinas. Hasta entonces, había cumplido el rol de dramaturgista, trabajamos juntas desde el ’98 y descubrimos que funcionábamos muy bien como dúo de dirección. Hace muchos años que estudio la obra de Griselda y Antígona, en la mayoría de las versiones. Estoy en la cátedra de Estudios de Teorías Teatrales de Filosofía y Letras de la UBA, donde hemos trabajado las de Brecht, Marechal, Anouilh... Siempre con Sófocles de base, como intertexto fundamental. Antígona furiosa siempre me pareció la mejor resolución contemporánea del mito.

¿Un trabajo en cierto modo paralelo a La señora Macbeth respecto de Shakespeare?

S. T.: –Claro. De hecho recientemente me tocó hacer el elogio académico de Griselda, porque le dimos el Honoris Causa y mencioné La señora Macbeth y también Penas sin importancia, donde ella hace un trabajo similar con Tio Vania de Chejov, obras que forman una suerte de trilogía con Antígona furiosa por su parecido procedimiento de elaboración estructural.

¿Griselda Gambaro descubre algo teatralmente en estas reescrituras?

–Un procedimiento muy propio, muy femenino también en esto de elegir estas mujeres tan interesantes de la literatura teatral. En Antígona furiosa, es muy inspirada la forma de manejar la intertextualidad con la Ofelia de Hamlet, incorporando su voz al relato de Antígona, quien se apropia de esa especie de lamento tan emocionante. Sólo Brecht ha hecho algo parecido a esta intertextualidad donde se necesitan mutuamente el mito y la Historia para encontrar un sentido actual. Dos planos distintos cuya formulación en escena fue un desafío encontrar. El plano del presente debía evitar el costumbrismo, representar el poder de todos los tiempos.

T. S.: –Por eso pusimos adelante al Corifeo y a Antínoo, con ese humor que conquista por un rato al público, tienen esa cercanía. En realidad representan el cinismo del poder, son siniestros.

Hay una ambivalencia en esos personajes que también representan al ciudadano común que se lava las manos.

S. T.: –Exactamente. Esto de buscar la complicidad del público fue algo muy buscado con Tere, un poco en el estilo del cine de Tarantino, para después dejar que los espectadores saquen sus conclusiones. Ese plano compatibilizado con la distancia que Antígona tiene en el texto, ella sabe que va a morir, no quiere que le tengan lástima. Necesita hacer lo que siente, lo que moral y religiosamente cree.

Ella tiene un discurso moral que cumple hasta las últimas consecuencias...

S. T.: –Sí, busca los cadáveres, los honra. Ella que es tan joven y con tanto temple. Nos planteamos cómo resolver en este tiempo esa adolescencia tan tierna.

¿Por eso las Antígonas tienen tres edades diferentes?

T. S.: –Sí, tres edades, tres energías, tres cuerpos distintos. Parte de la idea de que todas podríamos ser Antígona. Cuando releí esta obra, a la semana vi en la TV a unas mujeres con pañuelos negros que querían homologarse a las Madres de Plaza de Mayo, se llamaban las Madres del Paco, y su lucha por salvar a los chicos me conmovió.

¿Por eso ellas también figuran en las voces en off?

S. T.: –Después de pensarlo mucho, decidimos dejar una parte en off: que además de las tres Antígonas en escena, aparecieran otras mujeres fuera de campo, voces que remiten a la actualidad, una enunciación que distanciara al público del mito llevándolo a lo histórico. Había que elegir voces que entraran en la dinámica ideológica de la propuesta. La primera que surge es la de Estela. ¿Por qué una Abuela y no una Madre? Porque todavía hay muchos nietos apropiados, desaparecidos. Esa desgraciada vigencia va a durar un par de generaciones más. Estela aceptó de inmediato, leyó el texto una sola vez y nos anunció: estoy lista. Así, de una, con intuición de actriz. Sabíamos que las otras voces, que en un punto representan al coro, debían ser de mujeres, ya que Antígona representa la fuerza de lo femenino. En el caso de la lucha contra la trata, iba a estar Susana Trimarco, pero no pudo y pidió ser reemplaza por una chica colombiana, Andrea Romero Randon, que pertenece a la fundación. La Madre del Paco Isabel Vázquez tiene una historia tremenda: es otra Antígona.

Ustedes hacen una reescritura de la reescritura de Griselda, le agregan este plano de las voces.

S. T.: –Sumamos otro registro a los que plantea la obra. También hay una reescritura con las proyecciones. De algún modo, tenía yo que hacer el trabajo de Griselda cuando escribió la obra: si ella apelaba a Shakespeare, a otros textos literarios, a los desaparecidos, yo debía buscar en la ficción cinematográfica y en el documental. Lo primero que se me ocurre es Ran, de Kurosawa, Shakespeare –Rey Lear– en el cine para esa batalla que Griselda describe maravillosamente. Luego Apocalipsis Now!, gran film de guerra de nuestra época. Y así fui eligiendo planos que al proyectarse se convirtieran en parte de la escena, se fueran teatralizando. Hasta llegar a las Madres de Plaza de Mayo, los Bastones Largos, Mayo del ’68, el Cordobazo, los Indignados. Porque esta zona de las proyecciones se puede seguir modificando.

¿Cómo llegan al diseño del espacio y de la escenografía?

T. S.: –También hacemos reescritura en ese rubro. Debo decirte que nunca sigo las indicaciones del autor porque me parece que son orientativas de lo que quiso proponer. Por eso, siempre pensé que la carcasa como lugar del poder que sugiere Griselda se podía hacer de otra manera. Los cubos los ideamos como un lugar para sentarse, el bar.

S. T.: –Pensamos con artistas como Sofía Althabe, pintora, que nos ayudó con los colores en relación con la luz, el volumen. El realizador de la escenografía, Fernando Leiva, hizo su aporte también. El espacio, las dimensiones y los materiales los decidimos nosotras. Yamila Volnovich, pintora y semióloga, también hizo su contribución. La música de Fernando Lerman fue compuesta en relación al mito, Tere insistía en que la percusión marcara el pulso. No algo melódico sino más bien metido en lo orgánico de las voces.

T. S.: –El vestuario también marca los dos planos de ellos y ellas. El de las Antígonas, atemporal, estilizado, que no alude a una época o moda en particular.

S. T.: –La luz es un aspecto importante. Con Eli Sirlin venía trabajando un proyecto de investigación sobre la tragedia. Ella fue armando un diseño, nos decía: necesito algo que refracte, que trasluzca, puede ser cuarzo, puede ser sal... Entonces, una parte de la escenografía la hicimos yendo a comprar piedras en las canteras, eligiendo el color, la forma. La luz se metió hasta la materialidad escenográfica.

T. S.: –Me gustaría señalar la participación de Doris Petroni en la búsqueda de gestos de las actrices que no remitieran a nada concreto, gestos que vienen de aquellos códigos que armamos con ella en los primeros ensayos, el año pasado.

S. T.: –Fuimos trabajando minuciosamente todos los rubros, sumamos artistas, hicimos trabajo de mesa. Y desde luego, los ensayos. La actriz más joven, Sofía Tizón, tiene 14, no entendía el texto por momentos.

T. S.: –Y un día, muy en los comienzos, haciendo un acercamiento a la situación de Antígona, les digo: las tres son heroínas, salen de la tragedia, Las otras dos actrices entienden el punto de partida, pero Sofía me pregunta desde sus pocos años “¿qué es ser trágico?, ¿cómo se consigue?”. “Como un superhéroe”, le digo. “Ah, bueno”, entendió. Y decidió hacer a la princesa Leia en un principio. Pero fue difícil para todo el elenco. Y no te cuento cuando lo hicimos en el Conti, en la ESMA, donde sobre todo los actores se sintieron muy afectados.

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