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Viernes, 23 de septiembre de 2011

ENTREVISTA

El coctel Felipe

Liliana Felipe está una vez más en Argentina, esta vez para ponerles voz a los tangos de Discépolo, de quien, dice la compositora, admira no sólo su lírica, sino también su compromiso político explícito. Mientras intenta recuperar esa pronunciación que empezó a perder cuando se exilió en 1976 para hacerle honor al género que ahora visita, esta mujer de ojos de agua se mete con cuanto tema se tire sobre la mesa: aborto, narcotráfico, activismo gay, matrimonio; siempre que esté cerca su esposa, Jesusa Rodríguez, con quien se casó más de una vez, aunque sólo como un servicio para la comunidad.

 Por Marta Dillon

Se sienta a la mesa y mira el grabador con desgano, como si adivinara que nada de lo que se dirá después de que ese artefacto se ponga a andar puede interesarle más que una charla de pasillo, aun cuando en esa charla alguien la rete porque eligió a Enrique Santos Discépolo para su nuevo repertorio en lugar de a Homero Manzi. Prefiere esa chicana que le enciende los ojos azules y le suelta la lengua que una sola pregunta más sobre su amor por el piano o el porqué de sus canciones. No tanto por la insistencia en lo que ya no quiere volver a contestar, sino porque esta mujer no ha nacido para estar quieta. La silla parece apenas un punto de referencia para el ir y venir de sus brazos, de su cuerpo entre la mesa y el respaldo, de un vaivén interminable que parece anunciar planes mucho mejores que éste que se le está proponiendo frente a un grabador. Liliana Felipe sentada, sólo es feliz frente al piano, y aun así, frente a ese instrumento que la convierte en una tormenta de energía desbocada como si fuera el arma fetiche que toda superheroína necesita, tampoco se está quieta. Estar quieta no es para ella que es capaz de armarse un show en mes y medio sólo para poder volver al país donde nació y a donde no la sujetaba ningún plan al menos hasta 2012. Estar quieta no es lo suyo y por eso es que es capaz de trocar nostalgia por ensayos y un aporreo de teclas que se rendirán a su hechizo y convertirán a diez tangos de Discépolo en una molotov a lo Felipe, sin mecha y sin nafta, pero con política, amor, dolor y vida cotidiana, ingredientes igualmente explosivos entre sus manos, en su boca, en el fulgor de los ojos azules que se rinden y aceptan contestar una pregunta remanida.

¿Por qué Discépolo?

–Bueno, porque sí. Y porque ese tipo decidió y eligió que lo que él podía hacer no quedara dentro de la nata de la duda de a quién le sirve. El quiso ser y servir a los trabajadores, la clase obrera, a los jodidos de su patria. Quiso que su arte fuera por Perón, por el Perón que a él le tocó. Y yo también creo que en el arte no se puede estar con las patas en una vereda y en la política en otra. Sin embargo, eso es rarísimo en un artista, no sólo comprometerse sino decirlo y asumirlo. Además, el tipo era ingenioso y eficaz. No sé mucho más de él ni quiero saber.

Dice eso y después recuerda la anécdota de su muerte, que le dijo a su amada Tania que tenía frío y que así, como quien se duerme, murió. Dice también que murió de tristeza, algo que ella no se permite aun cuando algo de tristeza se cuele en su mirada al decir que está viviendo un segundo exilio.

¿Tenés ganas de volver a Argentina?

–De volver, no. Pero de alguna manera estamos como exiliadas de nuestro país donde todo es tan oscuro. Parece una tumba de tantos muertos sin sentido. Porque la muerte viene con los narcos ¿y quiénes son los narcos? Los militares, la policía, todos; pero nadie dice que es. Aquí, por lo menos, esos a los que llamaban subversivos tenían una misión, un propósito. En México se acumulan los cadáveres, los desaparecidos y no hay qué reclamar. Es muy parecido a lo que sucedió en Colombia. Argentina tiene que estar alerta, porque éste es un momento delicado. Hay un gobierno que invierte en la gente pero los narcos son también una amenaza.

El exilio, entonces, no es de país sino de la ciudad. Liliana Felipe y su esposa, Jesusa Rodríguez, se han retirado de la ciudad al desierto, a una casa donde las plantas crecen bajo su cuidado y la “naturaleza te va enseñando cosas a lo mejor un poco duras pero de mucha inteligencia, de cómo se reutilizan las energías dentro de la misma naturaleza. Y sobre todo te descansa, porque ver cómo el país se desmembra, la sociedad pierde su tejido de manera vertiginosa y profunda, no hay creación colectiva, pues entonces te tienes que salir de ahí. No es que yo quiera volver, pero sí recuerdo mucho cuando salí de Argentina en 1976. Tardé cinco días en llegar a Lima y ahí de pronto me di cuenta de que en esa ciudad había libros en la calle, figuras del Che y tomé conciencia real de lo mal que estábamos viviendo. Ahora en cambio, me pasa al revés, vengo acá y me doy cuenta de lo que estamos viviendo en México”.

“¿Y no serás tú la que hace caer a los países?” –la que habla es Jesusa, esa mujer pequeñita y morena de pelo recogido en una hebilla hecha de mostacillas y por manos indígenas. Jesusa hace el chiste para desbaratar esa amargura que ninguna de las dos puede evitar frente a la situación política de su país, aun cuando no las inmovilice sino que las lleve a formar parte de una resistencia civil que ya se está organizando “para evitar el fraude electoral que es histórico”, según afirma. Jesusa es mucho más que la esposa de Liliana Felipe, su compañera desde hace 30 años. Es, además, quien pone buena parte de las palabras cuando la compositora hace silencio o cuando, sin más, las palabras le resultan esquivas. La semana pasada, por ejemplo, Liliana Felipe presentó una ponencia en el IV Congreso Iberoamericano de Culturas Públicas, estuvo sentada en la mesa sobre “diversidad” y contó la historia de Juana “la larga”. Pero cuando se le pregunta de qué se trata, Felipe le pasa la posta a su esposa y confiesa: “Es que, en realidad, fue Jesu quien la escribió”. Jesusa contestará sobre la ponencia, pero de inmediato las dos mujeres dejarán que la complicidad que fraguaron en décadas sea la que lleve el diálogo, como si no hubiera más interlocutores que ellas dos.

–Juana fue un personaje de hace 200 años, una persona a la que tuvo en su mira la inquisición en Guatemala, aunque los límites no eran los mismos que ahora entre Guatemala y México. Se la acusó de no ser ni hombre ni mujer. Fue analizada por los médicos de la época, su anatomía fue dibujada... y todo eso quedó en un documento del Archivo General de la Nación. Al parecer, esto de “La larga” era porque tenía un clítoris muy largo. Lo interesante es que 200 años después, esas indagaciones continúan sobre las personas a pesar de que el género es una categoría casi obsoleta, que no tiene ningún sentido porque la conducta social lo ha rebasado más allá de las vías retrógradas que se intentan imponer.

Liliana: –Lo chistoso de esto es que a nosotras nos llamó la atención el nombre, Juana la larga, si me lo ponés así en la mesa te digo que quiero hacer algo con ella, me parece fantástico el personaje y pienso, ¡qué clítoris, nena! Y me imagino unos tipos que están todo el día mirándole el clítoris; cuántas veces la habían excitado para ver si funcionaba...

Jesusa: –Yo creo que la diferencia de género es muy importante en muchas cosas, desde lo orgánico porque un cuerpo puede asumir la reproducción y el otro no, pero fuera de la maternidad me resulta irrelevante e innecesario; es una diferencia hecha sólo para controlar. Es inútil que sigamos en lo mismo, sobre todo cuando las conductas humanas han rebasado en mucho todo ese prejuicio atrasado. El patriarcado es una cuestión económica, yo no veo más que eso, facilidades prácticas y económicas, no tiene otra razón de ser.

Liliana: –¿Dónde era que prácticamente tenías un tipo en tu casa para que no fueras a abortar, que leímos en Debate Feminista?

Jesu: –Bueno, sí, eso en la época de Ceaucescu...

Liliana: –Y era el marido el que autorizaba todo...

Jesusa: –Pero lo cierto es que si todavía existe la prohibición del matrimonio igualitario y el aborto es sólo porque detrás hay una cuestión económica.

Liliana: –Yo me cansé del mundo gay, es vergonzoso, están todos clavados en su desfile anual y que resulta que es sólo el desfile de las discotecas y no veo que estén apoyando ideas políticas refrescantes ni nada, al contrario están pensando qué comprarse para maquillarse y cuánto les cuesta. Es una cosa totalmente externa. Si ves el video de las muxhes, esas mujeres indígenas que son hombres y que quieren ser las peores mujeres; porque las mujeres no somos eso que ellos quieren ser, no somos esas tipas que estamos pensando sólo en pintarnos las uñas y depilarnos las cejas, no somos ésas...

¿Pero hay una manera de ser mujer?

Liliana: –Yo sí creo que hay una manera de ser mujer, hay muchas mujeres inteligentes, no somos lo que ellos copian o lo que ellos quieren ser...

Jesusa: –Creo que Lili se refiere a ese fenómeno de discoteca que se da con los travestis, que parece que quieren ser personajes fríos y vacíos de la televisión, gastan muchísimo dinero en parecer unas estúpidas que sólo piensan en su maquillaje... Da flojera pensar que la humanidad no avanza aun cuando están rebasados en la vida cotidiana. Está el caso de esta pareja canadiense que no quiere revelar la identidad de género de su hijo o hija para no imponer condicionamientos y están los que se espantan con esto; y a la vez tienes que el nuevo rey de la moda es una reina de la moda, un bosnio guapísimo...

Liliana: –Eso es genial. Y es bellísimo.

Jesusa: –Creo que es completamente irrelevante entonces el género, pero sigue habiendo crímenes de odio y vivimos en la época de las cavernas con gente que reacciona como hace 200 años frente a Juana la larga, asesinando. O también oponiéndose al aborto como si fuera un tema sólo de ética, que lo es, pero también es un sistema de salud pública...

Liliana: –Yo te voy a decir lo que pienso del aborto. Fuimos un día a unos viveros cerca de donde estamos viviendo y de repente empezamos a ver que algo se movía en el piso. Eran como unas cosas muy pequeñitas que se movían y dijimos: “Ay, mira, son perritos, qué bonitos”, los juntamos en una cajita. Y al instante vino una perra flaca, los vio y se los comió. Punto. Eso es lo que pienso, esos perritos no iban a sobrevivir, las mamás son las únicas personas que pueden decidir si quieren, si pueden, quién carajo les tiene que decir quién, cómo y cuándo tener hijos. Y resulta que llevamos mil años en esto y ese barullo mental nos prohíbe ver lo que se está haciendo, el robo constante de los recursos naturales, el colonialismo.

Jesu: –Lo que digo es que detrás del control del cuerpo de las mujeres y de sus supuestas razones éticas lo que hay es cuestiones bien prácticas, dinero, poder, esas cosas; no encuentro otra razón posible para ciertas cosas, desde la invención de Dios en adelante, puro control, para cuestiones prácticas, económicas o de servicio.

También es cierto que esos modelos de mujer de los que hablan son los modelos disponibles a través de la mayor parte de los medios de comunicación que también funcionan como imposición.

Liliana: –Bueno, sí, es cierto. Pero también es cierto que perdemos demasiado tiempo con ciertas cosas. Por ejemplo, nosotras nos casamos porque fue como una especie de servicio para los que venían, pero yo nunca había pensado que el casamiento era algo que me interese...

Jesu: –Y menos conmigo...

Liliana: –¿Para qué casarse? El otro día leí que el vestido blanco de las casamenteras es porque a las vacas que iban a ser sacrificadas les ponían una cosa blanca para señalarlas. Qué pureza, era la vaca al matadero. Lo tuvimos que hacer porque es un logro de la comunidad gay, es un logro de la sociedad toda, de la gente que cree que eso elimina un poco las diferencias. Pero para mí no elimina ninguna diferencia, lo hice porque si les sirve a los otros, ante sus familias, bueno lo hacemos. Son pasos minúsculos, pero la igualdad está atrasadísima. La igualdad va para atrás. Porque aun cuando la igualdad sexual avance con pasitos minúsculos, la igualdad económica sólo retrocede. ¿De qué igualdad estamos hablando?

¿No cambió nada la vida cotidiana en México DF a partir de la aprobación del matrimonio para todas las parejas?

Jesusa: –Sí, se han visto cambios muy importantes, pero sobre todo después de la despenalización del aborto.

Liliana: –Y... hay 10 mil muertas menos, para empezar.

Jesusa: –No sé si ése es el número, pero sin duda una buena cantidad de mujeres pudieron salvar sus vidas. Porque no sólo pueden acceder al aborto seguro las que viven en la ciudad sino cualquiera que venga al DF. Y vienen muchas. También hay cambios en relación al matrimonio, hay menos asesinatos por odio.

Liliana: –Sí, bueno, también se ve más libertad en la calle.

Jesusa: –Pero en muchos estados se han afianzado las leyes de odio. Hace poco estuve en Guanajuato, en el centro de México, donde el aborto no punible en caso de violación es ley desde 1946. Hasta hoy ni una sola mujer ha podido ejercer ese derecho, por objeción de conciencia de los médicos, porque los hospitales no lo permiten, por lo que sea...

¿Ser lesbianas fue o es una forma de resistencia a estas formas de control que describían?

Jesusa: –No, es una manera de ser persona, yo ni siquiera soy lesbiana, Lili sí (risas).

Liliana: –Es raro, pero nunca nos lo cuestionamos, ni de jóvenes ni de viejas. No es ni siquiera un tema.

Hablando de resistencias, elegir a Discépolo y resaltar su compromiso político parece todo un gesto frente a ese panorama político mexicano que describían .

Liliana: –Puede ser. De hecho me enteré leyendo algo sobre él que en septiembre del año 1951 hubo un golpe militar encabezado por Luciano Benjamín Menéndez para defender a la oligarquía en contra de Perón. Y me quedé helada porque el mismo tipo que mata a mi hermana es aquél. Inmediatamente mi cerebro hace click, por esa continuidad que antes no había advertido. Y también de pensar en la familia que tuvo que aguantar a este hijo de puta de Menéndez. Me impactó mucho, aunque podría ser una tontería, algo anecdótico.

¿Qué te hace pensar que la familia de Menéndez no compartía sus ideas?

Liliana: –¡No sé! A lo mejor es ingenuidad, porque no puedo creer que alguien, cualquiera se lo pueda aguantar. Pero si querés volver a Discépolo, lo único cierto más allá de las anécdotas es que diez tangos suyos juntos son una bomba.

¿Cómo elegiste esos diez tangos?

–Como fui pudiendo, porque no tenía las partituras, las mandé pedir sin mucho éxito hasta que logré que en Sadaic me dieran algo, fue difícil pero empezando a tocar ya se alivia el conflicto, aunque no es lo mío ser intérprete. Lo mío es la composición. Pero en este caso, soy intérprete y hago los arreglos y se hace algo medio extraño, porque si yo me equivoco tocando cosas mías, pues es mi pedo, ¿no? Alguien podrá decir que me equivoqué, pero siempre con respecto a mis discos, pero si es de otro autor, ahí se pone feo. Y además, me ha pasado algo por primera vez aquí en la Argentina y es estar cantando, levantar la vista o mirar al público y descubrir a más de una cantando conmigo. ¡La gente se las sabe! ¡No me van a perdonar nada!

Tangos pensados en México pero para ser interpretados en Argentina, doble desafío.

–Sí, además tuve que ensayar la pronunciación, al menos la ye la tengo que decir como corresponde. Toda mi argentinidad revisitada.

¿Qué es lo que cargás en esa ilustración con que presentás el espectáculo?

–Un bacalao, pero el bacalao es Jesu –dice y las carcajadas llenan el bar donde Felipe logró mantenerse sentado por un rato, un bar de nombre apropiado para este final, La Prometida.– Una que se convirtió en esposa y que podrá ser una carga a sus espaldas, pero es allí donde la boca de una está cerca del oído de la otra, para esos momentos en que las palabras se vuelven esquivas.

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