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Viernes, 16 de diciembre de 2011

MúSICA

Arrabalera

La ganadora del premio Hugo del Carril 2010, Natalia Lopópolo, presenta Mamita, su primer disco, donde repasa fresco cancionero tanguero y composiciones de ayer, hoy y siempre.

 Por Guadalupe Treibel

“¡Oiga, che! ¡Presénteme! ¡Soy Felisa Roverano, tanto gusto, no hay de qué!”, arrojaba el torbellino Merello en su versión “Arrabalera” de 1950, para después propinar más letra tangueril fijada en el recuerdo: “Si me gano el morfi diario, qué me importa el diccionario ni el hablar con distinción. Llevo un sello de nobleza, soy porteña de una pieza, tengo voz de bandoneón”. Es a esa flor de enredadera que creció en el callejón a la que Natalia Lopópolo parafrasea en el comienzo de sus shows cuando, micrófono en mano, intercambia los nombres, inserta apellido propio, se calza ruleros de madrona de antaño y luego los dispara, soltándose el batón: de buenas a primeras, la cantora se renueva como madraza 2.0, entre tangos, valses y milongas.

No por nada el tema inaugural de su primogénito larga duración se suma a las bateas con el título Mamita y comienza el inventario de 16 tracks con “Madrugada y soledad”, de la joven compositora Marisa Vázquez, sobre un amor que ya no está. “Pareciera estar hablando de un hombre pero, en realidad, es un tema que Marisa le escribió a su madre”, cuenta Lopópolo sobre las casualidades que fijan sentido. “Es que la madre es una figura emblemática del tango. Nuestros poetas han escrito para ellas y las han iconizado, pero hoy esa figura cambió: llevar guita a casa, laburar todo el día, cocinar, cuidar al nene con una mano, mientras con la otra se chequea la laptop, defender un proyecto personal, eso es ser arrabalera”, define Natalia. Y agrega: “Hay que mostrar cuáles son las mamitas de hoy día, dónde está la mina tanguera ahora”.

En ese afán de renovar ideas y repertorio, Lopópolo –ganadora del Premio Hugo del Carril 2010–, incluye también “Gualicho de luna”, otra composición de Vázquez, donde a la ansieta y la eterna soledad las amainan netbooks o redes sociales... hasta que llega la media naranja y sanseacabó. “Si digo ‘bufoso’, un chico de 20 años no va a saber que me refiero a un revólver. Hay que jugarse y apostar por el tango nuevo, con músicos, poetas y cantores nuevos. Hoy también hay un lunfardo. ¿Cuántas veces más podemos cantar ‘Naranjo en flor’? Es una obra buenísima, pero ya la hizo todo el mundo”, destaca la mujer que –siguiendo línea temática– fuera madre primeriza de su beba Felicitas dos años atrás, mientras daba forma al LP. “Me costó más parir el disco que a la nena”, bromea y habla de lo difícil de la autogestión: “Es toda una cruzada; como remar en dulce de leche”.

Con todo, en Mamita Natalia reúne 16 tangos, valses y milongas compuestos entre 1920 hasta 2011, incluidos “Y todavía te quiero”, de Luciano Leocata y Abel Aznar; “Muchacho”, de Edgardo Donato y Celedonio Flores; “Besos brujos”, de Alfredo Malerba y Rodolfo Sciammarella, entre otras canciones frescas y cuidadosamente ejecutadas. “La idea es apostar y arriesgarse poco a poco, ir sumando material virgen”, explica la treintañera que estudiase la “antigua técnica italiana de canto” (que se centra en los agudos para trabajar la colocación de la voz) con Susana Rossi y teatro con Luis Agustoni, Joy Morris, Víctor Bruno.

¿Por qué la elección de aquellos temas? “Por las letras”, responde sin dudarlo la expresa fanática de Tita Merello. “No son canciones trilladas pero sí conocidas y tienen una gran poesía”, reafirma la mujer a la que ciertos “productores” le recomendaron ¡cambiarse el apellido!, mientras recuerda evocativas líneas como “Ibamos perdidos de la mano” (“Yuyo verde”) o “Parece mentira que el sueño más puro nos quiebre la fe” (“Parece mentira”).

Acompañada en el vivo por Damián D’Alessandro y José Torelli en guitarras, Sirso Iseas en bajo, Germán Cavallero en flauta traversa y Rubén Slonimsky en bandoneón, Natalia destaca cierta particularidad de sus arreglos: “En general, las formaciones clásicas incluyen piano, contrabajo y bandoneón. En mi caso, incluyo la flauta traversa –que, previo al bandoneón, era la vedette del tango–”. La incorporación hace, sí, su divino aporte en un extenso y efectivo cancionero que, como ella misma entona en el último track de su Mamita, “se llama tango y nada más”. Y nada menos, qué va. Otra flor de enredadera que creció en un callejón pero, ojo, del siglo XXI.

Natalia Lopópolo presenta Mamita el martes 20 de diciembre a las 20 en No Avestruz, Humboldt 1857, Palermo Hollywood.

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