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Viernes, 27 de abril de 2012

PERFILES > MARIA DAS GRAçAS FOSTER

Una mente brillante

 Por Roxana Sandá

Terezinha limpiaba casas y excusados con el mismo empeño que criaba a sus hijas, la pequeña Maria das Graças y la mayor, Rita, ojerosa de tanto sueño inconciliable bajo el techo de un padre golpeador. En el barrio pobre de Caratinga, en Minas Gerais, sabían y callaban que el marido de Terezinha le pegaba por rabia y porque sí. Entonces ella borró de un plumazo ese horizonte cuando María, o Graça, como le gusta que la llamen, cumplió dos años, el 26 de agosto de 1955: con el silencio a cuestas, casi huyendo, apretando en cada mano las de sus hijas, Terezinha partió hacia Río de Janeiro. A la calle primero, hasta que encontró un lugar en el morro do Adeus, un caserío pobre y apartado, hoy eslabón del grupo de favelas del Complexo do Alemao. Ya no estaban las casas de las señoras de Minas; ahora el sustento crecía en las veredas y por mucho tiempo el peregrinaje del cartoneo salvó del hambre a las tres mujeres. A las hermanas no les importó demasiado ese oficio que les ampollaba los pies: ahora crecían reflejadas en la sonrisa de su madre. Nunca habían visto ese gesto antes. A las fantasías con que se alimentaba María, tampoco. Era en esencia inquieta, inteligente, aventurera. La escuela primaria estatal y más tarde la secundaria fueron trámites, sí, pero también la comprobación de que “la chica que vive en la favela” era una mente brillante. Por años trazó una parábola entre sus amadas clases de teatro y la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Federal Fluminense, donde se recibió con puntaje destacado. La primera la ayudó a desplazarse sin remilgos en un mundo de hombres. La segunda permitió encumbrarla en un área clave, nunca más oportuna para el tema de esta semana en la Argentina, porque Maria das Graças, ahora también señora de Foster (su tercer marido es el empresario Colin Vaughan Foster), es nada menos que la presidenta de Petrobras, rebautizada por los medios como “la dama de hierro del petróleo” y, yendo a lo coyuntural del asunto, la primera funcionaria extranjera con la que se reunió el ministro de Planificación, Julio de Vido, el sábado pasado, apenas nombrado interventor de YPF, para acordar incrementos de inversiones en el mercado energético argentino, en uno de los primeros movimientos del Gobierno tras el anuncio de expropiación. Es un hito que se trate de la primera mujer que dirige el gigante estatal, en medida más corta por su calidad de compañera de militancia y amiga personal de Dilma Rousseff. La ejecutiva de 58 años trabaja desde los 24 en la empresa, cuando ingresó como pasante, y su energía y el estilo de gestión técnica corren por cuerdas similares a las que toca la presidenta de Brasil. Propios y ajenos se refieren a ella como el “clon” de Dilma. “Hace más de treinta años que andamos juntas mi credencial de identificación y yo. Aquí, todos los días registro un capítulo más de mi historia, que ya cuenta con más de diez mil capítulos”, dijo en febrero último frente a la plana mayor de Río cuando tomó posesión del cargo, aplaudida como en un cumpleaños por la primera mandataria, los ministros de Economía y Energía, el presidente de la Cámara de Diputados, algunos gobernadores y muchos empresarios. “Sin sombra de duda, con Graça en la presidencia, Petrobras estará en buenas manos”, confió Rousseff. “Conozco bien la capacidad de trabajo, la competencia y la seriedad con que se dedica no sólo a esta empresa sino a todo lo que hace en su vida profesional. Sabrá dar continuidad y ampliar las conquistas de Petrobras.”

Obsesiva, brava en sus planteos, sabe “que las personas no se alegran de tenerme como jefa. Soy muy difícil de tratar, lo reconozco, pero también sé abrazar y besar a quienes trabajan bien”. No le distraen la tenacidad su espíritu carioca, el Carnaval que la pierde, el amor por Los Beatles ni el tatuaje con su nombre en el brazo de uno de sus hijos. Le deja entreabierta alguna hendija a la ternura cuando su nieta adolescente la acompaña a la empresa, desde la madrugada hasta entrada la noche. Es una obviedad que los directivos de Petrobras tiemblen cuando deben subir al despacho del piso 23 para dar explicaciones, disculpas o lástima. Y ella se impacienta con razón de Estado, porque en sus manos tiene el reto de administrar inversiones de 225.000 millones de dólares que, hasta 2015, la empresa pretende invertir en los yacimientos descubiertos en las costas brasileñas. Los lobbistas del Financial Times le echaron el ojo hace tiempo y lo hicieron público en 2010, al elegirla entre una de los cincuenta ejecutivos más influyentes del mundo. Pero las sensaciones indescriptibles de libertad y plenitud asoman los fines de semana, cuando se sube a una camioneta para visitar las plantas petrolíferas en pleno campo, vestida con su overol preferido, el casco de rigor y los anteojos especiales. Con esos cristales, asegura, nada la hace más feliz que ver la vida a través de ese entrañable chorro de color negro.

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