Este miércoles, cuando celebre su cumpleaños número 54, es probable que Alejandra Gils Carbó haga un repaso si no minucioso por lo menos afectivo de su carrera: desde 1987, cuando ingresó a la Justicia, hasta la fecha, la actual fiscal general de la Cámara de Apelaciones en lo Comercial y candidata de Cristina Fernández de Kirchner para ocupar la Procuración General de la Nación dedicó esmero y pasión estudiosa a una trayectoria que se le convirtió en lujo. “Es un lujo para todos los fiscales”, apuntaló una par, la fiscal Mónica Cuñarro. La Presidenta fue bastante más lejos al decir “quiero que seas como sos”, y la frase, contrariamente a la vaguedad que por lo general cerca a este tipo de oraciones, abrió un catálogo amplio de la condición humana de Gils Carbó. Es cierto que de ella siempre se dijo que es una profesional independiente en términos de un pensamiento libre de ataduras, aplicada en sus dictámenes, con decisiones fundadas en el Derecho y de un conocimiento genuino del paño, por estudiosa pero también por seguidora de las causas. Sin embargo, esa especie de “sé tú misma” que escuchó por toda respuesta cuando en reunión concertada por el secretario legal y técnico Carlos Zannini, la propia fiscal le preguntó a CFK qué esperaba de ella, invita a hablar de una personalidad que no admite claroscuros, como quedó demostrado en una entrevista que le realizó Martín Granovsky para este diario. Egresada de la UBA, ex campeona nacional de esgrima y con una maestría en Economía Política en Flacso, Gils Carbó deja percibir su sentido federalista de la Justicia y advierte que las abstracciones no son lo suyo, antes sí el estudio y el trabajo; se inclina por límites menos tajantes entre los derechos público y privado más que por los abismos académicos; entiende de asimetrías y de la desolación judicial de las personas sin recursos. “Una se siente bien cuando tiene que ponerse en el lugar del ciudadano afectado”, dice. La vida “la empujó” al Derecho Comercial, pero la conmueve el Derecho Público, abordado con holgura mientras se desempeñara como fiscal adjunta en el mismo Ministerio Público Fiscal que por primera vez desde la restauración democrática sería dirigido por una mujer. Lo dicho, su mirada es amplia y de una generosidad intrínseca, sobre todo al referirse a corporaciones económicas de peligrosa onda expansiva, cuando señala al periodista que “la gente habla mucho de la inseguridad, pero la raíz está en la marginalidad y en la falta de educación, temas en los que tienen peso las corporaciones cuando pretenden manejar los recursos del Estado. Si esas corporaciones tiran de la manta quedarán muchos afuera, desnudos”. Habrá que ver cómo se para y se planta durante la audiencia en el Senado, aunque se descuenta que hallará respuestas más estratégicas (no leerse como políticamente correctas) que el candidato anterior y titular de la Sindicatura General de la Nación (Sigen), Daniel Reposo. La dama acuerda en reforzar el rol del Estado, su latinoamericanismo goza de buena salud, celebra la protección de los más desprotegidos a partir de la estatización del sistema previsional y hace foco en la revisión de los crímenes de lesa humanidad. “Ningún país puede salir adelante si no echa luz y sigue con muertos escondidos en el ropero.” No es objetivo de esta columna ocuparse de su dictamen contra la fusión de Cablevisión y Multicanal firmada en 2006. Sí en cambio aguardar expectante su pronunciamiento en otras cuestiones sensibles al calor de la sociedad, como la interrupción voluntaria del embarazo, los abortos no punibles ratificados por la Corte Suprema y la violencia de género, sobre las cuales Reposo se manifestó con apuro y torpeza, en una audiencia plagada de un patocriollismo irremontable. Todo capítulo se renueva para avanzar: de movida, entusiasma el horizonte con una mujer a la que no le tiembla el pulso a la hora de declarar nulos aquellos actos que violen el interés de los sectores más débiles de esta Argentina.