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Viernes, 5 de octubre de 2012

MONDO FISHION

El extravagante placard de Tilda Swinton

 Por Victoria Lescano

Lo más parecido a un Ziggy Stardust de la moda y de la actuación traspolado a comienzos de 1990, cuando personificó a Orlando con vestuario de Sandy Powell o bien cuando en 2003 los diseñadores holandeses Viktor & Rolf la erigieron musa de su colección Prêt-à-porter, es la actriz Tilda Swinton. El último grito de la moda celebratorio de su estilo remite a The Impossible Wardrobe, una fabulosa performance celebrada entre el sábado 29 de septiembre y el lunes 1º de octubre en el Palais de Tokio de París y en el contexto del Festival de Otoño. Allí Swinton ofició cual mannequin viviente de los tesoros de moda cobijados en el Museo Galliera de París, con curaduría del prolífico Olivier Saillardée (el director del museo que actualmente está en reparaciones y quien ya ideó otras acciones para desacralizar a la moda y alejarla de las elites de los doscientos invitados a un show de alta costura). Mientras, en París se celebró una nueva edición de la semana de la moda con todas las miradas puestas en el debut de Hedi Slimane en “Saint Laurent”, la colección de Raf Simmons para Dior y la de Ghesquiere para Balenciaga, dejando por sentado la nueva avanzada de los belgas en el sistema de la moda (muy lejos del imperativo de los nuevos dictámenes y artilugios y en el transcurso de cuarenta minutos, léase cuatro veces más de la duración de cualquiera de los desfiles antes mencionados). Pero volviendo a Tilda, su silueta andrógina y exquisita, vestida con una robe blanca, ofició de soporte y de perchero chiquérrimo para desfilar cincuenta piezas fechadas entre el siglo XVIII y la actualidad.

El listado de atavíos desfilados de un modo insólito (cual si terceras pieles y parodiando cualquier premisa utilitaria para ahondar en la poesía de los textiles) admitió tanto un abrigo del 1900 que perteneciera al placard de la bailarina Cleó de Merode a un abrigo de la sacerdotisa de la moda surrealista Elsa Schiaparelli, colección 1953, un vestido de madame Gres, como también un traje de tarde de la maison Lanvin circa 1934. El extravagante desfile revisionista exaltó el mítico vestido Delfos de Mario Fortuny, creador de los plisados con calor.

La delgadez de Swinton “se abrigó” con dos saquitos Chanel (temporada 1963), usados de modo superpuesto y hasta llegó a modelar un saco que perteneciera a Napoleón Bonaparte, mientras que su cara rara avis se abanicó con una pieza con plumas de faisán no menos exótica, y para concluir tanto con un modelo de mallas metálicas de Rabbane que fuera usado por Brigitte Bardot, como también un traje del 1900 ornamentado con aigrettes que perteneció al vestuario para galas de la actriz Sarah Bernhardt.

El desafío de semejante fashion parade parece dialogar y exaltar los rincones menos frecuentados de los museos: los depósitos y las salas de restauración. El historiador de moda Saillard contó que al idear la performance pensó en la escuela shakespereana de Tilda y en sus anteriores participaciones teatrales y que la primera vez que visitaron las arcas del Galliera, ella le confesó que se sentía inmersa en una morgue, pero que con el año de labores conjuntas que demandó el proyecto, y su rescate lúdico de usos y costumbres para con las prendas, de guantes Schiap que nunca antes lucieron tan surrealistas, así como zapatos que galoparon felices de no estar en los pasos cansinos y a la moda cuasi abúlica de una supermodelo, como las ironías con medias vintage, finalmente la morgue en cuestión devino en pulsiones vitales de una nursery.

Mientras que los nuevos ardides de las firmas de moda para comunicar sus vestimentas se inclinan por revisitar los archivos y en ocasiones, trasladar los maniquíes, los originales y los bocetos de la privacidad de los atelieres de diseño al contexto de los principales museos de Nueva York, París y Londres con anclaje en la historia de la moda, esta vez Saillard y Swinton desafiaron todas las convenciones y marcaron un nuevo hito. Los resultados del desfile consagrado a ese placard imposible y delicioso (y cuyas fabulosas fotografías de Piero Biasion se cedieron para esta nota), fueron filmados por la artista Katerina Jebb, focalizando los modismos de miss Swinton para interactuar con las prendas.

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