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Viernes, 2 de noviembre de 2012

Y el verbo se hizo carne en la canción

MUSICA Con letras afiladas desde el activismo y la espiritualidad, llega por primera vez a la Argentina la MC escocesa Soom T. Antes de su show del 3 de noviembre en el Konex, habla con Las12 de su batalla artística, su verdad y su música.

 Por Guadalupe Treibel

Ella dice que difunde la palabra y que la palabra es la verdad. Que las verdades no se negocian y los negocios –de la política, ciertos organismos, instituciones– alimentan los problemas que enferman al mundo. “Pelea la buena pelea y no te equivocarás”, arriesga como mantra la comandante renegada que, en su lucha sin cuarteles, habla de canciones como bombas, de la guerra del arte por la paz, de performances que son batallas. Nacida hace poco más de tres décadas como Sumatri Bhardwaj, la rapera indoescocesa Soom T lleva más de 15 años haciendo culto a la poesía militante de sus canciones contra el corporativismo, la división de clases, el lavado de cerebro de los mass media.

Con habilidad virtuosa y espiritualidad marcada, la MC número uno de Glasgow enmarca su mensaje desde un eclecticismo inclusivo: dub, reggae, hip-hop, folk, electrónica, jazz, punk, nü rave o música gitana balcánica, ningún estilo le es ajeno a la hora de divulgar lyrics como “Cuando naces sin nada más que privaciones / Primero lloras y luego gritas ‘por qué mi suerte es una mierda’ / Después peleas a través de los pantanos de la oscuridad que transforman tu mente en un puño / Y encuentras a Dios en la niebla / Entonces el reino se eleva frente a tus ojos / Y la espada corta la noche por la mitad / Y llega la luz de lo divino” (“Kingdom Rise”).

Innovadora y activista, líder con sello propio (Renegade Masters), prolífica y festejada en escenarios de Escandinavia, Japón, Estados Unidos, México, India, Brasil o Europa, Soom T no sólo suma galardones (el premio BBC Fame Academy Bursary Award, el PRS Fopp Award, entre otros), también multiplica misioneros en cada presentación.

Influenciada por los Ghazals hindúes de los ’50, la música Bhangra de Panyab, el hip-hop de los ’80, el electro, rave y punk de principios de los ’90 y las bandas sonoras de los juegos de la Commodore 64, por primera vez su música llega en directo a la Argentina y ella, desde Glasgow, levanta el teléfono y adelanta a Las12 cómo será el show que dará este sábado 3 de noviembre en Ciudad Cultural Konex –en el ciclo Capricornio, donde, desde las 23.30, se presentarán Pommez Internacional, Miss Bolivia y la escocesa, entre otros–.

En tu década y media de carrera, a lo largo de más de 50 lanzamientos discográficos, has colaborado con artistas de renombre como los ambient The Orb, la francesa Miss Kittin, los reggae & dub Mungo’s Hi Fi, el hiphopero DJ Yoda, entre otros. ¿Cómo elegís con quién trabajar?

–Me baso en la música. Si una melodía me hace sentir algo y roba una historia de mí porque me recuerda a una parte de mi vida, me devuelve un momento feliz o un hecho que me enoja mucho (como la pobreza que inunda el mundo), escribo la letra. Es el patchwork que me ayuda a dibujar un punto de vista. Cuando era muy, muy chica, solía tocar en pequeños antros de Glasgow y así conocí a The Orb; a partir de entonces, amplié mi plataforma y más personas comenzaron a enterarse de mi obra. Cada vez fue más sencillo que productores del mundo me contactaran y me mandaran su música. Y aunque me gusta creer que ellos tienen respeto y entendimiento sobre mi sistema de creencias y valores, no siempre ha resultado ser así y eso ha sido muy decepcionante. Por eso, al momento y desde los últimos años, soy muy cuidadosa a la hora de elegir con quién trabajar. Mi interés primordial es rodearme de buena gente... que hace buen arte. De allí que lanzara mi propio sello, Renegade Masters, con el fin de reunir a distintos productores bajo una misma “casa”, una casa que yo controlo.

Casa que, bajo el slogan “Renegade Masters for Renegade Minds”, tiene por misión liberar las mentes de las mentiras de las jerarquías y se propone lanzar artistas que son “verdaderos guerreros en la lucha contra el crescendo ensordecedor al que nuestras mentes han sido sometidas la última década”. Chequeando la lista de principios que deben cumplir los músicos del sello, encontré frases bien inspiradoras: “Producir un efecto profundamente emotivo”, “Poseer un sonido de empoderamiento”, “Presentar un firme pero sencillo mensaje político”...

–Es que la música tiene que ser motivadora. Como madre del sello, focalizo en artistas con un sentido puro de conciencia, profundamente involucrados en la naturaleza del universo, la naturaleza de la realidad, de la verdad, de nuestra existencia. De nuestra vida. Artistas que entienden por qué es mejor ser gentil, decente y generoso y son felices oponiéndose a mensajes antagónicos. Creo que el universo también empodera las canciones; si no nos concretamos en eso, nuestro arte tendrá un efecto adverso en quien escuche. Y al que escucha hay que sacudirlo para que piense, para que busque, para que siga un camino correcto.

Lo que no es tan habitual es escuchar que el fin último de la música sea inspirar a que la gente sea decente, potenciar la bondad de las personas...

–Esa es mi perspectiva; habrá quien piense que la música está hecha para bailar. Distintos artistas, distintas miradas. La mía es que el arte tiene que ser tener conciencia porque, quieras o no, tiene un efecto en el otro ¿Cómo no preferir, entonces, que el efecto sea positivo? ¿Cómo no ayudar a que los demás estén menos confundidos por la frivolidad? Hay músicos que empujan al individuo a perseguir una imagen vacua, vana, codiciosa; que hablan de perseguir el dinero, de perseguir los egos. Yo prefiero alentar lo contrario porque el que me escucha confía en mí y le debo la verdad. Y una verdad es una verdad; si querés hacer arte, no intentes modificarla.

¿Decir una verdad positiva es lo que te motivó a componer temas para el musical Glasgow Girls, que estrena esta semana en Escocia y cuenta la historia real de siete adolescentes que pusieron de relieve los malos tratos, la detención y deportación del gobierno escocés?

–Absolutamente. Me pareció importante ser parte de un proyecto en el que las canciones fueran activistas y hablasen del triunfo y la elevación del espíritu. Hice siete temas que rescatan el lado brillante de la humanidad, que celebran el coraje y la bravura, que inspiran a volverse maestros y guerreros de los derechos merecidos. La obra habla de eso: contra todo lo que se esperaba, este grupo de chicas peleó y ganó una pelea contra el mundo político de Escocia. Fue un gran logro.

Hay quienes definen el musical como “Una canción de amor a Glasgow” porque resalta los lazos comunitarios de la ciudad. ¿Coincidís con la descripción?

–Es una descripción muy dulce; no la había escuchado nunca. Me gusta; definitivamente es una canción de amor. Yo soy de aquí y puedo decirte que hay un gran espíritu de ayuda entre los miembros de la comunidad. La gente es pura y luchadora. Para muchos inmigrantes que vienen de países en situaciones difíciles, Glasgow es el paraíso y esta “canción” habla de eso: de ver la belleza donde se quiera verla. Porque se puede encontrar belleza en cualquier sitio. Es una pena que estrene justo ahora. ¡Me pierdo las primeras funciones por ir a la Argentina! (risas).

Por venir por primera vez a la Argentina...

–Sí, y va a ser una visita muy especial. Voy a dar un show muy ecléctico; va a haber roots reggae, jazzy tracks, dubstep... Y no sólo repasaré repertorio; también habrá temas nuevos.

Volviendo al tópico anterior, del ¿siempre fuiste consciente de la realidad de tu país y el mundo? Leí por allí que a los 15 ya participabas de un grupo político juvenil llamado Y Network, creado como enlace entre la comunidad de Glasgow y los concejales...

–Era un grupo muy especial. Queríamos modificar algunas leyes, lograr cambios verdaderos y tener una chance real de discutir con los políticos sobre situaciones que afectaban a los jóvenes de Glasgow. El problema fue que los políticos se acercaban sólo para la foto y era una pérdida de tiempo. Al menos me ayudó a comprender que la política es una basura. Por eso me pasé a la música: para plantear mi punto de vista y que mi voz se escuchara sin caer en la mierda politiquera.

¿A qué edad empezaste a hacerte preguntas, a buscar respuestas? Recuerdo una entrevista donde, por ejemplo, despotricabas contra las industrias del plástico por el componente cancerígeno de las botellas que fabrican...

–A los 12, 13 años. Siendo una adolescente, solía enojarme mucho por todo y decir “No, no, no”; entonces mis amigos me apodaron algo así como “rumor que nunca ha sido comprobado”. Porque, en verdad, me gustaba aprender e investigar esos rumores sin comprobación. El tema de las botellas de plástico, sin embargo, es un hecho corroborado: una científica descubrió que pierden partículas cuyos químicos destruyen el balance del ecosistema y afectan a los animales, la fertilidad, la humanidad... Me enfurece tanto pensar que los grandes desastres de la tierra ocurren porque unos pocos quieren sacar rédito, beneficiarse, vivir con lujos y diversiones. ¡¿Cómo se atreven?! ¿Cómo es que no piensan en el futuro? Si alguien entrara en tu casa, la desordenara, envenenara la leche y saqueara tu heladera, llamarías a la policía y lo echarías a la mierda. Pero a las corporaciones –que hacen lo mismo– se les permite seguir adelante, vender productos tóxicos que provocan cáncer y ganar más y más dinero. Mientras, los políticos o el Servicio de Impuestos Internos (IRS) diseñan leyes que los favorecen e instituciones como el US Food and Drug Administration (FDA) aprueban productos peligrosos y rechazan productos saludables. Entonces pienso: ¿será que existe un deseo superior por mantenernos inhabilitados? Porque, en este estado de situación en que la gente vive con la cabeza lavada, se acepta lo inaceptable, lo que –de hecho– va en contra de los principios de la evolución. Todo lo que ocurre en la sociedad (la tevé, las publicidades) está mal.

¿Por eso tomaste la decisión de no ver televisión?

–Sí. Las publicidades, por ejemplo, se nutren de acentuar la negatividad del carácter humano para volverlo adicto a ciertas cosas. ¡Y usan imágenes sexualizadas para vender sin preocuparse por el efecto que tendrá en las personas! ¿Cómo puede ser que después la gente se sorprenda cuando lee que aumentaron las tasas de violaciones, de abuso sexual? Ya desde la Antigüedad los pensadores sabían que todo a lo que uno está expuesto lo afecta y afecta su comportamiento. No podemos ignorar lo que ocurre. Hay que explotar la burbuja. Creo que, en ese sentido, cantar es la mejor manera de hacer algo. Al menos, es la única manera que conozco.

Una de las particularidades de tus canciones es que si bien sos referente planetaria del rap y la cultura 8 bit, siempre estás incursionando y nutriéndote de nuevos géneros, sea un beat de reggae, una canción gitana o una balada folklórica ¿A qué se debe el eclecticismo? ¿Se trata de buscar el marco adecuado para tu poesía?

–En cierto sentido, sí. Pero lo que, en verdad, me moviliza es probar que es posible la unidad entre la gente; mostrar que la separación es una mera ilusión. Los metaleros tienen su imagen, su estilo, su baile, sus gustos; con la gente del pop, del reggae o del hip-hop pasa lo mismo. Por el simple hecho de pertenecer a una escena se visten para la ocasión, se diferencian de los demás, se separan del resto. Pero, ¿por qué ser parte de un pequeño grupo cuando se puede ser parte de algo mayor que incluya toda la variedad? Incursionar en distintos estilos es mi manera de expresar que todo es música, que siempre hay similitudes. Lo genial de mis shows es que hay gente del rock, del reggae, del hip-hop y todos bailan juntos, sin importar cuál sea su uniforme. Creo que es un mensaje hermoso. Es estar en paz. Es amar lo mismo. Es compartir. Trato de diversificar al máximo para unificar al máximo. Debo admitir que, al principio, fue difícil porque yo misma prefería el hip-hop pero, una vez que probé otros géneros, funcionó porque... es sonido. Es el sonido que el Señor crea. Todo viene del mismo lugar.

¿Te considerás una persona religiosa?

–No me gusta la palabra “religión” ni el término “religiosidad”. Sólo intento encontrar la mejor manera de hacer el bien.

Sin embargo, estás proyectando un disco conceptual que aborde la temática de Dios...

–¡Sí! En realidad, cada canción tratará sobre una experiencia distinta vinculada con algún tipo de fuerza superior. Va a ser interesante. Siempre es maravilloso poder trabajar sobre un concepto...

Lo has hecho antes. El año pasado, de hecho, editaste –junto al artista y fundador del netlabel Jahtari Jan Gleichmar (aka Disrupt)– Ode to a Carrot, álbum reggae que, desde la humorada melódica, respalda la legalización de la marihuana.

–Respeto profundamente la cannabis porque es una medicina que provee la naturaleza y ayuda a lidiar con problemas y enfermedades. Ayuda al buen temple, la relajación, la humildad. Se puede aprender mucho de la marihuana, mientras no se abuse de ella. Siempre quise armar un álbum que tuviera un mensaje positivo sobre este tópico y hacerlo de manera graciosa, divertida, sin solemnizar. Porque, incluso, el buen uso de la cannabis ayuda a que seas más gracioso, divertido, menos solemne. Esa es mi verdad sobre la marihuana: bien utilizada, trae aparejados aspectos muy positivos.

¿Qué nuevos proyectos te depara el futuro?

–Con Hagos, sacaremos un disco nuevo a finales del año próximo. Y en breve saldrá otro álbum mío –de hip-hop– producido por el australiano Monkey Marc y editado por Renegade. También estoy trabajando en otro LP con varios productores, pero de reggae.

Qué manera de aprovechar el tiempo. ¡No desperdiciás ni un minuto!

–(Risas.) Si una respeta su tiempo, el tiempo la respeta a una.

Además de cimentar una sólida carrera solista, participaste de la experiencia escocesa-canadiense Burns Unit, un súper grupo integrado por consolidados artistas del folk, del pop y el rap, como Emma Pollock, Karine Polwart y King Creosote, entre otros. Con ellos te presentaste el año pasado en el show de Jools Holland y cantaste el tema antibelicista “Send Them Kids to War”. ¿Tienen planes de volver a reunirse?

–En verdad, Burns Unit es una banda muy pero muy part time. Nos lleva uno o dos años juntarnos y yo he estado bastante ocupada, aunque sigo en contacto con varios miembros. Quizá volvamos a reunirnos pronto; nunca se sabe. La experiencia, en sí, fue divina: colaborar con gente con backgrounds y estilos completamente distintos fue muy especial. Aprendí mucho de todos y cada uno de ellos.

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