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Viernes, 2 de noviembre de 2012

La ley del deseo

RESISTENCIAS ¿Por qué no se puede salir del debate sobre “el comienzo de la vida” en la cuestión del aborto? ¿Por qué no puede avanzar el proyecto de ley en el Congreso? ¿Hay alguna autocrítica al interior del movimiento feminista que permita pensar por qué en tantos años de lucha es tan poco lo que se pudo avanzar en términos de derechos de las mujeres? Estas y otras preguntas intenta responder la socióloga Susana Checa, a un año de que el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo perdiera status parlamentario.

 Por Flor Monfort

Susana Checa es socióloga, profesora de la UBA, directora de investigación de diversos proyectos sobre salud sexual y reproductiva y miembro del Foro por los Derechos Reproductivos. Viene pensando la temática del aborto desde los ochenta, cuando volvió de un largo exilio en Perú y Colombia donde, dice, se empezaba a hablar tibia pero firmemente del tema. Estuvo en la formación de la Campaña por el derecho al aborto y acompaña cada una de sus acciones desde FOCO (Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos), que recientemente elaboró un informe sobre derechos sexuales y reproductivos junto a otras organizaciones y ONG que sirve de actualización sobre la cuestión del aborto, a ocho meses del fallo de la Corte Suprema y a un año de que la sesión de legislación penal que debía iniciar el tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo careciera de quórum y perdiera estado parlamentario. Allí se consigna que, si bien aún es pronto para evaluar las consecuencias del fallo de la Corte sobre abortos no punibles, hay pocas provincias que lo aceptan y acatan: Santa F y Chubut son las que tienen protocolos sanitarios que se corresponden con los criterios sentados por la Corte, pero Salta, Mendoza y La Pampa expresaron dudas en la adhesión y la Ciudad de Buenos Aires, la provincia de Buenos Aires y Neuquén mantienen protocolos que permiten el aborto de forma restrictiva solo a mujeres discapacitadas mentales y además exigen requisitos como denuncia policial previa e incluso declaración de insania. El fallo dice claramente que una mujer que expresa que ha sido violada tiene que acceder al aborto sin ningún tipo de mediación ni análisis. Y desde el fallo se documentaron al menos dos casos de inaccesibilidad al aborto de mujeres violadas. Sin embargo, todo el debate parece quedar atrapado en la cuestión de los abortos no punibles, ley que rige en nuestro Código Penal desde 1921, y se aleja permanentemente de la discusión que se impone necesaria a la hora de legalizar la práctica del aborto.

¿Por qué piensa que con el aborto estamos empantanados en el debate sobre si el embrión es o no una persona y no se enfoca en la necesaria ampliación de derechos para las mujeres?

–Me han citado de varios programas y en general trato de ir si no van fundamentalistas, porque si no te encierran en esa discusión y son mucho más hábiles que nosotras porque son más militantes. Cuando asistí a un programa donde había dos médicos católicos efectivamente de lo único que se habló es de si abortar era o no un asesinato. Creo que es incorrecto aprisionarse en ese debate porque es muy tramposo, pero seguimos cayendo. La respuesta que yo tengo para esto es “hay vida cuando hay deseo”: si se trata de un embarazo no deseado, entonces hay un conjunto de partículas que tienen vida, sí, pero no son personas. Y así lo indica el Código Penal también.

Al margen de los fundamentalistas, ¿no hay un error de conceptualización de las campañas?

–Sí, puede ser. Colombia y México han conseguido el aborto bordeando el tema de la salud pública y zanjaron aquello de si es o no una vida lo que está en juego. Acá pareciera que es casi imposible. Creo que no hay que entramparse en eso: para las feministas, para quienes pensamos que hay que despenalizar el aborto, hay una vida muy reciente ahí, una vida intrauterina, pero ¿y qué?

Pero el hecho de que Ud. deje de ir a un programa también habla de una dificultad para rebatir esos argumentos.

–De todas maneras termino yendo, pero el debate no pasa de eso. Ese debate no tiene salida, esa es la verdad. Pero yo creo que hay avances respecto del aborto.

¿Cuáles?

–El último más importante fue el fallo de la Corte del 13 de marzo, lo cual no quiere decir que se cumpla, porque estos sectores fundamentalistas de los que hablamos están diseminados en todo el territorio argentino, y las provincias hacen lo que quieren; lo hemos visto ahora con Macri y el veto. El fallo dice que basta con que una mujer diga que la violaron para que pueda acceder a un aborto y sabemos que estamos a años luz de que eso se cumpla.

Siempre se menciona que esto es una ley del año 1921, ¿qué pasó en los años posteriores con esa ley?

–Mi madre, cuando vio que yo era socióloga y trabajaba estos temas, me contó que ella se hizo un aborto. Mi hermana tenía tuberculosis, en ese momento no había antibióticos y yo era asmática, entonces cuando quedó embarazada por tercera vez, se vio totalmente sobrepasada y decidió abortar. En ese momento no era tan traumático, incluso su familia le había recomendado que aborte. Yo creo que era un método anticonceptivo. No sé qué pasó todos esos años pero sí sé que en los ochenta se empezó a hablar del aborto, pero siempre se hizo. Y creo que va muy atado a las debilidades que tiene todo el tema de anticoncepción, la falta de conciencia de lo que es poder regular la fertilidad. El fallo de la Corte crea jurisprudencia, pero aun así hay provincias que no lo aceptan.

¿Por qué?

–Los médicos también son fundamentalistas. Y acá hay una serie de problemas, por ejemplo la objeción de conciencia. Hay médicos que apelan a ella para negarse pero después se niegan a estar inscriptos en un registro de objetores de conciencia, porque probablemente ellos en la práctica privada hacen abortos. Yo respeto a los objetores de conciencia, pero si tienen doble discurso... Y en un mismo servicio todos no pueden ser objetores de conciencia, nosotras insistimos mucho en esto y en el tema del registro, pero no se está haciendo.

Todavía estamos hablando del aborto no punible, ni siquiera nosotras que estamos de acuerdo con la legalización del aborto como un tema de derechos podemos pasar al tema propiamente dicho.

–Es verdad. Y eso que nosotras además sabemos solamente la punta del iceberg, los casos más trágicos, pero hay un mundo que se despliega atrás de esto y que abarca hasta menores de 14 años abusadas por su círculo íntimo. Hay tal nivel de sometimiento y la violencia de género es tan aguda que es mucho más grande de lo que pensamos. Ya el hecho de que en la Ley de Salud Sexual y Reproductiva (2002) se establezca que un menor de 14 años sólo puede pedir anticonceptivos con la compañía de los padres es un drama, porque muchas veces los padres, tutores o padrastros son los abusadores. Con las ligaduras tubarias pasa lo mismo. La provincia de Entre Ríos era una de las peores en este sentido. En 2010 una mujer con nueve hijos pidió una ligadura tubaria, algo que está establecido por ley. No se la dieron, quedó embarazada y después del parto murió ella y el bebé. Claro, ponen una serie de exigencias que son imposibles: que firme el marido, que firme la familia...

¿Y qué pasa con el consenso social? Porque el matrimonio igualitario sí logró un consenso al margen de los sectores de derecha.

–Yo creo que en la sociedad civil ha penetrado el discurso de la autonomía de las mujeres para decidir sobre su cuerpo y su reproducción. No somos una sociedad tan pacata, pero este tema cuesta mucho instalarlo. Las encuestas muestran a lo sumo que la gente no lo aprueba en todos los casos, pero en general hay un enorme porcentaje de que la gente acepta que el aborto es una posibilidad en la vida de las mujeres.

¿Por qué no puede instalarse como un tema prioritario en la agenda de salud pública?

–En 2007, Ginés sacó la Guía técnica para la atención de abortos no punibles. Era una herramienta fundamental para que los profesionales no fuesen sancionados, pero bueno, lamentablemente no la reglamentó y eso quedó ahí. El podría haber instalado el tema en esa dirección, pero no bajó a la gente esa premisa. Y con Manzur lo veo imposible, él esquiva el tema, no le interesa. Por eso nos agarramos tanto del fallo. Antes había una Guía de Atención pre y post aborto, tomada del modelo uruguayo, para que los médicos asesoren o den algunas coordenadas, pero tampoco se aplicó. Algunos hospitales lo hacen, entre ellos el Argerich, no dan el misoprostol pero sí ayudan a que no se tome mal, pero nos tenemos que agarrar de ahí porque no hay mucho más. La Guía de Atención Integral a Personas Víctimas de Violaciones Sexuales tampoco se aplica, y está hecha por gente muy experta, me consta, y fue ratificada por el consejo asesor del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, donde se establecía la procedencia del aborto no punible en casos de abuso sexual. Directamente la guía fue retirada de la página web. Paula Ferro era la coordinadora del programa y renunció. Ella hizo cosas muy importantes aparte de la guía, hizo la línea 0800, que casi no tuvo difusión. Y desde que renunció está acéfalo el programa porque nadie la quiere reemplazar, nadie quiere entrar en este debate en una gestión como la de Manzur, que ni siquiera nos recibe.

¿Y el proyecto de ley?

–El año pasado perdió estado parlamentario, recién ahora (ayer hubo un acto para reactivar la cuestión) vamos a reunirnos para empezar de nuevo, pero es eso, empezar de nuevo. Lo que yo pienso es que esto tiene que seguir la vía parlamentaria. Yo apoyo a este gobierno, y creo que tanto que se insiste con que Cristina es católica, con que está en contra del aborto como una excusa: no creo que sea fundamentalista y no creo que vete, no creo que haga lo de Tabaré.

De todas maneras, ¿por qué no se puede pensar en avanzar independientemente de lo que piense el Ejecutivo?

–Exacto, como pasó con el matrimonio igualitario. Nosotras estamos con la vía parlamentaria. Y sabemos que si hay tanto lío solo por los no punibles, con la legalización va a ser más larga la lucha, pero de todas maneras cada vez hay una mayor sensiblización de la sociedad.

De todas maneras, chicas y chicos de barrios populares o villas siempre se manifiestan en contra del aborto. Hasta allá no llega el debate.

–Es verdad. Está mal visto. Pero ni siquiera pueden negociar el anticonceptivo, una chica que tiene un forro en el bolsillo es considerada una puta. Está tan estereotipada la imagen de la puta que tienen temor, porque de esa imagen no se vuelve. El tema de género cala muy profundo en las más pobres y en las más jóvenes, y esto lo revelan las estadísticas también. En los cincuenta nace la píldora, ahí las mujeres se empoderan un cachito de su autonomía sexual (excluyendo el goce sexual, por supuesto), pero creo que de ese momento a este no se han modificado mucho las creencias. La mujer es una especie de horno reproductor.

Entonces volvemos a la autocrítica del movimiento. ¿Se hace?

–Hay muchas internas, muchos grupúsculos que no aúnan voluntades. La línea era una cosa oficial, bajaba del Gobierno y sin embargo no tuvo difusión dentro del movimiento. Hay un montón de folletería ahí tirada. La frase de la Campaña por el Derecho al Aborto a mí me parece muy buena: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, es una consigna fantástica. Pero la educación sexual acá es un desastre y no se logra instalar, los docentes están desorientados: ¿es la familia, es el Estado o es la escuela la que tiene que guiar a los jóvenes? No sirve que se pasen la pelota, pero es lo que hacen. Anticonceptivos, desde que está la ley, a veces hay a veces no. Ahora desde que está el programa Remediar venimos bien, pero hay provincias que no adhieren al programa. La autocrítica del feminismo no se hace y ha pasado por miles de etapas este movimiento: yo he estado en congresos feministas donde no dejaban entrar lesbianas. No lo podía creer pero ha pasado. Yo creo que es un debate permanente que no permite que todavía el feminismo se cohesione.

¿Qué piensa de la tarea de este gobierno en materia de género?

–Contenta no estoy, porque creo que todavía hay muchas resistencias. Es complejo el tema de la gente joven, creo que los que están haciendo política ahora no levantan estas banderas. La violencia de género se visibiliza pero hay recrudecimiento, no sólo acá sino en los países de la región. Así como se avanzó mucho en el tema de identidades sexuales, en salud sexual y reproductiva de las mujeres todavía estamos estancados. Que la mujer haya salido a conquistar espacios del mercado de trabajo no ha significado una mayor toma de conciencia o una disminución de las cifras de violencia... ni siquiera teniendo una Presidenta mujer.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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