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Viernes, 28 de diciembre de 2012

VISTO Y LEIDO

Marcar la diferencia

A través de 21 testimonios, la periodista Carla Czudnowsky y la diseñadora María Cher dan cuenta de la riqueza de la diversidad en Mujeres que inspiran.

 Por Roxana Sandá

Redactó durante diez horas diarias (mínimo) el libro al que considera “una causa”, porque vino a reacomodarle las inquietudes, el feminismo que habitaba su cuerpo, aunque ella no lo reconociera y porque con su amiga y compañera de ruta, la diseñadora María Cherñajovsky, descubrió a través de 21 entrevistas a mujeres guerreras y aguerridas que existen tantos mundos como maneras de interpretar lo que somos o intentamos ser en esta vida. Carla Czudnowsky, la redactora alienada frente a la pantalla de la computadora de quien hablamos, decidió hacer un contundente rescate biográfico en proyección: en realidad, el libro Mujeres que inspiran (editorial Planeta) es el reflejo continuador de los encuentros que generó la propia Cherñajovsky allá por 2005 (en una campaña fotográfica donde Leticia Brédice “mostraba distintas emociones que puede vivir una mujer”), con objeto de “darle visibilidad a la búsqueda de las mujeres desde el conocimiento de otras que aportan sin saberlo a construir la propia historia”.

Czudnowsky advierte que “el libro es un eslabón más en esta tarea que tenemos con María”, y cuando se le pregunta las estrategias de llevar al papel aquello que se describe casi con volatilidad en eventos sociales, recurre a definir lo indefinible, es decir su esencia. “Soy un poco anarquista o, por lo menos, no entro en los modelos estándar y creo que casi ninguna mina entra en esos encasillamientos. En todo caso, las mujeres estamos necesitando escuchar a otras que les pasa lo mismo desde el costado de la maternidad, de aquella que labura, que emprende, se compromete, que no se quiere conformar, que va por más o intenta marcar la diferencia. Y creo que estamos generando universos de encuentro, de juntarnos y empezar a reconocernos con las pares de género. Durante muchos años nos convencieron de que no había espacios para reunirnos, dictamen que nos lo tomamos muy seriamente con María para pulverizarlo. Una estrategia posible sería este libro, que no sólo compendia retratos de mujeres admirables, sino que compone el relato de sus búsquedas o sus causas.”

En este sentido, Mujeres que inspiran es un libro coral por la profusión de nombres y personalidades muy diferentes, pero que, por sorpresa, se funden más de una vez en reflexiones y alegorías que las vuelve cómplices involuntarias o al menos las acerca amorosamente. Estela de Carlotto, Marta Dillon, Adriana Varela, Lohana Berkins, Malena Pichot, Diana Maffía, María Medrano, Inés Sanguinetti, Patricia Pérez, Laura Gutman, Alessandra Rampolla o María Inés Mato (y la lista sigue...) entablan una conversación invisible con ellas mismas y con sus vecinas de página sobre el placer, la identidad sexual, el poder, el trabajo, el amor, el vih, la diversidad, la integración, la maternidad y el difícil arte de mantener a punto el equilibrio. “Elegimos los temas que más nos inquietan, nos movilizan, nos angustian, nos convocan. Y es así que cada capítulo del libro cierra con un testimonio personal de ambas: nos pareció que era una manera más de involucrarnos y no quedarnos únicamente en la actitud expectante de escuchar a otras. Por eso también lo consideré una experiencia casi terapéutica, porque la escritura me interpelaba. ¿Qué me estaba pasando a mí con cada uno de estos temas? Creo que este trabajo significó años de terapia y de paso me evité muchos años más (risas)”. En rigor, lo que da título al proyecto-libro es ese mujerío arrasador que le permitió a Czudnowsky captar una mirada, según ella, nueva y personal a un mismo tiempo. “Sola no hubiera podido lograrla, y ya estaba bastante loca, no iba a echarles la culpa a ellas de volverme loca. El clic resultó de escuchar a mujeres en situaciones absolutamente diferentes. Como el relato del momento en que Estela de Carlotto dio a luz a su hija Laura, sus sensaciones mezcladas, sus miedos. La arenga de María Inés Mato cuando propone ‘no caer en la trampa del enojo’, y se refiere a la importancia de equilibrar con la naturaleza. O la actitud de Marta Dillon frente al silencio, y cómo lo exorciza poniéndole palabras cuando escribe y poniéndole, sobre todo, el cuerpo. Tengo frases de cada una de ellas que todavía me resuenan, y en ese sentido es que entiendo esto como una causa, como un disparador para alentar a tantas otras a que despierten.”

Podría suponerse que el rastreo y posterior selección de las protagonistas para la ocasión fue trabajoso, por la cantidad de nombres y apellidos vernáculos que motivan de sobra para abrir nuevas ventanas. “Pero no existió tal inconveniente, las convocadas se nos vinieron a la mente al toque: Adriana Varela nos pareció desde lo que nos regala todo el tiempo y por el modelo de mujer que pone adelante. ¡Marta Dillon es Diana la cazadora! María Medrano resume la transformación por el arte; Alessandra Rampolla impulsa el poder hablar sobre el placer que nos atraviesa. Y Laura Gutman: ¡no hubiera sido yo si no hubiera leído su libro, Puerperios!, más allá de que pasé como el culo el puerperio. Nadie como ella para bajar línea en ese sentido, obligándote a enfocar sobre lo que debe hacerse. O Carmen Frigerio, que llegó a misionar con la Madre Teresa de Calcuta. Terminé conociendo a muchas mujeres a las que admiro, y lo digo así, destacando, porque había pocas minas con las que quería parecerme o identificarme. Me revolucionaron el alma.”

Un detalle: las fotografías de Gaby Messina epigrafean la experiencia personal frente a cada una de las retratadas, como si se tratara de imágenes demasiado expansivas para asir en una captura de la lente. Messina se deja seducir por el pensamiento de Maffía, perpetúa la mirada cómplice con Mato, se atreve a jugar con los gatos de cerámica que rodean a Pichot. Descorre velos con la poética de Dillon; se ilumina con Tatiana Giménez allá donde parece haber vacío y entra en un diálogo silencioso con la presencia de Berkins. “Las paredes se tiñen de color. Ya existe una relación entre los dos cuerpos femeninos. Las formas se ablandan y dialogan. El alma descansa”, dirá la fotógrafa.

El itinerario incluye, como una especie de hoja de ruta desprendida de pudores, sobrevolar algunos tópicos más volátiles, como el factor shopping. “Un ‘soy frívola ¿y qué?’, tiene que haber”, bromea Czudnowsky adelantando el mentón. “El espíritu femenino transita las más variadas emociones en cuestión de segundos. Podés contar algo desgarrador y llorar desconsoladamente y después cagarte de risa. Vamos, que no dejo de pensar lo que pienso por comprarme la calza que me gusta. A María y a mí nos pareció que era un acto de justicia incluir el tema del darse gustos o permisos, como quieras llamarlo. Porque, y esto nos pasa a todas, lo que a nosotras nos gusta les parece una gran pelotudez a los demás.” Contexto inmediato, la culpa. “Y, bueno, dos judías escribiendo, qué esperabas. Hay grandes pasiones fuera de nuestras casas. Eso genera enormes conflictos. Y ni hablar si es trabajo, y ni hablar si manejás poder. Asoman como temas inquietantes y necesarios para ser charlados con mujeres de diferentes mundos. ¡Y poder hablar de si está mal no querer coger! Creo que después de este libro vas a descubrir a muchas mujeres que, ¡oh casualidad!, les pasa más o menos lo mismo que a vos. En algún tramo del viaje, no sé por qué, las mujeres dejamos de hablar y de compartir con otras mujeres. Este es un momento para mirarnos y reencauzarnos.”

Si todavía quedara alguna duda sobre los motivos que primaron para que esta periodista se embarcara en lo que todavía hoy considera un “lanzarse al vacío”, desde la punta de su lengua destina el cierre a los pesos pesado de “la madurez y la maternidad, que me permitieron llegar a una cuestión de género y comenzar a militar desde ahí. Siempre digo que en la vida y en las causas fui como una gran turista de situaciones. Lo que me pasó con María es que hallé mi lugar. Cuando me encontré con ella, me encontré con la jauría a la que pertenecía. Y descubrí que la femineidad estaba buena”. El resto es un trampolín con lanzamiento desconocido, “porque hice contacto con mujeres poderosas pero también comencé a preguntarme si eso que nombramos respecto de nosotras mismas coincide con la realidad o si seguimos repitiendo los mandatos que escuchamos desde la niñez. No sé, quizá logre descubrirlo en un próximo libro”.

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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