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Viernes, 4 de enero de 2013

RESISTENCIAS

La violencia interminable

La muerte tras doce días agónicos de la joven violada y torturada por seis hombres a bordo de un autobús en la India obliga al gobierno local y a los organismos internacionales a adoptar políticas urgentes de reparación de derechos de las mujeres en esa región, donde los matrimonios infantiles, las violaciones colectivas y la violencia intrafamiliar son ejes de la tragedia cotidiana.

 Por Roxana Sandá

“Amanat”, en lengua urdu, uno de los veintitrés idiomas de la India, significa “tesoro”. Sólo por esta vez, como una prolongación de ese don invaluable, “Amanat” se cristalizó en “Hija de India”, desde la violación colectiva que una joven sufrió el 16 de diciembre y a través de la indignación nacional que significó su agonía y muerte en un hospital de Singapur, doce días después. El mundo entero recién parece desperezarse sobre la violencia enquistada que padecen niñas, mujeres y adolescentes en ese país. Las marchas masivas de condena al ataque de seis hombres, entre ellos un menor, a la chica de 23 años y a su amigo en un autobús que durante el día es rentado para estudiantes en un barrio de Nueva Delhi, obligaron a salir al ruedo al gobierno nacional “para que mujeres y niños se conviertan en la principal prioridad”. Lo dijo el ministro de Defensa, A. K. Antony, el mismo que declaró una base de ovnis en el Himalaya, y lo replicó la jefa de Gobierno de Nueva Delhi, Sheila Dikshit, en una movilización que impulsó esta semana bajo la consigna “Marcha por la dignidad de las mujeres”. La Alta Comisionada para Derechos Humanos de Naciones Unidas (Acnudh), Navi Pillay, espera que el caso marque “un punto de inflexión” en el tratamiento de la violencia contra las mujeres. El lunes advirtió que “el pueblo está exigiendo una transformación de los sistemas que discriminan a las mujeres, a una cultura que respete su dignidad en la legislación y en la práctica”. El de Amanat fue el último de una serie de casos de violaciones colectivas que comenzaron a exigir respuestas al debate político. Según datos de la Oficina Nacional de Registro de Crímenes, cada 20 minutos una mujer es violada en la India, pero sólo en uno de cada cuatro casos el violador es condenado, debido a la “inmensa corrupción” presente en la fuerza policial. En las últimas cuatro décadas, los abusos sexuales aumentaron casi un 875 por ciento. Sólo en 2011 ocurrieron 24.206 violaciones.

A las 11.15 de la noche del viernes 28 de diciembre de 2012, las autoridades del hospital Mount Elizabeth, de Singapur, comunicaron el fallecimiento de la joven india violada por un grupo de hombres en un autobús, con complicidad del conductor. Tras ser golpeada, violada, vejada con una barra de hierro y torturada, los agresores, que le reprocharon su conducta “liberal” por el hecho de salir cuando baja el sol y viajar en un transporte público, la arrojaron desnuda sobre la ruta e intentaron arrollarla con el vehículo, pero fue rescatada por su amigo, que también sufrió el ataque. Su tragedia se convirtió en el nuevo símbolo de resistencia de las mujeres indias, víctimas principales del segundo país más poblado del planeta.

En octubre último, una adolescente de 16 años se inmoló después de sufrir una violación colectiva en Haryana. Dos policías del estado de Pendjab permanecen detenidos, acusados de retrasar la investigación por la violación colectiva de otra adolescente de 18 años, el 13 de noviembre pasado, durante la celebración de un festival tradicional. La chica se suicidó el 23 de diciembre. Antes difundió un video en el que desde una habitación y con el rostro tapado por una tela morada decía: “Dos chicos me violaron. Hice mucho ruido pero nadie me escuchó. Había una mujer a la que supliqué ayuda, pero en vez de hacerlo ayudó a los violadores. Me dijeron que si decía algo me matarían y dañarían a mi familia”. La víctima intentó presentar la denuncia, pero los policías la acosaron, la sometieron a un interrogatorio, la presionaron para que retirara la denuncia y por último le dijeron que lo mejor que podía hacer era casarse con uno de sus violadores. El diario Times of India de la semana del 17 de diciembre informó que una tercera joven, víctima de una violación colectiva en la región de Uttar Pradesh, volvió a ser violada dos veces más por los policías que debían tomar su denuncia. La joven envió una carta abierta al ministro del Interior, que se publicó en el diario, donde reclama con desesperación que el Estado abandone su desidia.

Un estudio de la Fundación Thomson Reuters de junio de 2012 concluye que la India y Arabia Saudita son las regiones donde las mujeres reciben el peor trato en aspectos relacionados con la educación, el acceso a la salud, las oportunidades de trabajo y la violencia. El periodista especializado en temas de género, Nicholas Kristof, ironiza que “India es muy pobre; Arabia Saudita es muy rico. Pero hay un elemento común y es que a menos que tenga algún tipo de acceso especial a los privilegios, usted tiene un futuro muy diferente, dependiendo de si tiene un cromosoma X adicional o un cromosoma Y”. El trabajo de ese organismo resume que la situación en India es “deplorable” por la persistencia de prácticas como el matrimonio infantil, el infanticio y la esclavitud. Más del 44,5 por ciento de las mujeres se casan antes de los 18 años y durante 2010 se produjeron 56.000 muertes maternas.

En este lugar del mundo las mujeres víctimas de violación siguen siendo sometidas a exámenes humillantes de médicos policiales, pese a que una enmienda de 2003 los prohíbe por su carácter inmoral, reveló la activista Aruna Kashyap, de Human Rights Watch India. Por caso, persiste la práctica de “la prueba del dedo”, que determina si la víctima de violación es “activa sexualmente” o, como formulan los forenses, “acostumbrada al contacto sexual”. El examen consiste en que un médico realice un examen táctil con uno o dos dedos en la vagina de la mujer violada, para determinar la presencia del himen y probar la elasticidad vaginal. Si puede introducir dos dedos, concluirá que la víctima tiene una “sexualidad activa”. Amanat fue condenada por estereotipos culturales arraigados en machismos recalcitrantes teñidos de mística religiosa. Es una más entre miles. “Las tachan de mujeres licenciosas”, manifestó Kashyap. “Y eso es una consecuencia seria y peligrosa” para las mujeres víctimas. “Ya existen muchos estereotipos y generalmente las víctimas ya son tratadas con bastante recelo, tanto por los médicos y la policía como por los jueces. Si se comienza a ponerles una etiqueta, se las puede dañar seriamente.”

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