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Viernes, 11 de enero de 2013

MUSICA

¿Qué hay de nuevo, viejo?

Apenas un año le alcanzó para conseguir las loas de Gran Bretaña y Estados Unidos: Jessie Ware, la novedad soul que eclipsó a los anglos en 2012.

 Por Guadalupe Treibel

Una con adivinanza: además de sumirse en la etiqueta de “medios anglosajones”, ¿qué tienen en común NME, Pitchfork o The Guardian? Pues, todos concuerdan en que Jessie Ware, una inglesita del sur de Londres de 28 años, ha sido la gran revelación femenina del 2012. No es para menos; su disco debut –Devotion– devolvió una vibra ochentera que nadie sabía que estaba faltando y aquello le ha valido halagos que la acercan a Sade y definen su LP como una conmovedora clase magistral. “Necesito tu devoción”, pide ella en la canción que da inicio (y nombre) a su primer trabajo y, qué va, la está consiguiendo, porque –como apunta Time Out– “Jessie Ware es the real deal”. “Tierna, inteligente y atrevida, merece ser enorme”, redobla la revista brit que, ni lenta ni perezosa, marca lo evidente: que la muchacha se debe al R&B, el soul, el pop y la música dance de los ’80 y principios de los ’90, sin perder –por ello– ni una pizca de actualidad gracias a la extravagancia y lo retorcido de algunas de sus complejas producciones.

Pero, paso a paso y desde el principio: hija de un periodista de la BBC, John Ware, la veinteañera nació en Brixton en 1984 y casi abandona sus aspiraciones musiqueras por seguir los pasos de papá. De hecho, lo hizo, con un título en Literatura Inglesa de la Universidad de Sussex, se dedicó a las letras y la producción de TV hasta que, por un giro de las circunstancias, después de conformar las ansias de vocalización como back-up singer, puso la voz entera en el single Nervous, del “anónimo” SBTRKT. Acto seguido: despertó la curiosidad de sellos y Jessie firmó contrato solista, compuso canciones, las arregló con Dave Okumu, Julio Bashmore y Kid Harpoon (co-compositor de varios temas del fantástico Ceremonials, de Florence and the Machine), lanzó el inaugural Devotion el pasado agosto, alcanzó el podio de tracks más escuchados en los charts británicos, debutó hace unas semanas en Estados Unidos y fue nominada a los Mercury Prize. Todo en un año. Un viaje fugaz que pinta para largo y que ella ha decidido transitar con la humildad de los (potenciales) grandes.

De allí que sea habitual escucharla definirse como “aburridamente sensata”, decir que no se siente una artista o insinuar que es una colada en el mundo de la música. De allí que explique que querría mantener su esfera privada “como Annie Lennox o Sade”, comente –en sus reportajes– el pavor que le da caerse durante un show y mostrar los calzones o que diga que espera que con el canto alcance porque ni se le cruza por la cabeza “volverse alcohólica por amor al marketing”. De allí que prefiera la camaradería de un nightclub a la soledad del gran escenario. De allí que, durante conferencias de prensa, se ponga tan nerviosa que empiece a hablar del gato muerto de Kim Kardashian... En fin.

Nervios aparte, Ware es la prueba viviente de que no es necesario seguir los estándares del éxito para tener éxito. Con una voz profunda y matizada (“maleable” dirá ella) capaz del gran gesto o la apuesta suave, la artista –que de chica escuchaba Cole Porter y George Gershwin y de adolescente, Lauryn Hill– parece lograr lo que estaba esperando: “Hacer que mi música tenga esa cualidad atemporal que no es necesariamente de hoy”. Aunque aún tenga que lidiar con algún que otro traumita: “Tengo que superar la idea de que a nadie le debe importar un carajo lo que tengo para decir en una canción”.

Tracks como “Wildest Moments”, “Something Inside”, “Running”, “110%” la ubican como lo que es: una prometedora, refinada y romántica muchacha que puede convertir cualquier frase en un sensible arreglo vocal, entre tempos que rebotan, drama en escala, melancolía y un ambiente synth al que sólo le falta humo. Y le sobra, valga la aclaración, sensualidad. Porque, como ella misma repite cual mantra en “No to love”: “¿Quién le dice no al amor?”.

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