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Viernes, 11 de enero de 2013

PERFILES

La desmentidora

Florencia Peña

 Por Sonia Tessa

Florencia Peña y cualquier mujer en el mundo pueden hacer con su cuerpo y sus relaciones sexuales lo que realmente deseen. Esto debería ser una verdad de Perogrullo, pero como no está (tan) socialmente aceptado se repetirá: lo que haya hecho y filmado con su ex pareja es un tema que sólo a ella le pertenece. Si esa intimidad es violentada por la difusión no autorizada del video, es un delito, que en la Argentina tiene penas muy benignas: un año de cárcel, es decir excarcelable, una multa de unos 40 mil pesos después de años de trámite. Que millones de personas hayan visto el video, con exclamaciones de lo más machistas que incluyen las iniciales de la actriz para calificarla, debería salir del plano de la naturalización, pero sigue ahí. Por algo tuvo cuatro millones de vistas en solo un día. Nada de eso debiera alcanzar para que Florencia Peña llegue, por tercera vez, a esta columna.

Ahora, si justo pocos días después de la difusión de ese video, Florencia Peña estrena el programa Dale la tarde, en Canal 13, de la misma “corpo” que supo denunciar durante su etapa más fervientemente kirchnerista, es un motivo para sentarse a mirarla, en el calor infernal de las 14.30. Para esa misma hora, Telefe repuso (¡de nuevo!) el aparentemente incombustible Casado con hijos. Así obligó a competir a su otrora estrella con ella misma.

Entonces, el temita del video en el que Florencia se desnuda y tiene sexo con su marido fue el tema elegido para combatir un minuto a minuto desfavorable.

La escena comenzó con Mariano Iúdica abalanzado sobre los hombros de la conductora. Ella iba a “romper el silencio”, como su compañero venía prometiendo. En el nivel de las palabras, su discurso fue compacto. “No tengo nada de qué arrepentirme, no hice nada malo”, dijo en un tramo de los más de seis minutos que duró el “descargo”. Así lo anunciaba el zócalo de la pantalla. ¿Por qué era un descargo, si no había de qué arrepentirse? Lo más discordante, sin embargo, fue que Iúdica estaba, evidentemente, estirando. Cualquiera podía intuir que por la “cucaracha” –el aparatito que se ponen los conductores en la oreja para recibir órdenes desde el control– los productores le estaban diciendo que siguiera, para ganarle a Moni Argento. Y Iúdica lo hacía con su mejor perfil de amigo emocionado. Las palabras de Florencia eran sensatas: “No estoy arrepentida de nada, lo que yo hago en mi intimidad es problema mío. El debate es que empecemos a penalizar a la gente que se entromete en la vida privada de las personas. No tiene nada que ver que yo sea una actriz. Tengo derecho a tener una vida privada, porque lo dice la Constitución”.

En eso, aparecieron en el estudio Tomás y Juan, los pequeños hijos de Florencia, con cara de desconcertados. La mamá los abrazó en cámara y siguió hablando frente a ellos del video que, según había dicho segundos antes, horada una intimidad lógicamente “cerrada” para sus hijos. Pero del video se siguió hablando, tanto que, minutos después del ida y vuelta entre los conductores, en la entrevista al invitado estrella, Adrián Suar, lo primero que ella le preguntó fue: “¿Vos viste el video?”. Si bien Florencia había prometido “transmutar este momento con humor”, todo sonó impostado. Suar, visiblemente incómodo, hizo un chiste, dijo que él había difundido la filmación y después aclaró que no, que por supuesto que no vio el video ni le interesa verlo.

Las reglas de la televisión, una vez más, encontraron a Florencia Peña jugando el juego que mejor juega, pero que a la vez la deja atrapada en su propio discurso. Tal como semanas antes quedó enredada en las nefastas artimañas de Luis Ventura, que la amenazó con difundir las imágenes y después aceptó frenarlas gracias a un llamado de Florencia al piso de Intrusos. Todo para después decir que en realidad... ¡no tenía el video! Pero como todo sea por quedar bien con Ventura y por hacer unos puntos más de rating, desmentir la realidad no es para ella un problema, aun a costa de la vergüenza que dice que le da (y le creemos) andar por la calle y que la miren con cara de “sé lo que hacés”. Más que lo que hace en la intimidad, lo cuestionable es lo que Flor hace frente a esa cámara cuando ya no viste los ruleros de la gran Moni y hace de sus propias palabras grandes desmentidas.

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