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Viernes, 25 de enero de 2013

FOTOGRAFIA

La vida en rosa

Meterse en Mujeres Flores es entrar en el universo de Eunice Adorno, una fotógrafa mexicana de 30 años que vivió con mujeres menonitas en las comunidades de Nueva Ideal, Durango y de La Onda en Zacatecas.

 Por Romina Resuche

A Eunice Adorno le costó salirse del proyecto Mujeres Flores, porque tomó varios años de su joven vida. Su primer acercamiento fue en 2006 cuando le encargaron un fotorreportaje para la revista Marie Claire sobre una comunidad menonita en Chihuahua. Un día se escapó a conocer la ciudad de Coutemo y, según cuenta, “justo en unos caminos desiertos y muy extraños, una frontera donde no sabes si sigue siendo México o ya es otro lugar por el radical cambio de paisaje”, vio a unas adolescentes conversando y se acercó. “Me di cuenta de que no hablaban inglés, ni español, ni ningún idioma que yo reconociera, sino plotish –que es el alemán bajo que ellos hablan–, y este encuentro me dio curiosidad y ganas de volver”, cuenta.

En 2008 se quedó sin trabajo fijo para medios, el diario para el cual trabajaba cerró, y ahí empezó a cuestionar su fotografía y a querer buscar su perfil autoral. “Fue cuando tuve la necesidad de una identidad propia, ver qué temas me podían interesar, y casi como un viaje personal y para salir de la ciudad y de mi entorno, me fui a Durango”, relata.

Iba con el recuerdo de esas chicas que había conocido y con un objetivo claro: ir a buscar a las mujeres. “No me interesaba hablar de los hombres, ni de los menonitas por referencia cultural, me interesaba ver cómo vivían, quería saber mucho más de ellas.” Comenzó entonces a retratarlas cautelosamente y a estructurar su proyecto como un acercamiento a los espacios íntimos que se abrían a compartirle: sus casas, sus cocinas, sus jardines. Las conversaciones y el registro de sus floridos vestidos definieron que lo que la fotógrafa iba mostrar sería lo que viviera con ellas.

Le encantaban esas ropas, esos zapatos y algo de esa cultura conservadora. “Yo venía de ahí pero, al contrario de ellas, lo había negado mucho tiempo, y entonces me empecé a reconciliar con muchas cosas de mí, me sirvió para abrir otros sentimientos”, concluye. Eunice no había conocido nada parecido y, a su vez, le resultaba familiar el ambiente religioso en el que también se había criado, pero había decidido esconder. Quien le facilitó la integración fue Margarita Tizen, una dentista viuda que no seguía los mismos cánones que las otras mujeres. “Con ella me sentí mucho más identificada, tuve una conexión especial con esa mujer increíble, fuerte, que era casi el opuesto a las otras: independiente.”

Entre los menonitas, las decisiones importantes se rigen por los hombres; y aunque Eunice no estaba de acuerdo, optó por ir más allá del juicio, y vivir instantes que le daban sentido a su historia en el acercamiento cotidiano. “Comencé a sorprenderme por los colores, por la decoración de sus casas, por ver cómo convivían entre ellas, por los paseos que daban, y me di cuenta de que en lugar de tomar algo que ni siquiera yo iba a entender –porque no podía meterme en otra intimidad, como que son golpeadas y victimizarlas por eso–, me dejé llevar por cosas estéticas, por la imagen que fui encontrando.”

Decidió que no quería contar lo crudo de esas vidas sino lo hermoso, lo que era visible. Y explica: “Eso era lo real para mí, lo otro era más una investigación y decidí que no quería enfocarme más que en mi vida con ellas”.

En 2010 llevaba meses sin ir a las comunidades, porque la violencia en su país había crecido, justamente en las zonas donde ella trabajaba, y muchas de esas mujeres ya se habían ido. Ese viaje fotográfico, de intensa reflexión, cambió la vida de Eunice, que dio por terminado el trabajo cuando una maqueta de su proyecto fue elegida por la prestigiosa editorial La Fábrica para hacer un libro. La chance volvía palpable su experiencia y le daba una oportunidad de abrazar la autoría que había buscado al lanzarse a la aventura. Como fotógrafa y como mujer, Adorno buscó reivindicar lo femenino sin caer en la frivolidad y hablar de género a través de un respeto total, humanitario, abierto, alejado de la crítica. Sus fotos demuestran que lo logró.

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