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Viernes, 25 de enero de 2013

VISTOY LEIDO I

El mercado del amor

Para Eva Illouz, cuando hablamos de amor siempre hablamos de sufrimiento. Sólo que el dolor va tomando distintas formas en la Historia.

 Por Marina Mariasch

“No abordes a un hombre. No lo llames y devuelve sus llamadas tarde. No aceptes ninguna cita para el sábado a partir del miércoles. No precipites una relación sexual. Deja de salir con él si no te hace un regalo romántico para el Día de los Enamorados.” La lectora no va a encontrar esta clase de consejos en Por qué duele el amor, de Eva Illouz, pero tampoco todo lo contrario. Esta cita forma parte del libro: Illouz la toma de Las reglas del juego, un fenómeno editorial que en 1995 llegó a vender más de dos millones de ejemplares. Pero no hace lo que cualquiera esperaría de una teórica crítica de la cultura con tendencia feminista: en vez de horrorizarse por lo denigrante de estas sugerencias, les presta atención en tanto funcionan como estrategias para generar escasez en un mercado controlado por los varones.

Así ve Illouz las reglas del juego, como reglas de mercado. Lo que para Marx era la mercancía, en este libro es el amor y lo producen y configuran determinadas relaciones concretas que circulan en un mercado donde los actores compiten en desigualdad de condiciones. En el mercado de la pareja hétero hay mayor predisposición de las mujeres al compromiso y las monedas de cambio son el capital erótico y la propia subjetividad. Si hace varios siglos era habitual que un hombre construyera su virilidad en torno del sufrimiento que podía sentir por una doncella, hoy en día eso es impensable. Hace años que funciona la ley del boys don’t cry. Y menos por una mujer. En realidad en esta sociedad utilitaria, el dolor no sirve para nada y hay que descartarlo cuanto antes porque obstruye la cadena de producción.

La respuesta de Illouz a por qué sufrimos por amor es sociológica y materialista: “Toda experiencia se encuentra contenida en las instituciones y organizada en ellas”: la lectura va de la subjetividad a lo colectivo. Si bien en La salvación del alma moderna reivindica la utilidad del psicoanálisis –en un momento en el que está siendo cuestionado con fuerza, como herramienta no sólo para entender el mundo sino para vivirlo–, aquí deja a Freud a un costado. Nos pasamos horas revisando los traumas de infancia para saber qué es lo que nos hace fracasar en el amor. Pero si las condiciones están dadas por las disposiciones culturales, en realidad el terreno de las relaciones amorosas no sería un parque de diversiones donde cada uno elige con mayor o menor felicidad su propia aventura, sino un parque bursátil donde las acciones suben y bajan según las leyes de la oferta y la demanda.

También se pone a un costado del feminismo, corriente de la que parte, al menos del feminismo tradicional. Para ella, el movimiento no da cuenta de las razones por las que el amor sigue siendo tan importante en la vida íntima y social no sólo de las mujeres sino también de los hombres “ni contempla la veta igualitaria que presenta la idea del amor gracias a su capacidad de subvertir el patriarcado desde adentro”. Eva Illouz no es esa clase de amigas a la que una puede llamar a cualquier hora para hablar mal de los hombres. Va a atender, sí, pero en vez de hundirse con una en el fango de la queja va a ponerse a pensar qué clase de relaciones posibilitan e incluso fomentan el miedo al compromiso en los varones.

Illouz –que pasó por la carrera de Literatura, por la academia norteamericana, la francesa y ahora da cátedra en la Universidad de Jerusalén– trabaja hace tiempo el cruce de las emociones románticas y sexuales con la cultura y la economía en el capitalismo tardío. En Por qué duele el amor pasa de las heroínas de ficción como Ema Bovary a las antiheroínas de todos los días, las que nos juntamos en los cafés a escuchar los lamentos de las amigas y nos tenemos a nosotras mismas. A los hombres los despatologiza analizando la coyuntura cultural en la que surgen sus conductas, y a las mujeres les quita el peso de la culpa por no haber resuelto bien los complejos de Electra. En el recorrido trata de entender, porque para ella ése es el único antídoto contra las penas.

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