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Viernes, 15 de febrero de 2013

CINE

Mala, mala eres

En Mala, que se estrenó ayer en los cines porteños, Florencia Raggi interpreta a Rosario, una asesina a sueldo que cobra por matar hombres, pero sólo a los que maltratan mujeres.

 Por Marina Yuszczuk

En tiempos en que la violencia de género gana visibilidad a partir de historias furiosamente reales, la nueva película de Adrián Caetano parece a primera vista una intervención coyuntural en el tema montada en una ficción furiosa. La idea de maltrato que maneja la película es radical y, por supuesto, que Rosario no va a liquidar al que le gritó a la novia o al jefe que se propasó con su empleada, porque además sus razones son íntimas y no sociales: hay un secreto en el pasado de esta heroína de acción que la lleva a vengar el dolor propio en historias ajenas. Construida visiblemente en base a otras protagonistas femeninas del cine de género, en una película también de género que coquetea con la clase B y el “exploitation”, el referente más cercano y memorable para la justiciera de Caetano es la Beatrix Kiddo de Kill Bill, esa Novia casi legendaria que era capaz de matar como una leona y dejar un largo reguero de sangre con tal de recuperar la cría que se le había arrebatado. Un personaje como el de Martina Gusmán en Leonera de Trapero, en cambio, queda bastante atrás, porque Caetano elige claramente el género por sobre cualquier realismo (a pesar de que una simplificación tan burda apenas puede sostenerse); en ese gesto, por supuesto, se elimina toda posibilidad de hacer una lectura literal de Mala y pensar la representación de género como ejercicio de justicia poética y política.

Por el contrario, Rosario pertenece al cine de la cabeza a los pies, tanto cuando protagoniza una persecución en la terraza de un edificio como cuando se baja canchera de la moto en una ruta nocturna, y en ese sentido es problemático que se haya elegido no a una sino a varias actrices de la tele para interpretarla. Porque la televisión es puro parloteo y el cine es un asunto físico, y en ese rubro las chicas dejan bastante que desear; aunque el esfuerzo se nota y es mucho, Florencia Raggi parece una Gaby Sabattini sin raqueta cuando trata de ser dura, y lo recio que puede haber en Brenda Gandini y Liz Solari no pasa de la mueca. Como sea, Rosario es solamente una de las puntas de esa especie de santísima trinidad de personajes femeninos algo místicos que se completa con María (Ana Celentano), la mala en silla de ruedas que la contrata para limpiar al ex marido que la dejó por una chica más joven, y la chica en cuestión, Angélica, la buena, que no es otra que una embarazada Juana Viale de camisón blanco, en el papel de amante esposa que elige cunitas para el hijo. La esperanza siniestra de María es que Rosario enamore a su ex (Rafael Ferro) y lo haga sufrir más en el corazón que a otra clase de golpes, pero las pasiones ocultas complican la misión: Rosario tiene pasado, y ese pasado con repercusiones patológicas en el presente se condensa burdamente en un caleidoscopio que guarda una foto y es el objeto que la representa.

Si el personaje de Rosario es del cine de acción, el resto del elenco pertenece al melodrama, incluso a la telenovela más trillada, y la mezcla podría ser divertida si no fuera por la solemnidad excesiva y una cierta falta de convicción que atraviesa toda la película. Especialmente cuando se trata de la sexualidad: a pesar de un par de planos que enfocan entrepiernas femeninas y fragmentan el cuerpo con encuadres que son tradicionalmente masculinos (y claro, no rinde tanto cinematográficamente un bulto como un pubis enfundado en una bombachita blanca), cuando Rosario se masturba lo hace con las piernas cerradas y parece que se retorciera de dolor de panza más que de placer, y cuando tiene que cogerse a su víctima en una escena que debería ser shockeante, la cámara la corta de la cabeza para arriba mientras esconde todo lo que puede los empujes de cadera. Mala podría ser una muestra visual del poder de las mujeres, y por momentos parece que eso intenta, pero si termina por ser una película que hace honor a su nombre es porque en definitiva no sabe qué hacer con toda esa energía femenina.

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