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Viernes, 1 de marzo de 2013

RESCATES I

Romántica punk

A 15 años de la detención que terminó con el suicidio de María Soledad Rosas, el recuerdo y los olvidos de la chica que le hizo “fuck you” al sistema.

 Por Silvina Herrera

A Soledad le gustaban los animales. Cuando terminó el colegio se puso a pasear perros, los llevaba a la plaza, los hacía jugar, tenía un trabajo que solía ser de hombres. Se sentía feliz en la naturaleza. Creció en Barrio Norte en un hogar de clase media sin necesidades, pero rodeada de un desconcierto que la alejaba de su alrededor, una sensibilidad que la hacía acercarse a personas indefensas y mezclarse en relaciones tortuosas. Su vida iba a cambiar y volverse pública cuando decidió irse a Europa en junio de 1997, después de terminar su carrera de hotelería en la Universidad de Belgrano. Sus padres la apoyaron porque querían separarla de un entorno que, creían, la perjudicaba. María Soledad Rosas llegó a Italia, y por una sucesión de casualidades terminó en una casa okupa de Turín.

Ahí conoció y se enamoró de Edoardo Massaro, “Baleno”, que era squatter y le llevaba 11 años. El movimiento squatter era un grupo autónomo, anarquista y punk, que vivía fuera de las normas y dentro de los parámetros de sus propias leyes. Se apropiaban de casas desocupadas, hacían recitales, marchas de protesta contra el sistema político y social, se agrupaban en comunidad y trabajaban en cooperativa. La noche del 5 de marzo de 1998, Soledad, Baleno y su amigo Silvano Pelliseri fueron detenidos. La policía los había estado siguiendo y había puesto un micrófono en su auto. Los acusaron, sin pruebas concretas, de ser “ecoterroristas” y de atentar contra el TAV, un tren de alta velocidad de la compañía Val Sussa, en 1996, de vender armas y de formar parte de una asociación subversiva. Los okupas de Italia tomaron las calles para pedir la liberación, pero Baleno fue encontrado muerto en la celda poco después. “Quiero mi libertad y la destrucción de toda esta institución carcelaria. La condena la voy a pagar todos los días de mi vida”, escribió en una carta Soledad que, dicen, no soportó el dolor de perder a su gran amor y el 11 de julio se ahorcó con una sábana.

Martín Caparrós relata su vida en Amor y Anarquía. La vida urgente de Soledad Rosas 1974-1998. La historia que se cuenta recorre toda su existencia y busca entender por qué una chica porteña se desprende de las comodidades y se termina muriendo a miles de kilómetros de su país. “Siempre estuvo yéndose de todos lados”, explica, y conjetura que se trató de “un ejemplo de rechazo del sistema que podía resultar contagioso, el ejemplo de quien consigue vivir sin inclinar la cabeza”, pero que al final eligió “el suicidio como acto político”. Cuando la encontraron muerta, en junio de 1998, Soledad fue la protagonista de decenas de crónicas en Italia y Argentina. En esos años de decadencia menemista se transformó en un mito, un símbolo de rebeldía y oposición contestataria, una chica libre que quedó involucrada en una historia que la superó. Su vida tenía todos los ingredientes para trascender, pero a 15 años de su detención su nombre está cada vez más olvidado. Se la recuerda en los libros y en páginas de Internet anarquistas, sobre todo italianas. En Argentina, su historia fue plasmada en algunas canciones.

El rock la tomó como inspiración. La banda punk de chicas She Devils le dedicó la canción “L’ultimo gesto di liberazzione” que dice: “Asesina el Estado, protesto con rabia y con dolor”. Los Redondos hablan de ella en el tema “Esto es todo, amigos” cuando dice “La Sole se fue de lo linda que era” y Jauría le brinda un homenaje en “El tiempo”. “¿Qué vas a hacer Soledad? Sé que a lo mejor de tan lejos estás cerca”, dice la letra. En una pared blanca de la cárcel de Caseros quedan las marcas de un grafiti escrito en rojo con la leyenda “La Sole se ne andata tanto fra bella. 10 años de libertad incondicional” y la imagen de ella dibujada en negro con una cuerda alrededor del cuello y su inolvidable gesto de fuck you.

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