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Viernes, 19 de septiembre de 2003

CINE

Los enigmas de Nicole García

La oscura trama de “El adversario”, el film protagonizado por Daniel Auteuil, permite a la actriz y directora francesa Nicole García, internarse en el mundo que más le interesa: el masculino. Una recorrida por la trayectoria de esta mujer cuyas películas bordean las situaciones límite y las estrategias de sus personajes para enfrentarlas, no siempre del modo más simple.

 Por Moira Soto



Nicole García, la brillante realizadora de Place Vendôme, acaba de estrenar entre nosotras un film que es un auténtico desafío para el público. Se trata de El adversario, crónica negrísima, sin concesiones, espléndidamente interpretada, de un insólito y aterrador suceso policial de comienzos de los años ‘90.
Mezcla más rara que la de Musetta y Mimi, Nicole García (1946), con su aire distinguido de francesa acrisolada, es hija de andaluces emigrados a Argelia, país en donde vivió hasta los 15 y al que le gustaría volver. La chica que nació en el Mediterráneo estudió filosofía y siguió cursos de arte dramático, antes de empezar a actuar, primero en teatro, después en cine, dirigida por Bertrand Tavernier, Alain Resnais, Claude Sautet, Michel Deville, entre otros. Pero la elegante y angulosa actriz quería ser directora y en 1985 se largó con un corto Quinze août protagonizado por Ann Gisel y Natalie Rich. Pasaron cinco años antes de que hiciera su primer largo, Un week-end sur deux (presentado aquí como Los caminos del corazón), con Natalie Baye. En 1994 realiza Le fils préféré, interpretado por Gerárd Lanvin (el irresistible guardaespaldas de El gusto de los otros) y Bernard Giraudau, film alabado por la crítica, no estrenado localmente. Cuatro años después, García conduce Place Vendôme, esa joya sobre el turbio negocio de los diamantes a la que sacó brillo Catherine Deneuve, admirablemente secundada por Jacques Dutronc, Jean-Pierre Bacri y Emmanuelle Seigner. Así, tomándose su tiempo –no con espíritu sabático sino para trabajar a fondo sus proyectos– Nicole presentó el año pasado en el Festival de Cannes El adversario, un film extraordinariamente sombrío, demoledor, con gran reparto en el que descuella el inquietante Daniel Auteuil, con sus tres narices (una por cada perfil, la otra de frente).
“El deseo de pasar a la dirección me fue llegando de manera subterránea”, decía hace un par de años Nicole García a Studio Magazine. “Cuando finalizó el rodaje de Mi tío de América, recuerdo que tuve una leve sensación de frustración el día que, al despedirme de Resnais, me comentó que para él, el film estaba lejos de su terminación. Aparentemente, no le llevé el apunte a la impresión de que algo se me escurría de las manos, pero tiempo después empecé a preguntarme si no había sido ése el momento en que decidí ser directora, si bien esa determinación salió lentamente a la superficie. Comencé por hacer un corto, como para probar, y este trabajo no hizo más que alimentar mi deseo: confirmé que quería hacer largos, contar historias y a través de esas historias ir al encuentro de mí misma, de los otros. Amo el cine como forma artística, amo las palabras, pero no tengo ningún enfoque didáctico”.Mujeres y hombres que se pasan de la raya.
Nicole García ya venía interesándose porfiadamente en roles con zonas oscuras, misteriosos, marcados por el pasado, como dice ella misma, “con una especie de cuarto de Barba Azul en el que no se puede entrar y que es el eje del conflicto, algo que determina la conducta”. Personajes “con la puerta cerrada” que ofrecen a sus intérpretes, conducidos por esta gran directora de actores, excepcionales oportunidades de lucimiento: Natalie Baye en Los caminos del corazón, como Camille, una madre desprovista de instinto maternal; Gérard Lanvin, a quien García debió perseguir y persuadir para que hiciera a Jean-Paul, el perdedor casi amoral de Le fils préféré, una labor luego muy elogiada; Catherine Deneuve, descacharrante como la alcohólica quebrada que reasume su dignidad en Place Vendôme. Y ciertamente, la memorable composición que logra Daniel Auteuil en el estreno de esta semana, El adversario: imposible imaginar a otro actor tan abismal, tan terrorífico como Auteuil en la piel y el alma de un personaje, tomado de la crónica policial, en permanente estado de desasosiego. Un personaje que transgredió los mayores tabúes (dio muerte a sus padres, su mujer y sus hijos, cuando su red de mentiras sobre su presunta condición de médico ya no pudo sostenerse), sin que se conozcan detalles precisos sobre sus motivaciones. En Le fils préféré, Nicole García se mete en un universo masculino, cosa todavía poco habitual entre las realizadoras de cine: “Quería hablar de hombres. En Los caminos del corazón, aun considerando que el film no era autobiográfico, la verdad es que jugué con cosas que conocía, me sentía cerca del personaje de Camille. Pero Le fils préféré era casi tierra incógnita. Vengo de una familia mediterránea en la que el matriarcado era muy fuerte, había una verdadera barrera entre nosotras y los varones, incluso entre parientes había gran distancia. Este filme me permitió ir directamente hacia ellos, mirarlos de cerca, hacerlos vivir una historia que había imaginado”. Los personajes de García suelen tener problemas de dinero que los ponen en crisis, y esta crisis los empuja a violar normas sociales, morales, pese a que se trata de seres que se han esforzado desesperadamente por integrarse al orden establecido (Camille trata de ser una madre perfecta, Jean-Paul pasa por un buen gerente querido por sus empleados), pero por diversas razones, no encuentran su lugar.
Dice García que “es en esta caída que ellos me interesan. Jean-Paul es alguien que se desmorona. Todo aquello de lo que él podría agarrarse, cede. Y al final de esta caída, apenas va a encontrarse con dudas y cuestionamientos sobre su identidad. Pero a pesar de su fragilidad y su fracaso, de esta fractura en su vida, él podrá, a partir de la transgresión, comprender. No todo el mundo puede transgredir las reglas y ser capaz de experimentar y enfrentar la correspondiente culpa. Hay una escena en la que Jean-Paul habla de esto: `La única cosa verdadera’, dice, ‘es que acabo de intentar matar a mi padre, aunque no sé por qué’. En el film se descubre que la culpa que lo paraliza es una respuesta a la falta que cometió otro antes que él, no casualmente su propio padre”.
También el personaje de Marianne, en Place Vendôme, se viene en picada, entre el alcohol y la desesperación. García tuvo la suerte de que Deneuve aceptara el protagónico: “Fue una oportunidad para Catherine, que ganó bien ganada la Copa Volpi en Venecia, pero sobre todo fue una gran oportunidad para Marianne ser interpretada por esta actriz con grandeur. En este filme, le doy a Marianna un secreto que no es más que una excusa para contar una historia de amor, además en Place Vendôme quise rendir homenaje a las mujeres en su madurez. Es una mirada de mujer sobre unamujer. La vida no se detiene porque ya no eres una muchacha. Ahí está toda la belleza del personaje jugado por Catherine”.

Mirarse caer
El nuevo film de Nicole García toma como punto de partida el libro de Emmanuel Carrère que desarrolló una minuciosa investigación sobre el espeluznante affaire Romand, que conmocionó a Francia en 1993. La directora, que trabajó el guión junto a colaboradores habituales como Frédéric Bélier-García y Jacques Fieschi, prefirió mantener el título original de Carrère, El adversario, término bíblico que alude al demonio interior que todos llevamos adentro. Y que en Jean-Marc Faure, el nombre que recibe Jean-Claude Romand en su pasaje al cine que narra la ficción de sus ficciones, gana la partida absolutamente: el hombre que no quería decepcionar a sus seres queridos y prefiere matarlos y matarse antes de tener que dar la cara al ser descubiertas sus mentiras, queda con vida -semiquemado– después de asesinar a cinco de sus familiares más cercanos...
Una tragedia en la que no intervienen los dioses: es el propio protagonista que empieza a sellar su destino el día que deja de dar un examen en el segundo año de la carrera de Medicina. Algo se bloquea en el él y ya no sigue estudiando, pero simula que sí frente a sus padres, a sus amigos (que suponen que se atrasó un año). También finge que se recibe, y se casa con una mujer que lo cree médico y tiene dos hijos. Jean-Marc monta todo un tinglado para convencer a su entorno de que trabaja para la OMS, en Ginebra, mientras que se patina el dinero que le confían sus suegros, sus padres. En el film, al igual que en la vida, durante 18 años nadie parece darse cuenta de nada. Si ésta es una tragedia en negativo -puesto que se concentra en la miseria humana más tenebrosa–, habría que señalar que el coro –que en Sófocles, en Eurípides, comenta la acción, opina, toma parte– aquí es sordo y ciego.
Y como en la tragedia griega, El adversario cuenta una historia cuyo aciago final se conoce desde el principio: no sólo se trata de un caso muy conocido en Francia sino que además ya se hizo otro film –bien diferente y menos valioso– sobre este suceso policial, El empleo del tiempo, de Laurent Cantet. Pero por si quedara alguna duda, García dispone su relato alrededor de aquel funesto y nevado 10 de enero, dando por sobreentendido el atroz desenlace y abriéndose a distintos testimonios y flashbacks que dan pistas, pero no respuestas sobre el siniestro misterio del falso médico. En verdad, la única persona que sospecha algo extraño, que advierte –y no soporta– la tristeza recóndita de Jean_Marc, es Marianne, su amante. La única que se salva por un pelo de la masacre.
“Este es un hombre que cae y se ve a sí mismo caer”, ha declarado Nicole García. “Lo sentí próximo de nosotros, de la condición humana: cae en la trampa que él mismo se preparó. La parte oscura, que todos tenemos, lo devora. Desvelar su mentira le era más intolerable que cualquier otra cosa...”. Respecto del tratamiento asordinado de la violencia, dice la directora que al editar lo que había filmado, descubrió que “no había violencia real, ni sangre, ni gritos. Algo pasó y al mismo tiempo no pasó, una presencia ausente como era el mismo Jean-Marc en su momento. Tal vez la imagen de toda su vida. Intenté estar lo más cerca posible de él, durante la mayor cantidad de tiempo posible, acompañarlo hasta el momento en que el `radar de la razón’ se detiene y él se mueve hasta lo innombrable... Hay un instante en que Jean-Marc se arrima al borde, y una parte de él se nos escapa para siempre”.

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