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Viernes, 17 de mayo de 2013

MONDO FISHION

Otro ladrillo (tejido) en la pared

 Por Victoria Lescano

La invitación de la democrática firma Falabella invitaba a asistir a los jardines del Museo de Arte Decorativo y allí celebrar una acción de los diseñadores Jessica Trosman y Martín Churba, quienes supieron componer desde mediados de los ’90 y durante cinco años una de las duplas más innovadoras de la escena local. Y como correlato del lanzamiento de una colección de suéteres de producción industrial. Corresponde aclarar que el campo de acción de trosmanchurba fue la experimentación con textiles y el método, la sublimación; el maquillaje de telas y la ornamentación con cuentas de collares en un lenguaje preciosista.

El martes 7 de mayo, los arbustos del jardín ostentaban cintas por doquier, así como también los arreglos textiles se camuflaron entre las mesas de café. Una docena de looks cimentados con cuarenta piezas exaltaron superposiciones con variaciones sobre el glitter, estampas con dejos de batik fulgurantes, siluetas japonesas matizadas con el rock y el modus de las cholas en clave deportiva cimentados alrededor de versiones libres de la nueva colección de suéteres (en su mayoría jacquards, rayas y estampas folk sumadas a algunas tachas), de ahí que los resultados de la acción (que no están a la venta), además de exhibirse en las sucursales de la cadena chilena, se sortearán en Facebook desde la fan page de la firma. Pero la verdadera acción textil transcurrió luego del pase de moda, cuando los asistentes fueron invitados a cruzar la Avenida del Libertador y así apreciar la interacción de las modelos con una muralla rara avis cimentada con kilos de frutas remixadas con fragmentos de hilados, súeteres y pelo de muñecas. Martín Churba, quien a fines de marzo supo trasladar su colección Salud referida al invierno 2013 por las calles de Recoleta hasta culminar en el hotel Four Seasons (y en otras ocasiones organizó caravanas de fa- shionistas y modelos bailando al ritmo de los tambores de Bomba de Tiempo desde La Rural hasta el centro de compras donde inauguraba una nueva tienda) se refiere a la acción y a la labor conjunta con Jessica, cuya firma actual se llama J. T.

¿Cómo explicás la construcción de la muralla de textiles y de frutales y pelo de muñeca alrededor de la plaza Chile?

–Volvimos a tejer juntos, y en el parque con la gente. Todo eso sintetizó nuestro homenaje a lo que vivimos diez años atrás y durante los cinco años de la sociedad trosmanchurba, a la que comparamos con un matrimonio y en el transcurso del que vivimos grandes amores con las telas, con el tejer, entre nosotros y con la gente. Volver a tejer juntos, cotejer. Algo de todo eso tiene este reencuentro. Nos une un enorme cariño.

Esa pieza pop –por lo efímera– ¿interactuó con el vecindario? ¿Vieron transeúntes llevándose souvenirs frutales y textiles?

–La idea fue armar un telar que anunciara la llegada del invierno y proveyera a los vecinos del parque con aquellas materias que son amigas del frío. Porque cuando llegamos a ese parque vimos que había varios hombres y mujeres que vivían en su superficie y a la intemperie. Y de ahí surgió un punto de conexión con la sensibilidad que tenemos con Jessica respecto de lo social. Demandó tres días de preproducción de materiales, otros tres días de tejido en el parque y se desarmó en tres horas.

¿De qué modo consideran que dialogó con la colección de suéteres?

–El diálogo es abierto. Falabella nos pidió que trabajáramos con sus suéteres y nos pidió que armáramos un desfile para presentar los suéteres en el patio del Museo Nacional de Arte Decorativo y frente al parque donde hicimos la intervención textil. Al principio, la distancia nos resultó incómoda, nos preguntábamos por qué no hacer el desfile en el mismo lugar que la intervención, pero en simultáneo nos inquietaba la relación estética y cromática entre los suéteres y el telar. Considero que finalmente las dos escenas y la distancia fueron positivas: se amplió el territorio sensible.

¿Cómo definís las nuevas siluetas que surgieron para la ocasión?

–La silueta fue cocreada entre Jessica, la estilista Julieta López Acosta y yo, y el mecanismo fue express. Hicimos una selección de nueve consorcios de suéteres, un cadáver exquisito de prints, sumado a un estilismo que califico de “divertismo”, sumado al show.

¿Podés hacer un breve análisis de la moda actual en relación a cuando compusieron una celebrada dupla de diseño?

–Hay mucha energía recorriendo los atelieres de los nuevos diseñadores. Hay un mood de moda, hay un poco de todo. Pero allá por entonces, en 1995, antes de encontrarnos con Jessi, no había mucho de nada. Y desde la calle Warnes nosotros tiramos purpurina al techo, unimos la moda con la alegría, con los colores, las telas locas. Cada desarrollo textil era como un cuadro, porque entonces no estaba tan incorporada la idea de comprar arte, la feria Arte Ba no tenía el auge y el alcance popular de los últimos años, y nosotros vendimos arte para la vida cotidiana. Pero en la actualidad, y más allá del mood, algunas áreas de nuestra industria no se nutrieron bien y no hay amplias posibilidades para todos. La industria está poco actualizada y la falta de proyección y programación local es muy desalentadora. El mundo clama por primera vez en décadas la aparición de nuevas ideas, en tal contexto, después de diez años estamos felices de encontrarnos y sentirnos hermanados. Trosmanchurba se separó en dos nodos de diseño que hoy amplían el territorio de la moda local y una década después celebramos ese tránsito.

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