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Viernes, 17 de mayo de 2013

VISTO Y LEIDO

La carne es fuerte

En la novela La vegetariana (Bajo la Luna), una mujer atrapada en un matrimonio chato y sin amor abandona la carne y se vuelve herbívora. Dejar la carne es su modo de resistencia en un mundo donde conviven por igual belleza y violencia.

 Por Marina Mariasch

Han Kang, la autora de La vegetariana, estuvo en Buenos Aires para presentar su novela en la Feria del Libro. Es una escritora joven que integra la primera generación de literatura coreana que aborda las cuestiones de la subjetividad. Antes, los autores escribían sobre temas sociológicos e históricos.

Kang me saluda con la mano, lo cual me resulta algo distante de su parte. Pero luego me explican que es un gesto de confianza. Podría haberme hecho una simple reverencia. Este pequeño detalle da cuenta de la gran brecha cultural que se abre entre nosotras y de las maneras en que las mujeres, de uno y otro lado del planeta, pensamos las vías de escape del sistema en el que vivimos inscriptas.

La protagonista de la novela y su marido están casados desde hace cinco años. No se pelean, pero no están enamorados. La crisis se desata cuando Yeonghye decide, a partir de un sueño sangriento y revelador, hacerse vegetariana. ¿Es una búsqueda de fuga o de autodestrucción?

Es una búsqueda de purificación. Creo que la búsqueda de la novela es la de pensar esa complejidad de la naturaleza humana donde pueden convivir la inocencia y la crueldad. Trato de encontrar, también, un entendimiento de la situación femenina. La mujer no tiene voz y el desinterés del marido ya la hace encontrarse en un lugar de violencia. La carne ocupa el lugar del poder, y mientras ella lleva a cabo esta acción extrema para buscar su propia integridad, los que la rodean tratan de obligarla a ingerir carne. Su padre, que es veterano de la guerra de Vietnam, le da una bofetada y le mete a la fuerza carne en la boca con un tenedor. Es una de las escenas más violentas de la novela. La carne representa una amenaza, la violencia, pero también es el cuerpo, la fuerza. ¿No cree que al dejar la carne, Yeonghye, la protagonista, no se convierte casi ella misma en un vegetal y abandona también su deseo, su subjetividad, su sexo? Se despoja de sí...

Su postura en ese sentido no es activa. Ella es observada y descripta por los que la rodean con cierta incomprensión. Primero por el marido, de una manera fría y realista. Después por el cuñado, que es un videoartista y se obsesiona con la marcha mongólica del muslo de Yeonghye y quiere hacer un documental sobre ella. Y por último por la hermana, que es con quien mantiene la relación más íntima. En el medio pasa una temporada en un psiquiátrico. Es un ser enteramente manipulado por los demás. Hay algo en su postura que puede entenderse como sumisión, pero en realidad ella se cuestiona si el camino no será a través de la contemplación.

¿Qué lugar juegan en esa manipulación las instituciones? La familia, el matrimonio, la salud mental...

Corea tiene una larga tradición familiar, la familia sigue siendo la base de la sociedad, pero está claramente en decadencia. La influencia del capitalismo hizo que se derrumbara muy velozmente la ética de la tradición. Hay un ritmo mucho más acelerado, cargado de ansiedad y angustia, soledad e individualismo. Pero desde el año pasado hay una especie de moda por volver a la reflexión y “curarse”, de parar un poco y volver a mirar fijamente su propia interioridad sin engaños.

¿Cómo es la escena de la literatura en contemporánea en Corea? ¿Hay espacio para lo que escriben las mujeres?

Hay muchas mujeres escribiendo y publicando en Corea en este momento, es una escena muy dinámica y hay diferentes estilos. Hay muchas escritoras de veintipico que ya publican. El público lector también está en su mayoría conformado por mujeres. Hay pocos rasgos en común; lo que se puede señalar es que ésta es una generación que apunta a cuestionarse qué es el hombre. Preguntas de orden ontológico, después de haber vivido muchos años bajo la dictadura. Para mí, escribir tiene algo de deambular. Doy pasos hacia adelante con preguntas ardientes o frías, y a veces doy pasos hacia atrás. A veces vuelvo al punto de partida. Creo que es necesario que transcurra el tiempo. Para escribir, voy a seguir deambulando llena de preguntas.

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