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Viernes, 26 de julio de 2013

El regreso de las insurrectas

INTERNACIONAL Cuatro de las mejores atletas de elite iniciaron un pedido formal para que el Tour de France, pináculo del ciclismo sólo reservado a hombres, incluya a mujeres el año próximo. La petición reaviva el debate sobre la falta de oportunidades para las ciclistas, y desnuda a este deporte como una de las disciplinas más ofensivas por sus grandes desigualdades de género.

 Por Guadalupe Treibel

Antes que nada, algo: un punto –y coma– importante. Que, en tiempos menos felices que estos (tan poco felices), la bicicleta significó, más que masas críticas, cuestión de peso, opción sustentable, sendas preseteadas. Para la mujer pionera, pedalear fue un gesto político que, lejos del pasatiempo o la moda, implicó igualdad e independencia. Allá a lo lejos, durante la Belle Epoque, los defensores de la decencia se deshacían en improperios contra las señoras en bloomers que se atrevían a rodar: “Degeneradas que frotaban sus partes pudendas contra el sillín”, bramaban; “insurrectas que omitían el corsé reglamentario”, rugían y, en paralelo, les increpaban que la actividad atentaba contra su supuesto fin último, el de ser madres.

Afortunadamente, los palos en la rueda fueron quebrándose uno a uno y, en 1895, la reina Margarita de Italia mandó a llamar a Eduardo Bianchi, el mejor fabricante de bicicletas, para que diseñara un ejemplar a medida –que el hombre llamó “Celeste”, por los ojos de la suprema dama–. Ese mismo año, un medio norteamericano, el Indianapolis Weekly, anotaba cómo las norteamericanas se multiplicaban en la corrida: “Hace cinco años, cuatro mujeres pedalearon por primera vez aquí, para el profundo disgusto de caballeros de la ciudad y el más profundo disgusto de las damas. Ahora las mujeres que pedalean son legión y su número se incrementa”.

No es casual, entonces, que en 1896, una tal Margaret Lelong pedalease casi 3000 kilómetros, desde Chicago hasta San Francisco, solita, llevando unas mudas, algunas herramientas y un revólver cargado (por si las moscas...). No es gratuito que la propia Susan B. Anthony, feminista líder, llenase de loas al medio de transporte y pasase su mensaje de lucha por los derechos de la mujer recorriendo EE.UU. en bicicleta (aunque, en honor a la exactitud, también lo hizo en trenes, mulas y hasta trineos). Tampoco es casual ni gratuito que, a pesar de los avances, de cara a los hechos, las oportunidades fueran dispares: porque si bien el ciclismo fue incluido como disciplina olímpica en los Juegos de Atenas del 1896, la mujer tuvo que esperar casi un siglo para participar: hasta los Juegos de Los Angeles de 1984 sólo intervenían varones; las señoritas, recién en pruebas de ruta y de pista de la versión de Seúl de 1988.

Así y todo, decir que hoy –en 2013– la brecha es nula, sería una falacia. Aun cuando hay ejemplos femeninos que les pasan el trapo –al igualar o superar en kilometraje y velocidad– a los muchachos, no pareciera alcanzar. Leyendas vivas como la española Joane Somarriba, la holandesa Marianne Vos (para muchos, la mejor ciclista de todos los tiempos, con copas del mundo, Flecha Valora, premios mundiales de ciclocross, en scratch, galardón olímpico en Puntuación en pista, etcétera), la francesa Jeannie Longo, la alemana Judith Arndt o la rusa Olda Zabelinskaya no parecieran alcanzar.

“Ciclismo y fútbol son dos de los deportes que mueven más masa social, pero a la vez en los que más desigualdad existe entre hombres y mujeres”, denunciaba a principio de este año la salamanquesa Dori Ruano. Pero hete aquí la “novedad”: las chicas están cansadas. De allí que cuatro atletas femeninas de elite iniciaran la semana pasada una petición para que el Tour de France –pináculo del ciclismo, donde hombres compiten en distintas etapas y terrenos durante el curso de tres semanas para determinar un vencedor– incluya mujeres el año próximo.

A través de vía Change.org, Emma Pooley, Kathryn Bertine, la ya mencionada Vos y Chrissie Wellington, todas célebres y multipremiadas, han instado públicamente a los organizadores de dicho evento para que, en paralelo a la clásica ejecución varonil, creen una versión femenina en el mismo campo, el mismo tiempo, con la misma distancia, en los mismos días –con pequeñas modificaciones en los horarios de inicio y cierre para que un género no interfiera en las correrías del otro–.

El objetivo es simple: “Después de un siglo, llegó la hora de que las mujeres puedan participar del Tour de France. Mientras muchas mujeres batallan contra la desigualdad de los deportes, el ciclismo se mantiene como uno de los más ofensivos con menos oportunidades para correr, sin cobertura mediática, con distancias más cortas y, por lo tanto, salarios y premios desiguales”, destaca el pedido que, en otro párrafo, explica cómo, a finales de 1960, la gente suponía que las féminas no podían correr el maratón, pero espera que, de 30 años a la fecha, esas mismas personas miren hacia atrás y comprendan cuán equivocada era tamaña premisa.

En charla con la BBC, la británica Pooley detalló que si bien en los ’80 se instauró una versión femenina del mentado concurso, el Tour de France Feminin sólo duraba dos semanas, escaseaba de sponsors y eventualmente fue denunciado por infringir los derechos de autor (por cuanto, kaput a la intentona). Por otra parte, Pooley resaltó que el interés que despertó entre los espectadores el pedaleo femenino en las últimas Olimpíadas hace que este momento sea fértil para llevar adelante un cambio real, evitando que sus logros vayan a parar a las sombras nuevamente. “Además, para serte honesta, el tour implica una logística tan enorme que agregar a 50 o 70 mujeres no les haría la diferencia. De paso, quienes se alineen en las carreteras para ver el show, tendrían dos espectáculos en vez de uno”, manifestó esta iniciática promotora de la petición.

Petición que, al momento del cierre de esta edición, ya sumaba la nada despreciable suma de 74.000 firmas y que, se espera, sacuda la modorra de Christian Prudhomme, director del tour, para dar un paso al frente, permitiendo que en 2014 la bicicleta deje de ser un campo minado y se vuelva un caso ejemplar de batalla ganada. ¿Será...?.

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Imagen: Corbis
 
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