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Viernes, 13 de septiembre de 2013

VIOLENCIAS

Cuidado, machos ociosos

“Lo hago para no aburrirme”, dice la respuesta más repetida entre los diez mil hombres encuestados en Bangladesh, Camboya, China, Indonesia, Sri Lanka y Papúa Nueva Guinea para justificar las violaciones que al menos un cuarto de ellos ha perpetrado alguna vez en su vida. La investigación, a cargo de un programa de Naciones Unidas, da cuenta no sólo de la magnitud del problema, sino de la necesidad de encontrar abordajes no sólo punitivos, sino que se dirijan a las causas profundas del problema.

 Por Roxana Sandá

Sarah sobrevive en Papúa Nueva Guinea. Es correcto afirmar que se trata de supervivencia, porque atravesó la infancia junto a un padre alcohólico perdido en sí mismo, quien sin embargo nunca olvidó someterla a palizas imborrables que la dejaban sangrando, y porque ya adulta es abusada sexualmente por su marido, introduciéndole objetos en la vagina a modo de juego y contra su voluntad. “Hogares rotos traen niños rotos. Para mí, es por eso por lo que he mantenido mi matrimonio, porque mis padres se separaron y yo sufrí”, concluye Sarah, que utiliza un nombre ficticio, por supuesto, para que no la maten y así poder dar su testimonio en el informe de Naciones Unidas difundido esta semana y que revela que una cuarta parte de los hombres asiáticos ha violado alguna vez a una mujer para no aburrirse.

El estudio “¿Por qué algunos hombres usan la violencia contra las mujeres y cómo podemos prevenirlo?”, realizado en colaboración por agencias de Naciones Unidas, reveló que el 25 por ciento de los hombres de la región de Asia-Pacífico al menos cometieron una violación en su vida y la mayoría de los casos quedaron impunes. “Lo hago para entretenerme”; “para no aburrirme”; “porque es mi derecho”, son algunas de las respuestas a la encuesta realizada entre 2010 y 2013 a 10.000 hombres y 3000 mujeres en seis países de esa geografía: Bangladesh, Camboya, China, Indonesia, Sri Lanka y Papúa Nueva Guinea. Entre el 72 por ciento y el 97 por ciento de los violadores no fueron juzgados, y mientras que la violación es “común” entre las parejas, un 10 por ciento de los encuestados reconoció haber violado a una mujer con la que no mantenía un vínculo sentimental.

Para James Lang, coordinador del programa Partners for Prevention, de la ONU, a cargo de este informe a gran escala sobre género, masculinidad y violencia, la situación confirma una “prevalencia de la cultura machista, las desigualdades sociales y la discriminación en Asia como ejes determinantes de los abusos y las violencias contra mujeres y niñas”, detectando que en muchos casos “se trata de esposas o familiares educadas para la sumisión”. Lang sostuvo que la prevención “es crucial por el predominio de la violencia machista” en las áreas estudiadas, y porque permitiría “cambiar la mayoría de los factores relacionados con este comportamiento”.

Una de las autoras del informe, la especialista en temas de género Emma Fulu, detalló que en sus relatos los hombres manifestaron “creer tener derecho a mantener relaciones sexuales con la mujer”, más allá de que ésta diera su consentimiento o se negara. “Es común que los hombres violen como forma de entretenimiento, ya sea por diversión o porque están aburridos”, dijo. Sin embargo, las violaciones, los abusos y las agresiones también recaen sobre las mujeres “como formas de castigo”.

En Papúa Nueva Guinea, una de las regiones críticas, el 60 por ciento de los hombres declaró que “obligó a una mujer a mantener relaciones sexuales”. La profesora Rachel Jewkes, que dirigió la investigación en ese territorio, indicó que la zona clave del estudio, Bougainville, la mayor de las islas del archipiélago de Salomón, está ensombrecida además por la gravedad del escenario político reciente, un enfrentamiento civil “extraordinariamente destructivo”, que se extendió desde fines de los ochenta hasta 2005, “en un área en la que ese conflicto no ha sido resuelto”.

Se empieza joven. Los hombres actúan con violencia contra mujeres o niñas desde edades muy tempranas. Un 23 por ciento en Bougainville, y otro 16 por ciento en Camboya eran menores de 14 años cuando cometieron su primer ataque sexual. Pero también el 65 por ciento de los abusadores encuestados en Papúa Nueva Guinea y China admitió haber sufrido violencias, abandono o abuso sexual durante su infancia: según el estudio, en estos casos las probabilidades de ejercer violencia sexual contra sus parejas o contra otras mujeres se multiplican por dos.

Las motivaciones son sistemáticas, empecinadas en una mirada violenta androcéntrica, explícita, sin subterfugios. Cerca del 75 por ciento de los violadores argumentaron sobre su “derecho sexual” al sometimiento de mujeres y niñas. Fulu recordó diálogos en los que los encuestados “creían que tenían el derecho de mantener relaciones sexuales sin contar con el consentimiento de las mujeres”. La segunda motivación habitual, según la investigadora, es “violar como modo de entretenimiento, por diversión o porque estaban aburridos”. Y en tercer lugar la violación como forma de castigo o por enojo. “Sorprendentemente, el motivo menos habitual está relacionado con el alcohol.”

Con un doctorado en la Universidad de Melbourne y autora de un libro sobre violencia doméstica en Asia, Globalización, género y el Islam en las Maldivas, publicado este año, Fulu aseguró que las claves del informe se encuentran en “la impunidad de los hombres y de la penalización de la violencia contra las mujeres, pero al mismo tiempo no puede ser la única respuesta. No se puede encarcelar a una cuarta parte o más de la población masculina, muchos de los cuales serían menores. Necesitamos soluciones que se dirijan a las causas profundas de la violencia para evitar, en primer lugar, que sucedan”.

Y es que, a su entender, la megaencuesta viene a exponer la urgencia “de abordar las formas en la sociedad de enseñar a los hombres a ser hombres. En general, el 87 por ciento de los entrevistados cree que para ser hombre se debe ser duro”. El supuesto sería un determinante de la tragedia, descubrió. “Los hombres que utilizan la violencia contra sus parejas tenían más probabilidades de ejercer el control sobre ellas, de tener varias parejas sexuales, mantener relaciones sexuales transaccionales e involucrarse en pandillas y peleas con armas. Todos ellos reflejan las narrativas de la masculinidad que justifican y celebran la resistencia, el rendimiento heterosexual y el dominio de los hombres sobre las mujeres. Debemos hacer frente a los desequilibrios de poder entre hombres y mujeres, entonces, y promover formas de ser un hombre que valore el respeto, la no violencia y la igualdad”.

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