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Viernes, 24 de octubre de 2003

ARTE

Amor libre

¿De qué se trata la felicidad? ¿Es esa pregunta lo que se podría catalogar como “gran tema” para encarar una serie de pinturas? ¿La felicidad de quién? Carla Benedetti y Paz Mari hacen estallar preguntas y respuestas sobre muebles y paredes de cinco ambientes que alguna vez fueron neutros y ahora, como dice el título de la muestra, están llenos de amor.

Por Soledad Vallejos

Una de las chicas dice: “No nos propusimos tomar un graaan tema, no es ésa la idea”. Y entonces pareciera que perfectamente podrían rebelarse los cuerpos que desde hace rato vienen sumergiéndose en esos océanos de colores psicodélicos y chispas de felicidad que la confabulación artística de Carla Benedetti y Paz Mari supieron crear en los ambientes de elespacio (Niceto Vega 5631) hasta hace unos días. O por lo menos preguntarse qué entenderán las dos artistas detrás de la estimulante All is full of love por gran tema, cuando pequeñeces como apropiarse de todo cuanto suene a paraísos sentimentales en la tierra fue el camino que guió ojos, sensaciones y pinceles. La conjura contra ambientes neutros y límpidos tenía que ser conjunta, “expandir la pintura”, proponer y conmoverlas durante el trance. La curadora del lugar les dijo “tómenlo como experiencia de estudio”, y ellas se lo tomaron en serio: cinco cuartos reinventados por intervenciones espaciales, paredes de arabescos y cuadros que no dejan de dialogar con todo cuanto se mueva (o no) por las cercanías.

En el galpón decorado con líneas net límpidas, la exacerbación asomaba por los costados, sin avanzar más allá de los límites que proponen los pequeños livings ofrecidos a las artes de Carla y Paz, pero tampoco replegándose. Acomodarse fuera, en alguna de las mesas del espacio común, se convertía en una posición privilegiada para sentirse en el trono de un panóptico curioso: el espectáculo de las cinco ambientaciones, con sus paredes de tonos fulgurantes, motivos dinámicos y telas pintadas, casi se convertía en el sueño voyeur de disponer de cuanto objeto observable se deseara. Y todo sin más exigencia que girar un poco la cabeza. Desde dentro de cada una de esas cajitas la cosa cambiaba. Mesa, sillones y ambientes se prestaban gozosos al juego de meterse en medio de situaciones vitales, de generarlas, inclusive. Había algo en las presencias de las obras hechas por las chicas que terminaba por adquirir un cuerpo propio, capaz de interactuar con los de las personas que se les acercaban y se disponían a pasar un buen rato.
Paz Mari: –Hay un factor corporal importante en el acto mismo de pintar, como una energía. Es algo difícil de verbalizar. En la pintura hay mucho fluido no verbalizable, es una experiencia muy física. Y nosotras queríamos que en la exposición eso estuviera presente, que ver la exhibición fuera una experiencia sentida, que fuera física. Y por eso pintamos todo. Inclusive estas paredes que no tienen dibujos, que están lisas, de un solo color, las pintamos con pincel, buscando una transferencia de otro orden. Fue una intervención pictórica del espacio, quisimos transformarlo totalmente. Estuvimos el primer mes de exposición haciéndolo, trabajábamos a puertas abiertas, mientras estábamos pintando había gente cerca todo el tiempo. Hay gente que viene seguido, y fue viendo toda la transformación. Creo que todo el mundo se siente más relajado y más confortable en un espacio que está pensado especialmente. Lo que quisimos fue generar un ámbito que fuera agradable. Tratar de que la experiencia no fuera ponerte a mirar el cuadro, sino lograr que el cuadro te llegue con todo el espacio.
Carla Benedetti: –Además, a medida que lo íbamos haciendo nos dimos cuenta de lo que salía. Porque lo que queríamos era bastante diferente a lo que pasó, supongo que porque nunca habíamos tenido la experiencia de pintar un cuarto y ver qué pasa cuando expandís la pintura, cuando la pintura va a todos lados, inclusive a la ropa (porque hicimos unas remeras con los motivos de los cuadros). Una vez que empezamos a pintar, nos dimos cuenta de que era una situación nueva. Era entrar a cuartos que acabábamos de pintar y darte cuenta de que causaban sensaciones diferentes, lo que pasaba era a nivel corporal. Eso no lo imaginábamos.
–¿Y cómo lo imaginaban?
C.B.: –Es que vos te imaginás un cuarto pintado. Entrar es muy diferente. Nosotras queríamos hacer la muestra y unir nuestra obra, nuestros cuadros, a través de un espacio en el que la gente sintiera que había un cuadro pero también algo más, que las pinturas estaban en su medio.
P.M.: –Partimos de que, cuando vos tenés una pared y le colgás un cuadro, el cuadro transforma la pared. De alguna manera, se expande, hay un diálogo pared-cuadro, algo parecido a lo que pasa con un bastidor en blanco cuando empezás a pintar. Hay algo de la pintura, de la marca. De alguna manera, pintar la pared era patentizar esa relación.
En All is full of love la cuestión de subrayar la unión de la obra con su medio era, por lo menos, compleja: si crear suele ser un terreno movedizo y sujeto a mil vientos en lo individual, es de suponer que la creación colectiva, aun cuando suponga solamente la participación de dos personas, implica un camino por lo menos parecido, especialmente si de lo que se trata es de componer una creación nueva a partir de dos series de obras independientes. Paz y Carla, en ese camino que afirman haber encontrado de lo más despejado gracias a su comunidad de intenciones (que la exposición no sean cuadros colgados y nada más, que quien viera la obra se viera obligado a involucrarse), tuvieron también la fortuna de descubrir el denominador común en los cuadros, y partir de ahí. Fragmentos del mundo privado que suelen no circular por fuera de las murallas armadas por la amistad o el parentesco, en el caso de Carla, instantáneas populares y arquetípicas de mundos públicos tan ficticios como impactantes son sus colores, en el de Paz, terminan por convergir en un único punto. Señalan ese lugar que los imaginarios rondan constantemente en busca de migajas que auguren seguridad, promesas de que los sentimientos serán eternos, o que al menos durarán lo que duren esos instantes iluminados por la mirada. Sea por un segundo o una vida, lo que importa, en realidad, es que un torrente de expectativas e ilusiones se arremolinan detrás de esas imágenes. Los retratos de amigos en momentos felices y los momentos difundidos hasta el cansancio por las grandes fábricas de sueños de las industrias culturales, en el fondo, terminan hablando de universos idealizados que los deseos de construir un recuerdo (propio, apropiado) perfeccionan hasta dibujar contornos, detalles que, tal vez, no existieron. Lo que importa es la trascendencia que vaya a lograr esa chispa, no qué tan real o duradera haya sido la fogata. En la obra de Paz, besos cinematográficos que señoras de melenas rubias se disponen a sembrar en los labios de los galanes merecen la aprobación de sonrisas dibujadas con exactitud de un rouge rojísimo; los fondos son brillantes, luminosos, festivos de lo instantáneo como fuegos de artificio. Los cuadros de Carla se pueblan de contrastes y destellos donde las sombras desaparecen para asumir los roles de rasgos coloridos que desconocen tonos intermedios: una chica sonriendo entre el cielo turquesa y el objetivo de una cámara fotográfica, primeros planos ajustadísimos que quizá convoquen la reconstrucción del ambiente que los rodeaba pero sólo en la mente de los retratados. Empezar a indagar desde los supuestos visuales que, de tan conocidos por todo el mundo, apenas se perciben como relatos, o animarse a indagar en lo que una misma ha vivido para ir descubriendo pistas que lleven a reconstruir la pregunta fundamental que guió All is full of love: ¿qué es, dónde está?, ¿cómo reconocemos, aquí y ahora, el rostro de la felicidad?
C.B.: –Nos fuimos dando cuenta de que cada una piensa el presente a través de diferentes formas. Es como que cada una necesita agarrarse de algo para poder contar lo que está pasando hoy en día. Paz parte de esas imágenes que son iconos de la publicidad, esas sonrisas, esa cosa de lo que significa el amor, esas imágenes con las que convivimos cotidianamente, y mis retratos son de gente al sol, siempre tranquilos. Yo creo que cualquier persona que ve mis cuadros piensa las fotos de las que parto como una cosa común, son las típicas fotos que uno tiene y que cuando las mira otro son aburridas, pero no. Son esas cosas que uno tiene identificadas con la felicidad.
P.M.: –Lo nuestro es una apropiación de lo que circula.
C.B.: –Creo que tampoco nos parece que ésa sea exactamente la felicidad... pero tampoco nos parece que no.

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