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Viernes, 29 de noviembre de 2013

VIOLENCIAS

El segundo duelo

En la Argentina hay un femicidio cada 35 horas, según las cifras difundidas por La Casa del Encuentro. Pero las injusticias continúan después de la muerte de la víctima. La organización pide que en las modificaciones al Código Civil se incorpore la pérdida automática de la patria potestad del femicida condenado. En el crimen emblemático de Adriana Marisel Zambrano, en 2008, su asesino dejó el cuerpo junto al de su hija de sólo nueve meses. En la actualidad está libre, tiene un régimen de visitas y quiere sacarle la tenencia a la abuela materna.

–Tía, tía, ¿sabes qué? Mi papá me contó que mi mamá se golpeó la cabeza y que había sangre, pobre Li... –le dijo, hace dos años, su sobrina a Miriam Zambrano, la hermana de Adriana Marisel Zambrano (o Lili), fallecida el 13 de julio de 2008, cuando tenía 28 años, a causa de los golpes, puntapiés, quemaduras de cigarrillo y heridas con herramientas de albañilería por parte de su ex pareja y padre de su hija, José Manuel Alejandro Zerda, y no por un accidente o casualidad.

Ahora la niña tiene seis años. Vive en Palpalá, Jujuy, con su abuela Dorys Gutiérrez. Pero el hombre que asesinó a su mamá, cuando solamente habían pasado juntas nueve meses, está en libertad, la visita, le miente sobre la ausencia de Adriana y ahora quiere sacarle la tenencia a la familia materna. Su futuro está en juego. ¿Va a vivir con su papá, que asesinó a su mamá, o con su abuela que la cría desde que murió su hija? La Justicia tiene la decisión en sus manos. Mientras tanto, La Casa del Encuentro pide justicia por este caso y para que no se vuelva a repetir una situación similar le reclama al Congreso nacional que incluya, en las modificaciones al Código Civil, la pérdida automática de la patria potestad del femicida condenado.

El nombre del observatorio de femicidios en Argentina de La Casa del Encuentro se llama Adriana Marisel Zambrano. Esta semana dieron a conocer una investigación en la que informan que, según los casos publicados en medios periodísticos nacionales, una mujer es asesinada por violencia cada 35 horas en Argentina y que, en lo que va de 2013, aumentaron los femicidios en relación con el año anterior. También presentaron el libro Por ellas... 5 años de informes de femicidios –publicado con apoyo de la Fundación Avon, la Embajada de Estados Unidos y el Centro de Información de Naciones Unidas–, en donde se relatan las estadísticas que ellas pudieron recoger –a falta de cifras oficiales– en este tiempo y, además, piden justicia por Adriana. “La historia de Lili es el emblema de la injusticia y la impunidad en los casos de violencia sexista”, subraya el libro.

El femicidio de Adriana Zambrano muestra que las muertes de mujeres por ser mujeres es más alta que la que alcanza este registro. Su crimen no había salido en ningún medio. Pero sus familiares llegaron hasta La Casa del Encuentro y pidieron que ella no quede invisibilizada. A partir de ese momento, el Observatorio lleva su nombre. “Nos parece emblemático porque sucedió en Palpalá, Jujuy, una mujer de una familia trabajadora, de pueblos originarios, y la sentencia que aplicó el juez fue absolutamente prejuiciosa y machista”, enmarca Fabiana Tuñez, directora ejecutiva de La Casa del Encuentro. Y asienta que el problema no es sólo lo que pasó sino lo que puede pasar: “Nosotras llegamos tarde con Lili y no queremos llegar tarde con la nena. Por eso nuestro eje es la pérdida automática de la patria potestad del femicida”.

El asesino fue condenado por la Justicia. Pero sólo a cinco años de prisión, porque la Justicia consideró que el crimen se produjo sin intención. “Hubo golpes, pérdida de masa encefálica. Sin intención hubiera sido un empujón, pero mi hermana tenía lesiones en todo el cuerpo, traumatismo de cráneo, y eso es muy diferente”, describe Miriam. Por eso, se hizo una presentación, en 2010, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para ver si se podía rever la causa. No hubo novedades. Zerda salió en libertad. Y, desde el lunes pasado, tiene un régimen de visitas en el que la madre de Adriana debe entregar a su nieta a la familia del asesino de su hija fin de semana por medio.

Aunque la preocupación de la familia no termina ahí. “La nena está con psicóloga y psicopedagoga. Gracias a Dios está contenida. Pero ella le tiene miedo. El le dice: “Ya vas a vivir conmigo, no te hagas la tonta”. Si alguien hablara con ella se daría cuenta de que no quiere vivir con él. Mi mamá no la pierde de vista en ningún momento. Son muchas cosas que no se pueden entender. Se dice ‘justicia, justicia’, pero esta persona, que asesinó a mi hermana, está libre y encima ahora quiere sacar la tenencia de la nena”, se indigna Miriam.

“Me parece terrible que esa nena tenga que ver a ese padre que es un violento y un asesino del que la Justicia dijo: ‘Pobre tipo, no la quiso matar, quiso aplicar un correctivo y se le fue la mano’ –critica Tuñez–. Por eso, en principio yo esperaría que la nena tuviera una edad suficiente para evaluar si quiere, o no, ver a su padre. Y, además, estamos pidiendo una reforma al Código Civil en la que se incluya la pérdida automática de la patria potestad del femicida condenado, porque si no pasa como en el caso de José Arce, que es el asesino de Rosana Galiano, y se quedó con sus dos hijos. ¿Dónde están los derechos de los niños? Y el derecho humano básico es vivir una vida libre de violencia, y la niña no la va a poder tener al lado del asesino de su madre. Este es un signo de la cultura patriarcal en donde los jueces entienden que los hijos tienen que estar con el padre no importa en qué circunstancia, y esas determinaciones dejan traslucir que piensan que la culpa, en definitiva, la tuvo la víctima.”

Miriam es la hermana mayor de una familia de cinco hermanos en la que sufren la falta de Adriana. Aunque todavía sienten que la pesadilla de la injusticia no se terminó. “El padre de la nena salió hace dos años. Sólo cumplió dos años y medio de condena y estuvo afuera. Ahora está pidiendo la tenencia. El asesinó a una persona, pero le dan todas las prioridades porque es el padre y la madre ya no puede decir nada –se lamenta Miriam–. La provincia es conservadora y resguarda el lugar del padre. Pero nosotras pedimos que no la entreguen porque tenemos miedo de que pase algo, siempre puede volver a hacer alguna cosa mala.”

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