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Viernes, 13 de diciembre de 2013

RESISTENCIAS

Soy lo que soy

Serás lo que debas ser, menos gorda. Ese pareciera ser el mandato moderno, que impone diversidad de posibilidades a las mujeres, aunque siempre les exija delgadez. El Observatorio de la Discriminación en Radio y TV advirtió por conductas estigmatizantes al programa Cuestión de peso, al tiempo que en la Argentina y en el mundo nace una nueva militancia contra la gordofobia, reivindicando esos cuerpos desde la belleza y el goce.

 Por Luciana Peker

“Yo soy yo. Y no quiero caber en tu norma. Mi última venganza es ser feliz”, lanza irreverentemente optimista el blog LaDobleEfe. El sitio de filosofía feminista no sólo critica el modelo único de belleza. Va por más. Defiende el espacio más deslegitimado para una mujer moderna: tener sobrepeso. Y propone dejar de padecerlo. La avanzada contra la gordofobia está comenzando a vislumbrarse como una nueva causa de militancia. Y ya se hace ver. “Gorda! Un zine que no busca aceptación ni agrado”, dispara gordazine.tumblr.com, que se lanza desde Argentina con frases tan contundentes y provocativas como “Podría ponerme a dieta. O te podrías ir a la mierda”. Una sola oración que tantas veces han tenido –tenemos– ganas de decir quienes con un pedazo de torta de chocolate en la mano nos hemos visto cacheteadas con el reto de “así la dieta no va...” mientras todo el cuerpo –todo eso que siempre parece mucho, muchísimo, o más de lo correcto– no alcanza para convertirse en un refugio y escondernos del dedo levantado contra nuestro insensato placer por la comida y que, encima, se nota.

La vergüenza se vuelve orgullo. Las ganas de no respirar con tal de meter panza se desinflan en un irreverente bullido. El soplido trae nuevos vientos. En el facebook de stop gordofobia se muestran panzas, pancitas, panzotas, pero no para vender un sedante del hígado y poder comerse todo en las fiestas. Se muestran para dejar de vender y comprar y algo más que aceptarse –que se parece tanto al dolor de la resignación–, sino para agradarse. Una actitud que, tratándose de correrse del índice de masa corporal que corresponde a cada cual, es tan difícil como desafiante. “En un sistema como el actual, capitalista y heteropatriarcal, el odio al cuerpo funciona no sólo porque como dijo Naomi Woolf la dieta es el sedante político más potente en la historia de las mujeres, sino porque debemos tener claro que una persona feliz no consume”, arenga STOP gordofobia.

Los creadoras de esta ventana con más de 3100 seguidoras/es son Carlos Savoie Pérez, activista Lgbti, y Magdalena Piñeyro, activista social y feminista, que desde las Islas Canarias proponen un refugio para no quedar colgada como adornito de Navidad ante tanta propaganda para llegar espléndida a las fiestas, un “espléndida” que –claro– quiere decir delgada. ¿Contra qué luchan? “La gordofobia es la discriminación hacia las personas gordas que son percibidas así por la sociedad y por sí mismas. Es una de las grandes discriminaciones invisibles. Si alguien tiene una actitud sexista o racista, probablemente sea rechazado en su entorno, o sea señalado como machista o racista. Sin embargo, si alguien hace un chiste sobre gordas probablemente nadie le dé una reprimenda ni señale que está equivocado/a; al contrario, es muy posible que se compartan risas.”

Otra activista desde las redes sociales es Lucía Egañas Rojas, artista e investigadora chilena que vive en Barcelona. Ella define en primera persona y en plural: “La gordofobia existe en distintos espacios de nuestra cultura, inclusive disfrazada de valores naturales como salud y belleza. La mirada gordofóbica la he sentido sobre mi cuerpo, pero también sobre todos los cuerpos de la sociedad. La delgadez es un imperativo. La gordofobia existe en las películas, series, novelas –donde los personajes gordos sólo aparecen como algo cómico, raramente protagonistas– y en las revistas dirigidas a las mujeres, con sus patrones de belleza, vendiendo todo tipo de dietas, evaluando constantemente el cuerpo de las otras. La gordofobia está en las tiendas de ropa, cuyas tallas no contemplan la diversidad de los cuerpos de las personas. Está presente en las clases de educación física, en los consultorios médicos, a través de un discurso que plantea que toda gordura es algo patológico y no saludable”.

De hecho, uno de los límites más osados de este planteo es encarar el pesado mandato de una vida saludable para ostentar kilos de más. Magdalena Piñeyro desafía: “El tema de la salud es de los más trillados a la hora de debatir estas cuestiones. Siempre que sale a la luz el debate sobre la gordofobia, aparece algún alma caritativa que se encarga de recordarnos que estar en forma es una cuestión de salud, como si esos consejos para los gordos se dieran desde una buena voluntad de la ciudadanía para protegernos. Es curioso, porque muy pocas personas podrían dar fe de llevar una vida completamente sana; sin embargo, sólo a las gordas se nos tacha de insanas. ¿Y emborracharse todos los fines de semana? ¿Y el tabaco? ¿Y las horas sentadas delante de computadoras o la televisión? ¿Y el consumo de azúcar, café, refrescos? ¿Esto es monopolio de los gordos también? La crítica a la gordura no es por salud sino por norma, y no es una crítica constructiva sino discriminatoria y segregadora. Lo que nos está enfermando, precisamente, es la obsesión por nuestra figura, por cumplir con el prototipo, con esa norma estética ampliamente aceptada, pero nadie parece preocuparse por nuestra salud mental”.

La estrecha línea entre salud y enfermedad es uno de los caminos más difíciles de transitar en la defensa de un cuerpo tan redondo como las mujeres de Botero o las chicas del Renacimiento (pero que no se quede pintado). Sin duda, lo más efectivo de este movimiento es sacar del padecimiento a las personas peleadas con su imagen y que sienten que la sociedad les impone ponerse un bozal para no comer, como si tuvieran rabia. Aunque, tal vez, rabia deberían tener, pero contra esos mandatos y no contra su propia percepción de armonía y belleza.

En este sentido, en Argentina, el experimento televisivo de Cuestión de peso –convertido en su sexta temporada cada vez más en un show y menos en un programa solidario– en las tardes de Canal 13 demostró cómo en nombre de la salud se reta, infantiliza y condena a las personas con sobrepeso. El Observatorio de la Discriminación en Radio y TV citó a Martín Bezruk, abogado de Endemol, el 12 de marzo pasado, para reiterarle críticas –que ya se habían explicitado en otro informe del 2011– pero que no fueron remediadas por el programa. Un ejemplo fue la furia de la conductora Claribel Medina, en el segmento “Desaforados por la comida”, de la emisión del 11 de junio, cuando se indignó: “La bondiola hizo desastres en la cara de Eliana, Luciana y Charly: se convierten como en dos nenas chiquitas. Frente a la hamburguesa, pegan unos saltos tremendos. Los chicos se desesperaron frente a la comida, no pueden parar: gritos, saltos euforia, una cosa de locos”. A esa otra locura –la de estigmatizar a gordas/os– ya la llaman gordofobia.

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