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Viernes, 20 de diciembre de 2013

VISTO Y LEíDO

Las emociones frágiles

Vínculos en crisis, con el mundo y con una misma, se narran en la primera persona de Siempre yo, de la alemana Alissa Walser.

 Por Malena Rey

Una novela desfasada, construida a partir de relatos que parecen echar luz sobre una zona oscura del relato anterior, o una colección de historias independientes que a fuerza de insistencia terminan armando serie. Estas dos opciones, a priori opuestas en un breve proyecto narrativo, son las que se encuentran alternativamente al entrar y permanecer en Siempre yo, el nuevo libro de Alissa Walser, la autora alemana contemporánea que comenzó a ser publicada en el país en 2011 por la editorial Adriana Hidalgo. Y lo más interesante de estos nueve relatos, además de algunos de sus curiosos títulos (“Hablábamos sobre la frecuencia de los murciélagos”, “A Buda no vinieron los neuróticos” o “Entrada libre. Muchas gracias”, por ejemplo) son las interrelaciones entre un puñado de personajes que se van exhibiendo y complejizando a medida que avanzamos, sin terminar de apostar por una única trama. El hilo conductor lo llevan las voces de Mona y Nina, dos alemanas jóvenes que durante los noventa trabaron amistad en Nueva York, y sus vidas van oscilando tanto como sus estados de ánimo: la precariedad emocional, la fragilidad de las relaciones con los hombres y con los hijos, y la omnipresencia del pasado son algunos de los tópicos visitados por Walser, que pone a estas dos mujeres inestables, poco seguras de sí, a jugar con otros personajes masculinos esquivos. La proliferación e intermitencia de todos los protagonistas es algo caótica, y ninguna subjetividad termina de delinearse por completo, aunque da la impresión de que éste es un efecto buscado y tal vez no del todo logrado: por momentos falta un poco de tensión, algún conflicto que ponga en vilo al lector más allá de todo este andamiaje.

Con el procedimiento de avanzar en un nuevo relato sobre una historia paralela apenas delineada en el relato anterior, yendo y viniendo en el tiempo, de los Estados Unidos a Alemania, del siglo XIX al XXI, ese Siempre yo del título se escurre permanentemente, generando a veces perplejidad y otras desinterés. La vida cotidiana en un país nuevo en el que cualquier actividad por más mínima que sea puede convertirse en experiencia (párrafos enteros sobre la visita a la lavandería, o sobre las citas a ciegas en lugares públicos, incluso una gran presencia de frases transcriptas en inglés con extrañamiento) hacen que por momentos las tramas y subtramas nos remitan más a una película indie norteamericana que a una serie de cuentos que ponen en jaque la intimidad, exhibiéndola con minuciosidad.

A diferencia de su novela anterior, la muy celebrada Al principio la noche era música –en la que Walser recreaba la atmósfera precisa de la Viena del siglo XVIII a través de dos pintorescos personajes históricos, un médico y una joven pianista ciega–, en estos relatos la acción está ceñida a los avatares contemporáneos de la vida urbana, a excepción del bello relato “En otra vida”, en el que pretendidamente la acción se remonta a los Salones Franceses impresionistas, ficcionalizando la vida de Berthe Morisot y sus contemporáneos Eugène Delacroix o Edgar Degas.

Hija del célebre escritor Martin Walser, ganadora de varios premios y también pintora, Alissa Walser (Friedrichshafen, 1961) es diez años menor que la escritora también alemana Katja Lange-Müller, publicada por la misma editorial. La apuesta por ambas es una clave: ellas portan dos de las voces más arriesgadas del panorama de la narrativa alemana actual escrita por mujeres, por la particular manera en la que conjugan las emociones en la era capitalista con una gran pericia a la hora de poner en crisis la esfera íntima y el desmantelamiento de los vínculos amorosos: la pareja en crisis es una constante en Ovejas feroces de Lange-Müller y en Siempre yo, de Walser.

Siempre yo
Alissa Walser

Adriana Hidalgo
178 páginas
Traducción de Claudia Baricco

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