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Viernes, 7 de febrero de 2014

COSAS VEREDES

Amor correspondido

Por primera vez en su historia, el Guggenheim de NY dedica una retrospectiva a una artista negra, la festejada Carrie Mae Weems: una mujer con los pies en la tierra y la mano en el disparador.

 Por Guadalupe Treibel

Suele decirse que, entre sus características más sobresalientes, las piezas de Carrie Mae Weems llevan el imperioso compromiso de desafiar el status quo, de zambullirse de cabeza en sensibles temáticas –raza, clase, género, identidad personal– y responder al propio norte: la poesía visual con contenido político. “Siempre he pensado que mi trabajo lidia con preguntas sobre el amor, aunque –al final del día– una gran parte tenga que ver con la amplitud de humanidad de los afroamericanos, tan frecuentemente estereotipados y, a menudo, vistos como un problema social. Aquí no se trata de problemas sociales sino de construcciones sociales. De allí que mis obras intenten reposicionar y reimaginar las posibilidades de las mujeres y las posibilidades de los/as negros/as y, por correlación, de lo que yo llamo ‘el amor no correspondido’”, ofreció –cual acta de principios– la bella Weems, dueña de 60 espléndidos años, cuantiosos galardones (Hillary Clinton, por ejemplo, le entregó la Medalla a las Artes del Departamento de Estado en 2012) y un natalicio en Portland, Oregon, en 1953.

Ni qué hablar de su última credencial: la de ser la primera artista negra en tener su propia retrospectiva en el museo Solomon R. Guggenheim (puede verse desde la semana pasada y hasta el próximo 14 de mayo), reconocidísima galería neoyorquina que viene a subsanar el mal hecho –por omisión–: el de ofrecer recién en 2014 tal espacio a una mujer afroamericana. “Me interesa más promover la diplomacia cultural que mi propia carrera”, aclaró recientemente la fotógrafa –ducha en el uso de audio, texto y videoinstalaciones para sus series–, de cara a la novedad. Aunque, pícara, agregó: “Claro que podría estar mintiendo, porque... sí que estoy emocionada”. Chiste aparte, con total humildad, dejó caer nombres de otras colegas plásticas que, a su entender, también hubiesen merecido el honor –Lorna Simpson y Mickalene Thomas, entre ellas–.

Con todo, nadie discute que Weems tenga bien merecido el espacio ganado; menos que menos cuando el año pasado recibió el título de “genia” asignado por la fundación MacArthur, un codiciado galardón que, además de un lugar en la historia de las artes y el mote de “luminaria”, implica la nada despreciable suma de 625 mil dólares. Entonces, ¿se justifica el alboroto alrededor de su figura? Se justifica (y, en breve, las razones del caso). Lo que no se justifica es que, en última parada en NYC (la retrospectiva lleva meses viajando, desde que fuera organizada por el Frist Center for the Visual Arts, de Nashville), la muestra haya sido rebanada a la mitad y se le hayan asignado las galerías anexas del Guggenheim, convirtiéndose en una atracción secundaria. Pero, en fin, que la distribución no empañe el festejo...

Ni las loas que acompañan a esta artista que, desde su juventud, acompañó los movimientos por los derechos civiles y, en su hacer como fotógrafa desde 1974 (cuando compró su primera cámara), decidió poner el foco y la lente al servicio de su comunidad, capturando –en primera instancia– los momentos domésticos de su propia familia y –desde entonces– los de las clases subyugadas. Así, la primogénita Family Pictures & Stories, de 1983, marcó el paso: las íntimas e inspiradas imágenes de su clan exploraban a los clanes de norte a sur; el suyo era, en definitiva, apenas un modelo a escala. Más tarde llegaría su serie más festejada, The Kitchen Table (1990), fotografías en blanco y negro que exploraban la monogamia, la maternidad, la condición femenina, a través del viaje de una dama (Carrie Mae) sentada en la misma mesa en distintos estadios de su vida emocional. “Es una falsa biografía sobre una mujer que contempla y negocia el sentido de ser una mujer contemporánea que quiere algo diferente para ella misma”, sintetizó la artista en una ocasión. En From Here I Saw What Happened and I Cried (1995-96), por su parte, la controversia estuvo al orden del día: tomando 30 daguerrotipos de esclavos afroamericanos/as de 1850 de la colección permanente del Museum of Modern Art, CMW los intervino con color (rojo) y les aplicó leyendas, textos, que creaban una contranarrativa: “Tipo negroide”, “Un debate antropológico”, “Bajando del trono, te convertiste en soldado y cocinero”, fueron algunas de las contundentes sentencias que imprimió en una de sus tantas muestras de calidad y compromiso en tres décadas de descojonante coherencia.

Ahora, mientras prepara un documental sobre cómo es ser una mujer de 60 en la época actual (en ocasiones, se pasa al video porque no sabe “cómo hacer que las fotos canten”), continúa con sus programas de inclusión social en el sitio donde vive, Syracuse (Weems es la fundadora y directora del Institute of Sound and Style, donde introduce a niños de bajos recursos en diferentes aspectos de la industria popular, como fotografía, moda, ingeniería de sonido, video, etcétera) y acentúa la necesidad de acabar con el uso de armas y la violencia (entre sus proyectos, figura Operation: Activate, una campaña de arte pública donde publicitaba: “Como militantes eran temidos; como malhechores ¡sólo son despreciados!”), la ex bailarina se muestra más activa que nunca. Y chocha de contenta. No es para menos... El Guggenheim, ¿recuerdan?

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