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Viernes, 11 de abril de 2014

SALUD

Silencio hospital

Pese a todos los avances y a la progresiva incorporación de varones al sector, la enfermería sigue atravesada por diferentes discursos y prácticas que la recluyen en el imaginario social como “cosa de mujeres”. Todavía se cree que su función es el “cuidado” del paciente, y el cuidado de por sí es una cuestión “femenina”. Hoy transita una dura crisis de personal y se repiensa a la luz del déficit de políticas públicas que favorezcan su desempeño.

 Por Elisabet Contrera

“Hoy siguen circulando discursos sobre la maternalización de la enfermería, un discurso sexista que asigna rasgos femeninos a la ocupación, tales como la abnegación, suavidad, paciencia, la negación de sus derechos como trabajadoras, la ausencia de análisis crítico y debate político, el impacto sobre la salud de los/as trabajadores enfermeros/as y la calidad de atención que dispensan”, dice Beatriz Morrone, licenciada en Enfermería, con magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social, docente e investigadora en el área. Morrone explica que la imagen de la enfermería no se modificó sustancialmente en relación con los momentos históricos que pudo y puede capitalizar. “La etapa fundacional, la etapa del primer peronismo, la resistencia y militancia posterior, el legado de los enfermeros/as desaparecidos”, enumera. Al mismo tiempo, los medios de comunicación siguen propiciando una imagen disociada de la realidad. “Persiste la enfermera hot erótico-pornográfica, la ignorante, la autoritaria. Cuando muestran a un enfermero varón, es el que cometerá algún acto contra un paciente o se lo presenta como un homosexual ridiculizándolo”, ejemplificó. “También existen telenovelas como Mujeres de nadie, protagonizada por cuatro enfermeras a las que nunca se las mostró estudiando o desempeñando un rol profesional y siempre aparecieron abandonadas, engañadas, compitiendo por el amor de un médico. La imagen social de la profesión sigue ligada a los estereotipos de género y a un rol subalterno a pesar del trayecto ganado en la educación superior y la rica herencia y legado de tramos de la historia que la enfermería colectivamente parecería no percibir, ni menos comprender, cómo capitalizarla para modificar su imagen social.”

Que los cuidados profesionales sean percibidos socialmente como “cosa de mujeres” es un indicador de invisibilización profesional y de valor socialmente asignado. Es un tema complejo, ya que no sólo depende de lo que la profesión hace, sino del valor que para la sociedad y para el Estado tiene ese quehacer. Karina Faccia, antropóloga y docente de la carrera de Licenciatura en Enfermería en la Universidad Nacional de Avellaneda, prefiere hablar de continuidades y rupturas. “La década del 50 marca un punto clave, un quiebre, en la historia de la enfermería, con la creación de la escuela de formación de la Fundación Eva Perón. Desde ese momento se reivindica la profesión como un trabajo y no como una vocación, ligada a la tradición anglosajona y religiosa”, explica.

“El proceso de profesionalización impulsado en las últimas décadas fue modificando el perfil de la enfermería. La meta fue transformar al auxiliar en profesional y al profesional en licenciado, tratando de dejar atrás estereotipos como los creados por Gasalla a través de la enfermera Francisca, que era la imagen de la auxiliar poco formada”, evalúa.

Sin embargo, a la hora de analizar la construcción de la imagen, la especialista reconoce que sobreviven las viejas tradiciones. “Hoy estamos en una transición entre los dos paradigmas. Por un lado, la enfermería basada en la experiencia y por otro basada en la ciencia, además de seguir apareciendo como una profesión típicamente femenina, que sigue reproduciendo esta idea de pasar del trabajo doméstico al cuidado precarizado, institucionalizado.”

Liliana del Valle Romano, docente y enfermera desde hace ocho años en el Hospital de Pediatría Garrahan, les hace frente a los prejuicios de la profesión y demuestra a través de la práctica que su rol va más allá. “Para mí la enfermería tiene que ver con la manera en que miro el mundo, no es sólo lo que uno puede dar, sino todo lo que puedo aprender de otras personas. Me permite sentir que el cambio es posible, ya sea desde el lugar de trabajo o desde la participación comunitaria.” Tiene conciencia del imaginario que la relega a ser una asistente del médico, pero también lucha para que eso cambie. “La mayoría venimos de familias de clase media baja, la mayoría de nosotrxs somos lxs primeras en nuestras familias en alcanzar un estudio superior y, por lo tanto, esto refuerza de alguna manera el enfoque de subordinación y de juego de relaciones de poder.”

Multiempleadas

El déficit de personal, los bajos salarios, la falta de infraestructura e insumos en el área de salud afectan día a día el quehacer de las enfermeras y, en muchos casos, impiden su desarrollo profesional, su capacitación y crecimiento, ya que cumplen con las funciones de personal no asignado, tienen dos o tres trabajos para acceder a un sueldo digno y cubren a las compañeras con licencias por enfermedad, producto de la sobrecarga y el estrés de la actividad.

Con respecto al déficit de personal, uno de los datos más recientes indica que se necesitarían cerca de 40 mil enfermerxs en todo el país. Surge de un informe difundido a fines de 2013 por el Observatorio Sindical de la Salud Argentina (Osinsa), que señala a su vez que el 50 por ciento de los encuestada/os se encuentra en edades comprendidas entre 36 y 53 años y el 10 por ciento tiene más de 58 años, o sea, que está cerca de la edad de jubilarse.

Desde el Ministerio de Salud de la Nación dieron cuenta de las políticas públicas implementadas durante los últimos años para revertir esta situación, como el trabajo con el Ministerio de Educación para alcanzar el reconocimiento de la Licenciatura de Enfermería como carrera regulada, la creación de la Comisión Nacional de Enfermería para mejorar la calidad de la formación, la creación del Registro Federal de Profesionales de la Salud y la promoción de formación de enfermeros en todas las provincias, con casi 30 mil inscriptos por año.

Según datos del Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentina (SISA), dependiente de la cartera de Salud, en la actualidad se cuenta con un total de 210.000 matrículas en el campo de la enfermería, de las cuales 120 mil (el 57 por ciento del total) son enfermeros profesionales y licenciados en Enfermería y 90 mil (43 por ciento) son auxiliares. “Este hecho es auspicioso, ya que relevamientos realizados en 2006 muestran que la proporción de enfermeros con esta calificación (profesionales y licenciados) sólo ascendía a un 34 por ciento”, indicaron.

Para Jorgelina Cabanillas y María Castesana, referentes del área de Salud de ATE en la provincia de Buenos Aires, la situación es crítica. En los últimos años, el déficit de personal bajó, ya sea por medidas impulsadas desde el gremio (que creó la primera escuela de formación gratuita) o desde el Ministerio de Salud bonaerense, que lanzó el programa Eva Perón, pero “sigue siendo insuficiente, ya que las plantas de personal en todos los hospitales son añosas y los compañeros se han ido jubilando y no se cubrieron las vacantes”.

“En los servicios de terapia intensiva y neonatología del Hospital de San Martín, de La Plata, se está trabajando con dos enfermeras por turno con más de 16 camas, cuando la OMS recomienda una enfermera cada dos pacientes y en el hospital San Roque, de la misma ciudad, sólo cuentan con dos enfermeras por turno para 29 camas”, ejemplificó Cabanillas.

“Las condiciones de trabajo son extenuantes por la gran cantidad de tareas que se llevan a cabo por pocas manos. Falta de ambientes saludables, con edificios viejos no adaptados a las necesidades del personal. Se sufre el estrés del trato constante con personas enfermas sin alcanzar a cubrir sus necesidades, a esto se suma la falta de insumos necesarios para el trabajo y la quita de francos, lo que impide el descanso del personal”, enumeró.

“Se sabe que la tarea de cuidado que realiza el personal de enfermería es irreemplazable, y su falta pone en peligro la vida de los pacientes, pero esa misma responsabilidad y compromiso se ve resentida por el riesgo que corre el personal por sobrecarga de trabajo. Nuestro gremio viene denunciando esta situación y ha peleado para la incorporación de enfermeras en todos los ámbitos del Estado, realizando permanentes movilizaciones por este reclamo”, sostuvo.

En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, según el relato de Liliana Valle Romano, enfermera del Hospital de Pediatría Garrahan, mejoraron los salarios y se incorporó personal. Sin embargo, hay un alto índice de ausentismo. “La mayoría tiene dos trabajos, que equivale a jornadas de entre 14 y 17 horas, para poder vivir dignamente. La mayoría somos jefas de familia, por lo tanto estamos al cuidado de nuestros hijxs, también hay muchos compañeros con alteraciones de tipo ostearticular y musculares. Estas causas son difíciles de solucionar y de cubrir, y la atención se ve afectada”, reconoció.

Para tener una mirada más global de la problemática, un estudio de la OPS y OMS (2012) que compara el sistema de salud de Argentina, Brasil, Costa Rica y Perú, indica que el 24 por ciento de los enfermeros/as encuestados considera que son malas o muy malas las condiciones de trabajo en el país, el porcentaje más alto en comparación con los otros países analizados: Brasil (9 por ciento), Perú (7 por ciento) y Costa Rica (5 por ciento).

La encuesta también indica que el 34 por ciento de enfermeros, enfermeras y médicos argentinos trabaja más de 40 horas y el 58 por ciento de enfermeros/as percibe que las tareas que realiza son complejas y la carga de trabajo es alta. A su vez señala que el 70 por ciento considera que “se enfrenta de manera frecuente a tareas con elevada carga emocional” y el 62 por ciento dijo “tener tareas que demandan carga física frecuente”.

“Además de afectar la calidad del trabajo en general, esta tendencia tiene un sesgo de género, pues, dada la división sexual del trabajo en el interior del hogar, la mujer asume las tareas reproductivas sin grandes posibilidades de delegarlas. Esta situación se combina con la ausencia de políticas que permitan articular las obligaciones laborales con responsabilidades familiares”, señala la investigadora Laura Pautassi en el capítulo “El empleo en salud en la Argentina. La sinergia entre calidad del empleo y calidad de la atención”, del libro Mujer y empleo.

Los bajos salarios, el multiempleo y la falta de políticas de cuidado se convierten en trabas a la hora de promover la profesionalización. “La mayoría de las enfermeras están multiempleadas. Esto les impide seguir estudiando; en algunos lugares no hay muchas diferencias salariales entre ser auxiliar, profesional o licenciado”, explicó Faccia. “Este panorama hace que la deserción en la universidad sea del 30 o 40 por ciento. Pese a las políticas públicas que apuntan a la profesionalización del sector, muchas abandonan porque son jefas de hogar y les cuesta parar la olla. Muchas no tienen con quién dejar a sus hijos/as o son víctimas de violencia de género”.

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