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Viernes, 25 de abril de 2014

TEATRO

Madre de todas las puestas

Deliciosa, irreverente y de vigencia total, El gran teatro del mundo engalana la cartelera actual con una fantástica puesta de Francisco Civit, quien eligió que muchos roles tradicionalmente masculinos del clásico español fueran interpretados por mujeres.

 Por Guadalupe Treibel

Publicado primeramente en 1655, escrito durante la década de 1630, El gran teatro del mundo es uno de los autos sacramentales más reconocidos del prolífico Pedro Calderón de la Barca, autor barroco del siglo XVII que aprovechó el encargo eclesiástico para indagar los distintos roles representados en la vida misma. Porque la vida es teatro (y el teatro es vida) desde la cuna hasta el sepulcro, en esta pieza será el Autor (un Dios muy narcisista) el encargado de designar roles arquetípicos para la encarnadura de este subgénero alegórico –que atraviesa temáticas universales como la irrevocable llegada de la muerte o, por qué no, cuál es el sentido de la propia existencia–. Siempre bajo el atento subrayado de la Ley de Gracia que, de tanto en tanto, resalta a las almas de libre accionar: “Obrar bien, que Dios es Dios”. Amén de castigos o premios, el Pobre (disgustado con su suerte), el Rey (de lo más petulante), la Discreción (monja extrema), la Hermosura (vanidosa a más no poder), el Rico (exultante y desatento), el Labrador y el Niño que muere antes de nacer, habrán de hacer/actuar y darse al pedido de recrear el encargo (obrar bien...) en el escenario total que los hospeda durante su breve estadía: el Mundo.

Representada el día de Corpus entre los siglos XVI y XVIII hasta que el género fuera prohibido en 1765, la espléndida pieza llega ahora con una puesta del director Francisco Civit, que ya le había hincado el diente al Siglo de Oro cuando en 2011 estrenó El castigo sin venganza, de Lope de Vega. Lejos de improvisar el arribo, dos años trabajó el material en verso, buscando la forma más idónea de acercar el texto (fielmente, dicho sea de paso) e incorporar variopintos números musicales para cada personaje. El resultado, una joyita que toma forma gracias a un elenco soñado: Karina Antonelli, Gabriel Yeannoteguy, Pablo Aparicio, María Zambelli, Alejandro Zingman, Sebastián Saslavsky, Natalia Olabe, Miguel Rausch, Irina Rausch y Gabriela Calzada.

Asimismo, como curiosidad y con afán reivindicativo, Civit (director, actor, docente) decidió que ciertos personajes concebidos originalmente para ser interpretados por varones en esta comedia barroca sean puestos en marcha por mujeres. Salvo a la Hermosura, ni a la Ley de Gracia, la Discreción, el Niño o el Mundo les correspondían tales pieles. Ahora sí y, gracias a tamaño gesto, se conjura una nueva mirada que vale repasar. Con ayuda de parte del elenco femenino, Las12 hace lo propio, recolectando pareceres y opiniones de Zambelli (Rey Lear y Las Troyanas, de Rubén Szuchmacher, entre tantísimas otras), Antonelli (actriz y cocreadora, además, del grupo Lalá Canciones, trabajando en su tercer disco), Olabe (La Noche en Vela, Compañía de Funciones Patrióticas) y la pequeña Irina Rausch, de 11 años.

María Zambelli es la Belleza

“La apuesta fue no ser solemnes, sin burlarnos del material; hacerlo cercano y en serio. Siempre teniendo en cuenta que el primer plano le corresponde al texto, como debe ocurrir con todo clásico. Porque, como solía decir Alfredo Alcón –con quien tuve la enorme suerte de trabajar en Rey Lear–, ‘las grandes pasiones humanas están en los clásicos, y son eternas’. En El gran teatro del mundo, la palabra es creación, porque cuando el Autor dice sus primeros textos, arma el mundo y, a la vez, su representación. La ley llega para advertir con su palabra.

”Y si bien está la carga conceptual de que la Iglesia le pidió a Calderón que escribiera esta pieza para adoctrinar a la gente y, tiempo después, fue un texto prohibido, hoy en día la propia sociedad y las creencias vigentes le dan otra actualidad y otra mirada. Yo leo a un Autor/Dios muy caprichoso, que designa a troche y moche; a un Pobre que debe seguir siendo pobre si quiere tener premio y no castigo; a un Rey que accede al cielo por amiguismo con la monja... Por otra parte, está la idea de mamushka o matrioska, de teatro dentro del teatro dentro del teatro: quienes representan son actores pero, en realidad, son almas que hacen su papel en el mundo.

”Por otra parte, prevalece su vigencia temática. En el caso particular de la Belleza, mi personaje, ¡más vigente no podría estar! Sólo es cuestión de mirar a las víctimas de la moda o las cirugías... Apenas con asomar en un kiosco de diarios, nos bombardean con cremas para la celulitis, productos para el pelo, la idea de ser sexy, sensual... Pero, ¿qué pienso? ¿Qué me pasa en el interior? ¿Qué me está pidiendo la sociedad que consuma? Los medios de consumo ponen en primer plano el valor de la belleza, como si no hubiese más facetas en la mujer. Como si fuéramos unidimensionales, unidireccionales.

”No es casual que mi personaje sea el único que originalmente fue creado para ser interpretado por una mujer. Más allá de que, en aquella época, los roles femeninos fueran actuados generalmente por varones, la hermosura era símbolo de la mujer. Y eso evidencia los preconceptos de antaño: ¿por qué la mujer sólo para procrear y hacer de linda, pero no para representar a la Iglesia? ¿Por qué la Prudencia debía ser un cura? ¿Por qué el Mundo era un hombre si la fertilidad y quien engendra es la mujer? Por suerte, en este caso, pusimos a otras actrices en roles que perfectamente podían ser interpretados por ellas.”

Natalia Olabe es la Religión/la Discreción

“En cuanto al tema que aborda, El gran teatro del mundo me parece una pieza edificante por cómo habla de la vida, del placer, del sacrificio, de los roles que nos son asignados. También se refiere claramente al final: cómo todos empezamos en una cuna y terminamos en el sepulcro. Es muy clara la historia y lo que cuenta. Además, que los personajes sean tan arquetípicos y se traten temas universales la vuelve cercana tanto para los espectadores como para nosotros mismos, los actores. El paso por la vida es actual, y lo va a seguir siendo. En todo caso, la manera de referirse a este tópico es distinta.

”Todo eso allanó el susto que me despertaba embarcarme en un proyecto en verso. Así y todo, hay algo del verso que termina ayudando bastante a la memoria. Su misma musicalidad sirve también para las palabras; la rima te guía, te lleva. Algo similar me ocurrió cuando hice Cachafaz, de Copi, con otro tipo de verso (en lunfardo) pero la misma facilidad rítmica, de música, tiempos. Por suerte, nunca ha sido bravo; lo hemos resuelto bien.

”El hecho de que Francisco (Civit) haya convocado a mujeres para roles que antes no les estaba permitido interpretar tiene que ver con esta época y con una intención. En cuanto a mi personaje, que haya optado por volverlo un rol femenino como respuesta al lugar subalterno que generalmente le corresponde a la mujer en la Iglesia me parece acertado, en especial porque es algo que, a pesar de las luchas ganadas y los logros, todavía ocurre en todos los ámbitos: las mujeres siempre tienen roles menores, fuera y dentro de la Iglesia.

”Para trabajar la Discreción, traté de guiarme por el texto e intenté no estereotiparlo. Lo musical también ayudó, porque le da otro entusiasmo (aclaro, además, que lo musical no me es ajeno: canté en muchas piezas del grupo La Noche en Vela, dirigido por Paco Giménez, del que formé parte; también en la Compañía de Funciones Patrióticas). Trabajé la contradicción de la religiosidad y el deseo (tan propio de la condición humana) reprimido, guardado, angustiante. Es algo que, imagino, debe ocurrirles a todas las monjas. También se presenta otra contradicción: la de una persona supuestamente entregada a la caridad que termina casada con el poder. Y todos sabemos qué ha pasado cada vez que la conexión entre el poder y la Iglesia ha sido cercana...”

Karina Antonelli es el Mundo

“Junto a María, Miguel y Francisco, estoy desde la primera etapa de experimentación. Me encantó esa parte, hacer pruebas con música. Usamos distintos instrumentos, objetos, incluso grabamos. Después se empezó a descartar, porque nos dimos cuenta de que podíamos terminar en un lugar espantoso. Era tal la dimensión del texto que había que decirlo bien. Además, es una gran musicalidad en sí misma, al estar tan bien escrito, tan bien rimado, con palabras dificilísimas, imágenes complejas. En especial, mi monólogo larguísimo, que aclimata; hace que la gente se acostumbre a escuchar esta forma del decir. Soy un instrumento de cercanía para que empiece la obra.

”El verso es maravilloso, te hace aprender mucho como actor porque te ubica en un lugar donde verdaderamente sos puro instrumento del texto. No hay escapatoria: tenés que minimizarte y ponerlo en primer plano. Y después de trabajar mucho con el sentido y con el decir, se vuelve algo vivo. Sin caer en la declamación constante, que es un plomo.

”Pienso que es bárbaro que mi personaje, escrito para un varón, sea interpretado por una mujer. Porque la naturaleza es creadora, y lo maternal crea. Aparte, en una obra donde lo femenino es lo tapado, el ayuno, lo reprimido o, en el otro extremo, la hermosura y la vanidad, se incorpora otra dimensión: la del poder de lo femenino. En aquella época, a la mujer no se le daba mayor importancia; aquí es quien da vida a partir de una valorización muy sutil, en tanto no muchos saben que fue un rol pensado para un hombre. Al mismo tiempo, el Mundo tiene algo de perverso: hace lo tiene que hacer, sin importar las consecuencias. Manda y se respetan las leyes.

”A Francisco se le ocurrió que, antes de que el Autor diese voces, mi personaje –de entrecasa– recibiese al público cantando un tema religioso. Y como más religioso que Bach no hay, le sugerí el aria ‘Quiarespexit’, del Magnificat y quedó ¡qué locura! Lo hago a cappella, y básicamente permite que el espectador se sitúe en cierto clima de tiempo pasado y, a la vez, devoto, que ubique el espíritu.”

Irina Rausch es el Niño

“Como mi papá, Miguel Rausch, actúa y hace la música de El gran teatro..., mucho se ensayó en mi casa. Y yo, que estudio piano y clarinete desde hace años, me empecé a meter, a ayudar. Entonces me preguntaron si quería participar haciendo el papel de Niño. Tenía nueve años cuando arranqué y era la primera vez que estaba sobre un escenario, fue una emoción enorme.

”No es muy bonito lo que le pasa a mi personaje. Me impresionó mucho que Calderón de la Barca hubiese decidido dejar al niño en el limbo. No entiendo: ¿por qué no salvarlo? Si no hizo nada (ni siquiera actuó), ¿cómo le va a tocar ese destino en suerte? El personaje tampoco entiende; está triste... Al principio, no comprendía qué era el limbo, las cuatro postrimerías; fueron cosas que me fueron explicando. Pensé mucho en cómo las almas terminan en cada lugar, en por qué algunos pasan del Infierno al Paraíso. Y, sobre todo, en que mi personaje ¡es puro sufrimiento!

”¿Viste que es un poco graciosa la obra? El humor le queda muy bien, en especial siendo tan complicada... Vas entendiendo por lo que actúas y lo que ves. Aunque, a veces, la gente se ríe de ciertos momentos y no entendemos muy bien por qué.

”Estoy muy feliz porque me hayan elegido. A veces miro películas y pienso: ‘¿Cómo hacen para acordarse qué decir?’. Pero después caigo y me pregunto ¡cómo hacemos nosotros con esos diálogos! Por eso, el aplauso es siempre una sensación muy fresca. Como cuando una hace una torta y sale rica; es trabajo arduo, pero el resultado es muy copado.”

El gran teatro del mundo se presenta los viernes a las 20.30
en El Kafka, Lambaré 866. Reservas al 4862-5439.
Entradas $ 100 (estudiantes y jubilados $ 50).

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