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Viernes, 20 de junio de 2014

VISTO Y LEíDO

Heroína filosa

Hallazgos, traducciones y ediciones de poesía actual forman el catálogo de Hilos Editora, que ahora publica El talante de las flores, de Mónica Sifrim.

 Por Daniel Gigena

En 2013 tres poetas fundaron una editorial dedicada exclusivamente a la publicación de poesía nacional y extranjera. El catálogo, que creció de manera exponencial en pocos meses, reúne títulos de Claudia Masin, Laura Klein, Leopoldo Castilla y Sebastián Salinas, y traducciones de libros de Georges Schehadé y Jerome Rothenberg. El poeta y traductor Jorge Aulicino trabaja en una esperada antología de la poeta italiana Antonella Aneada. María del Carmen Colombo, María Mascheroni y Dolores Etchecopar –las tres poetas editoras– rescatan libros que se habían agotado y era imposible encontrar, a la vez que leen y seleccionan autores y autoras contemporáneos. El delicado arte de tapa de Hilos Editora, a cargo de Etchecopar y Mascheroni, complementa dibujos refulgentes sobre fondo negro con la reproducción de un manuscrito de los autores en la contraportada.

La más reciente entrega de Hilos es El talante de las flores, el quinto libro de Mónica Sifrim (Buenos Aires, 1958). Autora de Con menos inocencia, del emblemático Novela familiar, un relato de iniciación (al amor, a la literatura y al dolor) entramado por las tradiciones de los inmigrantes judíos en Buenos Aires; de Laguna, que escribió durante la enfermedad de su padre, y de El mal menor, Sifrim ha sido becaria del Fondo Nacional de las Artes en 1997 y de la Fullbright en 1999, organizó ciclos de lecturas en la Casa de la Poesía y durante muchos años trabajó como periodista cultural en diarios y revistas. Su obra fue traducida a varios idiomas y es, en opinión de narradores y poetas que han sido sus alumnos, una de las mejores docentes en talleres de escritura creativa de Buenos Aires.

Tres versos en tres palabras –“desmesura// dilapidación/ sentimental”– de uno de los poemas finales, previo al grandioso “Sturm und drang”, ajustan las cuentas con el recorrido de la heroína irónica que atraviesa (y que se oculta en las “arrugas” de la realidad y a quien no le importa el perdón ni perdonar) la cartografía insinuada en los textos. Damián Ríos, también poeta y editor como las hilanderas, leyó en la presentación de El talante de las flores un escrito concentrado y certero; allí señala que en los nuevos poemas de Sifrim “la lógica se enrarece, roza la paradoja y se vuelve lírica”. Un buen ejemplo de ese talante paradójico puede ser el siguiente: “en la misericordia/ se ha perdido/ más/ sangre/ que/ en la / guerra”. Otro: “afuera de la ermita/ el mundo blanco/ presagiaba/ blanco”. Versos breves, de una sola palabra (pero nunca de una palabra sola); poemas centrados en el blanco de la página como efigies (“Figuras” es el título de una de las secciones del libro, donde salvadores y salvados, dioses y mortales intercambian pleitesías, pedestales y epopeyas labradas) y una calculada división en partes miden la distancia incalculable entre una vacilación (“la eventualidad/ de un paso cierto/ junto a la tentación de claudicar”) y la caída de un rayo sobre los amantes, tan retorcidos como el árbol que hubiera podido ampararlos.

En extrañas escenas ambientadas en manglares o en un gótico desierto pampeano, las voces cimbreantes de los poemas instilan un humor atroz: “nunca se jura amor hasta la muerte/ y menos en mitad de una tormenta/ mucho menos aún/ a la intemperie/ bajo un árbol de ramas/ retorcidas”. La niña de cabellera borravino o una anciana ciega, la cautiva de ojos claros o la muchacha del bote –personajes que reaparecen o perfiles bosquejados por primera vez en la obra de la poeta– tampoco depositan ya la confianza en héroe alguno, menos aún en aquel que revisaba todas las mañanas “cómo crecía/ su inmortalidad”. Solamente pagando los diezmos que la vida cobra (“eche, pues, sus monedas en la bolsa”, se lee en el décimo poema de la primera parte), huyendo del “amor balsámico y el amor veneno” o “buscando el entresijo/ donde la realidad/ se pulverice” puede el poema, la identidad o el talante del poema tal vez, asimilarse por fin a una carcajada impertinente.

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