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Viernes, 4 de julio de 2014

SALUD

Anticonceptivo no hay uno solo

La escritora Claudia Piñeiro sufrió una trombosis cerebral y le dijeron que se debía a la toma de anticonceptivos orales. No se trata de entrar en alarma, pero sí se advierte que para las mujeres mayores de treinta años, con migrañas y fumadoras, las píldoras pueden traer riesgos. Por eso, la variedad de ofertas para evitar embarazos no planificados es amplia: desde DIU, ligadura tubaria y preservativos. Además, el Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable va a ampliar la oferta de métodos y repartió durante el 2013 más de 33 millones de insumos.

 Por Luciana Peker

Las letras la ubican en su vida, reordenada y puesta en marcha cada vez que los dedos se impulsan hacia la tentación de reelaborar a gusto el abecedario. Pero, un día de otoño, las yemas no encontraban el punto justo del teclado y su cabeza no podía imaginar historias, bloqueada por el dolor. Ella supo que algo no estaba en su lugar. La escritora Claudia Piñeiro, autora de Las viudas de los jueves, Un comunista en calzoncillos y Betibú (llevada al cine este año) tuvo, después de esa primer alarma, una convulsión que generó el diagnóstico de trombosis cerebral. Pasó una noche en terapia intensiva –en Fleni–, tres días en terapia intermedia y siete jornadas más de internación. Cuando preguntó por qué se le detuvo un coágulo que la llevó a la trombosis, le contestaron que por la toma de anticonceptivos orales. El 28 de mayo, Día de Acción por la Salud de las Mujeres y quince días después de su paso por el sanatorio, hizo público un mensaje: “No quiere decir que a todas las que usan anticonceptivos les tenga que pasar, pero si los toman hace tiempo, consulten”. Los médicos/as entrevistados por Las12 coinciden que en algunas mujeres las pastillas pueden generar trombosis, especialmente si son mayores de treinta años, fuman y tienen migrañas. No se trata de tener miedo, ni –mucho menos– perder el control sobre el cuerpo, sino de afinar la decisión y levantar la vista a la diversidad de formas para poder decidir.

Las letras mayúsculas de la píldora son –y siguen siendo– la revolución femenina, el poder de decidir, el sexo sin miedo, el bocado de poder desear un cuerpo arqueado sin el plazo fijo de acunar nueve meses después a otro ser, la maternidad como elección y no como consecuencia, el goce en la propia mano sin tener que pedir permiso ni depender de la decisión de otro. Las letras mayúsculas están intactas. La píldora es una revolución permanente que, además, en la Argentina amplió su potencial desde la aprobación, en el 2002 –y después de una larga lucha en la democracia– para que sea gratuita y para todas las mujeres, junto a una canasta –cada vez más amplia– de diversos métodos. Pero la letra chica también puede mirarse. Ya no hay posibilidad de retroceder, sino de avanzar en la posibilidad de elección del mejor insumo para cada mujer. Y, entonces, podemos escuchar lo que le pasó a Claudia:

–Tuve una trombosis cerebral, que es un coágulo que se detiene y no puede seguir pasando. A mí me tocó en el cerebro. Cuando pregunté la causa me dijeron que el noventa por ciento de probabilidades era que fuera por los anticonceptivos. En mi caso, van a buscar si en la sangre hay algún componente, pero que nadie te estudia antes de darte anticonceptivos porque lo que dicen es que son muchas las mujeres que toman anticonceptivos y a muy pocas les ha dado trombosis. Pero a las que nos tocó estar en ese paquete no nos alcanza con que seamos pocas a las que les pasa.

Claudia Piñeiro tomó anticonceptivos orales durante los últimos seis años de sus cincuenta y cuatro años, una edad en la que los ojos de la prevención –demasiado frecuentemente– se aleja de la mirada sobre las mujeres. “Estaba tomando y no porque se me ocurriera sino que me los dio el médico porque sigo menstruando y el riesgo de embarazo lo sigo teniendo”, explica a sabiendas de que la sexualidad en la madurez parece una irreverencia para cada uno de los que le preguntó qué tenía que ver ella, ya con tres hijos y la soberanía de la edad a sus pies, con anticonceptivos. Por eso, su palabra no nace para aplacar sino para poder –cada vez con más precisión– reafirmar el derecho a decidir:

–Yo no quiero asustar de ninguna manera porque me parece fundamental que la mujer tenga una vida sexual tranquila y decidir cuándo quiere tener hijos y no tenerlos. Y la píldora fue una revolución y es bárbaro que se dé gratuitamente, pero no me gustaría que estemos en riesgo. Hay algunos análisis que las obras sociales no te los autorizan por los costos y siempre se vuelve a recaer sobre el cuerpo de la mujer. No soy alarmista, pero a lo mejor se pueden tomar algunas precauciones –propone.

A Corina, una politóloga que prefiere resguardar su identidad, también le diagnosticaron una trombosis en una pierna –que advirtió porque sus pies estaban tremendamente hinchados– y en la guardia le preguntaron si tomaba anticonceptivos. Y, sí, los tomaba desde hacía quince años. Pero en cada control ginecológico anual le decían que estaba todo bien y que se despreocupara, incluso, aunque ella fumaba cinco cigarrillos diarios.

“Siempre me pareció que era el método que dejaba la anticoncepción en manos de las mujeres, que era una conquista de la revolución sexual, que a diferencia de otros métodos te garantizaba no quedar embarazada, sobre todo en un país, en el que el aborto no es legal. En suma, era una entusiasta defensora de las pastillas. No bien hice el episodio dejé de fumar y también dejé las pastillas (el método que me sugirieron es cualquiera que no tenga hormonas) y, dado este antecedente, no puedo volver a tomarlas porque son protrombóticas”, explica.

“Los anticonceptivos orales tienen un doble filo, no hay duda”, define Conrado Estol, neurólogo especialista en enfermedad vascular. Y detalla: “Ser mujer, tener más de treinta años, tener migraña (dolor de cabeza recurrente), fumar y tomar pastillas anticonceptivas aumenta ocho veces el riesgo de tener un accidente cerebrovascular (ACV). Los anticonceptivos orales aumentan la coagulación de la sangre. No se puede entrar en pánico, piensen cuántas mujeres toman anticonceptivos en el mundo. Pero es un escenario muy común, yo he atendido a muchas chicas, no es una cosa rarísima que se ve cada cien años”.

También es cierto que algunas personas tienen una tendencia a que su sangre forme coágulos: trombofilia. Y se pueden hacer análisis para detectarlos. Pero Estol descarta que haya que tomar esa precaución antes de recetar pastillas. “No hay un estudio que diga que hay que hacer ese análisis en la población general”, opina.

En sintonía con la experiencia de Piñeiro, la ginecóloga Alejandra Sánchez Cabezas, directora de Proyecto Surcos, también tiene una percepción que se volcó en sus recetas: “Hace un par de años he comenzado a ver cada vez más pacientes con trombosis; todas ellas consumían anticonceptivos con drosperidona, y esto motivó que no indicara estos medicamentos a mis pacientes”, afirma.

La médica Adriana Alvarez, coordinadora del Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable del Ministerio de Salud de la Nación, apunta a realizar siempre una consulta que pueda indicar si las pastillas son el mejor método o si es preferible elegir otra opción: “Hay estudios que apoyan el criterio que los anticonceptivos orales de tercera generación (como el desogestrel) se asocian con un mayor riesgo de trombosis venosa en comparación con los anticonceptivos orales de segunda generación (levonorgestrel). Los efectos adversos siempre están presentes en cualquier método hormonal indicado, por eso es importante poder realizar una consejería, ya que debemos valorar los riesgos de la paciente: hay mujeres, por ejemplo, fumadoras de más de quince cigarrillos diarios, con hipertensión o con enfermedades de base, como por ejemplo várices, que tienen más riesgo de hacer estos episodios tromboembólicos. El anticonceptivo por sí solo, bien indicado, no produce esta enfermedad, sino que la enfermedad debe tener un terreno para desarrollarse. Por eso, se debe valorar a cada persona en particular”.

¿Quiénes es mejor que prescindan de las pastillas y piensen en otro método anticonceptivo? “Las mujeres que fuman (sobre todo si son mayores de 35 años), con antecedentes familiares o personales de trombosis, las que tienen sobrepeso excesivo, inmovilización prolongada, las que sufren migrañas con aura (un fenómeno neurológico previo al dolor que puede ser visual, motor o sensitivo), las que padecen algunos problemas del corazón, las que tienen algunos tumores o problemas graves de hígado, cáncer de mama diagnosticado o sospechado, hemorragia vaginal no diagnosticada, embarazo conocido o sospechado, colesterol o los triglicéridos muy altos, las que sufren algún tipo de enfermedad vascular o tienen hipertensión arterial no controlada no deberían tomar pastillas anticonceptivas”, recomienda Sánchez Cabezas.

¿Qué se debe evaluar antes de dar un método anticonceptivo? Las consejerías tienen que llevar adelante una historia clínica en donde se estimen los riesgos de padecer enfermedades, se saque el índice de masa corporal, se consulten los hábitos tóxicos, se tome la tensión arterial y se pidan estudios si de la consulta surgen signos para indagar más profundamente. “Hoy el Estado se hace cargo y da la posibilidad a todxs de poder planificar, decidir y ejercer el derecho a decidir ofertando una amplia canasta de insumos para todas las mujeres”, destaca Alvarez.

En Argentina, durante el 2013 el Estado nacional repartió 33.276.239 métodos anticonceptivos, con una inversión de 54.497.317 para garantizar que todas y todos puedan disfrutar de una sexualidad libre y decidir cuándo y cómo tener (o no tener) hijos. Y no hay una sola posibilidad, ni un solo camino. En hospitales y centros de salud se entregan, además de anticonceptivos orales, el DIU, el implante subdérmico (que se incorporó a la oferta este año, y es un anticonceptivo de tercera generación con etonorgestrel), anticoncepción para el período de lactancia, inyectables, el diafragma y el preservativo. También hay acceso, en hospitales públicos, a métodos quirúrgicos: la ligadura tubaria (en la mujer) y la vasectomía (en el varón). Además existe el Sistema Intrauterino (SIU), que es similar al DIU pero provoca menos sangrado –entre otros efectos– y tiene levonorgestrel. Por ahora, sólo se puede adquirir de forma privada, pero el Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable (PSSyPR) está en proceso de adquirirlo para mujeres con anemia o que no pueden usar otro anticonceptivo.

Una ausencia en la oferta pública –y tampoco en farmacias– es la del preservativo femenino, que podría empoderar a las mujeres a cuidarse en su propio cuerpo de embarazos no buscados y enfermedades de transmisión sexual y VIH. “Tenemos poca demanda y hemos iniciado procesos de compras y no tenemos oferentes. Estamos trabados en el proceso de compra, pero siempre estuvo como objetivo realizar la distribución de este insumo”, explica Alvarez. Pero la falta de un látex que se adapte al cuerpo femenino –más cómodo y práctico que algunas versiones que fracasaron en su venta en los noventa porque eran como intentar remontar un barrilete sin viento– y que, sin embargo, ahora se aggiornaron, le valen una mala nota en su boletín de derechos sexuales y reproductivos a la Argentina.

La falta de educación y provisión de condón femenino es la única cruz (por su incumplimiento) entre los puntos a los que se comprometió el Ministerio de Salud para lograr que en el 2015 se redujera en un cincuenta por ciento la brecha en adolescentes y jóvenes que actualmente carecen de cobertura de servicios de salud para atender apropiadamente sus necesidades de salud sexual y reproductiva, según la “Evaluación de la implementación de la declaración ministerial ‘Prevenir con educación’ 2012 del acuerdo con la acción, avances en Latinoamérica y el Caribe”, que publicaron la Federación Internacional de Planificación de la Familia y la Asociación Civil Democracia y Sexualidad. En comparación, por ejemplo, Brasil, Costa Rica y Colombia ya cuentan con el expendio de preservativos que no sólo maniobren los varones.

La posibilidad de poder recubrirse con las propias manos y en el propio cuerpo, sin resignar el goce de bucear los ecos más íntimos y genuinos, es una deuda pendiente. Pero el sexo sin preocupaciones sigue estando al alcance de la mano, aunque sea de la mano del varón (que también se puede acompañar en forma de caricia) y con decisión y deseo de cuidarse. Más allá de la autonomía de los varones para cuidarse, las jóvenes y adultas tienen que poder pedir la libertad de disfrutar sin preocupaciones y de gemir sin la interrupción del miedo. La culpa no tiene por qué meterse en la cama. Y, para eso, el mejor aliado es –aun combinado con otros métodos– el preservativo, casi invisible entre los cuerpos, pero fundamental para un placer sin sufrimientos colaterales.

Por eso, Sánchez Cabezas recomienda su uso y apela a la conciencia de quienes ejercen la medicina para replicarlo: “No hay que olvidar que lo primero que hay que pensar a la hora de elegir un anticonceptivo no es sólo su eficacia como tal, sino también que protejan de las enfermedades de transmisión sexual. Hasta ahora el único que cubre los requisitos de seguridad, eficacia y sigue siendo el que tiene menos efectos adversos es el preservativo. Hay que insistir mucho en que el preservativo sea el método de elección para las y los adolescentes, algo que se está dejando de lado y creo que los ginecólogos somos en parte responsables de la disminución del uso de preservativo”.

En Argentina el Estado repartió en el 2013 casi 24 millones de preservativos. Cuidarse y disfrutar sigue siendo una conquista. Y una revolución –que a veces parece momentánea– pero es permanente.

* Más información: Línea de Salud Sexual del Ministerio de Salud de la Nación: 0800-222-3444.

¿Cuáles se reparten gratuitamente?

–DIU
–Anticonceptivo hormonal oral para
la lactancia
–Anticonceptivo hormonal oral
combinado
–Anticonceptivo hormonal oral solo –Prostágenos
–Implante Subdérmico Anticonceptivo (se incorpora en el 2014)
–Anticonceptivo hormonal inyectable (mensual y trimestral)
–Anticonceptivo hormonal de
emergencia
–Areservativo
–Test de embarazo

Fuente: Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable.

Un año, 33 millones de anticonceptivos

  • 33.276.239 métodos anticonceptivos se repartieron en el 2013
  • 23.951.520 preservativos
  • 1.850.396 inyectables mensuales
  • 1621 inyectables mensuales
  • 5.646.070 anticonceptivos orales
  • 973.247 anticonceptivos orales para la lactancia
  • 289.512 anticonceptivos de emergencia
  • DIU T: 57.000
  • DIU Multiolad: 30.500
  • Kit/ DIU (para colocación): 55.850
  • test embarazo: 393.162
  • 54.497.317 pesos se invirtieron para garantizar la provisión gratuita de anticonceptivos
Fuente: Anticonceptivos repartidos gratuitamente en el 2013 por el Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable del Ministerio de Salud de la Nación.

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