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Viernes, 11 de julio de 2014

PANTALLA GRANDE

Viaje al fin de la noche

Ida es un film sobre el recorrido de dos mujeres contrapuestas por la Polonia comunista de los ’60 y por sus propios mundos internos.

 Por Silvina Herrera

Ida era Ana y se vuelve Ida cuando descubre quién es. Ida quiere ser monja, pero no conoce el mundo, no sabe qué hay afuera para poder elegir. Ida vive en un convento, en un universo interior de repetición y dogmas estructurados. Ida da un vuelco y se abre al exterior en un giro que transforma su percepción de las cosas y el modo de ser en la vida.

La película del director polaco Pawel Pawlikowski narra la historia de un viaje, un viaje a la ciudad a visitar a su tía que significa un viaje a su propia interioridad y a descubrirse como mujer. En ese desplazamiento descubre que en realidad es judía y su familia murió durante la Segunda Guerra. Todo en ella es cambio y perspectiva. Es sequedad oscura y revelación. Mira la realidad desconocida con una expresión de sorpresa contenida como una noche de tormenta en medio de una ruta que se quedó muda. Ida está desconcertada, pero se muestra a través de la calma más pura con planos en blanco y negro de imágenes bellas. Cada encuadre, realizado por Ryszard Lenczewski, está cuidado como si las tomas que reflejan los espacios tuvieran vida propia y se manifestaran como si fueran una extensión de Ida y quisieran describir con fotografía el mundo interior de la protagonista.

La película se desarrolla en 1961, durante la Polonia comunista, cuando Ida (Agata Trzebuchowska) está a punto de ordenarse monja, pero por recomendación de la madre superiora viaja a Lodz a conocer a su tía Wanda (Agata Kulesza), una jueza estatal atravesada por un dolor emocional profundo y una desilusión política, acostumbrada a una vida totalmente opuesta a la de Ida. La relación entre las dos mujeres que emprenden otro viaje para descubrir qué pasó con su familia y saber dónde está enterrada se vuelve el eje del film. Ida es introvertida y melancólica, Wanda es hilarante y ácida, las dos están unidas por un pasado marcado por la vida después del Holocausto y la forma contrapuesta que las dos tuvieron para sobrellevar la memoria de una época que no eligieron. Wanda apoyó el régimen stalinista que después la defraudó y la dejó sola; Ida empieza a conocer el mundo real y externo luego de pasar toda su vida dentro de un convento. El drama de las dos mujeres es contado con una sutileza y elegancia que por momentos puede parecer frío, pero que transmite ese desapego en el que están inmersas. Ida y Wanda son diferentes y tienen esas personalidades contrapuestas porque hay una multiplicidad de posibilidades de ser mujer, no hay o no debería haber preconceptos e imposiciones externas sino el deseo interno y el impulso para hacerlo real. Y esas diferencias pueden convivir y unirse por un contexto histórico y social que les es propio y las influye como personas, porque la película a través de la interioridad de los personajes da cuenta de la forma de vida de una época. Ida quiere confirmar su devoción religiosa; Wanda se pregunta: “¿Y si vas y descubres que Dios no existe?”.

En su búsqueda por el mundo exterior, Ida conoce a un músico de jazz y comienza una relación sentimental con él. A partir de este nuevo vínculo en su vida, las imágenes y los cuadros del film muestran a una mujer en constante descubrimiento, una ruptura que viene a movilizar la quietud en la que vivía, ese estar estático del personaje que se transmite a través de la opresión de las imágenes y la música, que va desde John Coltrane hasta Mozart, Adriano Celentano y mucho jazz polaco. La música es protagonista, pero no se escucha de fondo durante las escenas sino en situaciones reales en las que los personajes oyen canciones. Ida se coloca en el lugar de decidir qué hacer con su vida después de relacionarse con un hombre y saber que puede elegir entre tener la vida común de esposa y madre u optar por buscar otro camino, aunque sea más difícil. La libertad de elección y la búsqueda interna de la propia personalidad es lo que prevalece.

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