Lucía se da cuenta de que allí donde está no es donde debe estar. Lucía está perdida adentro de un sueño. Pero así como está, Lucía toma valor y se propone regresar. ¿Pero a dónde? Si no recuerda nada... Ese sueño se está por convertir más bien en una pesadilla. Respira profundo y de lo único que cree acordarse es de un aroma fresquito y suave. Intuye que si ese perfume vuelve a ella de manera más definida podrá encontrar el camino que la devuelva a su hogar.

Carmen Kohan, narradora y titiritera, es la que transporta con esta historia a sus espectadores a ese mundo de mares y ciudades desconocidas a través de títeres de papel: títeres planos con varillas hacia arriba, simples y muy expresivos en un Kamishibai. El Kamishibai es una pequeña caja de madera de tres puertas, por las cuales pasan imágenes pintadas a mano, y hay un cuentacuentos que narra una historia y va pasando las imágenes que acompañan ese relato. El Kamishibai nació en los templos budistas y después, en la época de posguerra, entre 1920 y 1940, fue utilizada por cuentacuentos que iban de pueblo en pueblo en bicicleta, con la cajita de madera atrás, y juntaban a los niños y les contaban un cuento acompañado con imágenes. Era al principio un modo de llamar la atención de las niñas y niños para vender golosinas, pero después tuvo tal auge el hecho escénico que las golosinas quedaron en un segundo plano. La técnica cayó en desuso con la llegada de la televisión, pero hoy está volviendo a ser utilizada en diversos centros educativos y teatrales. “Lo que hice es mezclar esta técnica con los títeres”, comenta Kohan antes de comenzar una pequeña gira de vacaciones de invierno que la tendrá con su Kamishibai en Tecnópolis, el Malba, la Feria del Libro Infantil o en pequeños espacios culturales independientes de la Capital.

Mientras, Lucía, valiente frente a lo incierto y sin dejar de temblar al encuentro con personajes que dan miedo, busca ese perfume que está guardado en una cajita especial: una cajita donde se guardan las cosas que son imposibles de guardar, como los recuerdos. Entonces Lucía recorre un montón de lugares buscando su cajita. Pasa por una extraña ciudad, se cruza con un hombre con cabeza de pájaro, con un loco que aparece por una ventana, por un bosque con flores que cantan, y llega al mar. Todos esos personajes le van dando pistas para ir al fondo del océano a buscar su caja.

“Junto con Osjar Navarro Correa –dice Carmen–, con quien escribimos la historia, apareció esto de los aromas y los recuerdos profundos, propios... que son los que pueden guiarnos. El volver a casa, el volver a nuestro corazón, a lo más propio, cuando estamos perdidos, algo que viene bien a chicos y a grandes. A veces en una sociedad de tanto consumo y de tantas cosas que nos muestran desde afuera, viene bien recordar que la riqueza está adentro. Y esto también está relacionado con la técnica que utilizamos: es una técnica simple, sin grandes materiales ni luces espectaculares... ¡y sin embargo se logra decir tanto! Los niños cuando termina la función se acercan y no pueden creer que todo eso que vieron está hecho sólo de cartón y telas... Si hay alma, se puede decir mucho con muy poco.”

Un silencio contemplativo infunde este simple ritual teatral para acompañar a la pequeña Lucía en su lucha contra el Guardián de las Profundidades y que al final de su viaje recuerde que el aroma de los campos de lavanda era el olor que definía su hogar.

Lucía en Kamishibai. Viernes 25 y sábado 26/7, 17 hs. Enjambre. Acuña de Figueroa 1656. $70 adultos y $50 niños. Domingo 27 y lunes 28/7, 17 hs. La Minga Club Cultural. Maza 1165. A la gorra. Martes 29/7, 12 hs. El Dorrego (Feria del Libro infantil). Zapiola 50. Gratis. Sábado 2/8, 16.30 hs. Malba. Av. Figueroa Alcorta 3415. $80.