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Viernes, 22 de agosto de 2014

CINE II

Un poco de amor francés

El conflicto psicológico estalla durante un traumático despertar sexual de la protagonista de Joven y bonita, película de François Ozon, con Marine Vacth y Charlotte Rampling.

 Por Paula Jiménez España

Joven y bonita arranca con la pantalla recortada por la forma de un prismático. De este lado, un par de ojos espían a Isabelle tomando sol desnuda en la playa; son los de su hermano menor, un púber, voyeur como todo púber, que no abandonará sus mañas a lo largo de esta película que, al modo de La ciénaga, de Lucrecia Martel, pone en foco las tensiones sensuales que sordamente se manifiestan en la vida de una familia. Encarnado por la bellísima y ultramisteriosa modelo Marine Vacth (“tan misteriosa en el cine como en la vida real”, dijo su director, François Ozon, en una entrevista), el personaje de Isabelle sigue los caminos de una individuación poco convencional para su clase. Una clase acomodada, culta y bienpensante a la que el director confronta con su talón de Aquiles: los avatares, siempre impredecibles –y sucios– de la sexualidad.

Al igual que en otras películas de François Ozon, también en esta la psicología de los personajes es compleja, desentrañable. En este caso, un conflicto psicológico se suscita durante el escandaloso despertar sexual de Isabelle, y para ser resuelto –para ser resuelto por un buen francés, claro– termina siendo llevado a terapia. El hecho desencadenante es que unos meses atrás, al volver de las vacaciones, la joven comenzó a prostituirse con hombres mayores (cobrándoles entre 300 y 500 euros). Coincidentemente, ese año –la película se narra en cuatro partes que corresponden a las estaciones– ella no recibió los 500 euros que su padre solía girarle para su cumpleaños, detalle que parece pasar desapercibido incluso para su psicólogo. Pero a nadie le importa profundamente nada, salvo intentar normativizar, una vez más, la vida sexual de una mujer. Hecho imposible que en esta trama parece conseguirse sólo a través del castigo que Ozon impone al personaje de Isabelle a partir de la muerte de uno de sus mejores clientes, George, mientras hacen el amor en un hotel. El dolor, la culpa, la alejan por un tiempo de esa vida a la que sólo regresará hacia el final del film al encontrarse con la viuda de George en la misma habitación donde el hombre ha muerto. La viuda está interpretada por Charlotte Rampling, de enorme parecido, salvando las edades, con Marine Vacth.

Aunque la cámara está casi permanentemente sobre la joven, poco sabemos de ella más que por sus acciones. Esta adolescente, que recién está empezando a conocerse, no puede explicar ni explicarse a sí misma lo que le pasa. Si hay algo que el director de La piscina y Ocho mujeres sabe es sostener el misterio de sus personajes, autonomizarlos, hacer despertar en ellos la rebelión, la osadía, la diferencia (como lo hizo, por ejemplo, con la recién casada de su film Vida en pareja, quien durante la noche de bodas, cuando su marido se queda dormido, sale a acostarse con el primero que se le cruza).

Gran parte del film investiga la difícil relación de Isabelle con su madre, quien, a partir de recibir semejante información, comienza a experimentar asco y aversión por su hija de 17 años a la que ahora ve como a una rival más. De pronto, golpes, humillaciones, furia, salen de la caja de Pandora, hasta entonces bien cerrada, donde se conservaba en formol la relación entre ellas (pero cabe suponer que esta situación extrema construida por Ozon no resultará tan ajena para cualquier espectadora adulta que, sin llegar a la prostitución, se enfrenta con la amenazante sexualidad de su hija, o para cualquier hija que conoce en su despertar sexual la hostilidad de su madre).

Las ingenuas canciones de amor de Françoise Hardy pintan el sentir arquetípico de una adolescente irreal y acentúan ese abismo entre lo que se ve –una joven suave, llana, inocente– y la agitada interioridad que la motoriza. Es esta suerte de contradicción entre lo profundo y lo aparente, lo que hace tan atrapante a las películas del desprejuiciado Ozon. Sin duda, uno de los mejores realizadores del cine francés actual.

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