“Acá adentro hay un secreto.” Así se titula la primera parte de Tracción a sangre, segundo libro de poemas de Lila Siegrist (Rosario, 1976), editado por el sello rosarino Iván Rosado. Ese secreto, acaso el de un procedimiento aplicado a la lengua como un nomenclador, como una cartografía epidérmica, convierte el riesgo en inmanencia. Artista visual, editora y docente además de poeta, Siegrist había publicado Vikinga criolla, donde se empezaba a trazar una autobiografía en verso en la que se cruzan lecturas, fórmulas magistrales de aromas y jardines, la constitución molecular del amor y el protocolo de las preguntas infantiles.

Son esas palabras propias (la mayoría de ellas, por supuesto, ajenas pero apropiadas convenientemente, a veces con ternura y otras veces con ironía) las que, a primera lectura, extrañan y sorprenden. Un ejemplo: “El torrente se acerca/ pasa/ a través de la mañana,/ como un bodoque de pensamiento verduzco./ Mañana amareté./ Hermoso amplio grosso...” Otro, el inicio del gran poema final de Tracción a sangre, “Tangará”: “He vuelto a estar despierta mientras te leo/ (Xq estar despierta es estar despierta durante la noche/ a nadie se le dice que se quedó despierto todo el día./ Me falta, ahora, durante la noche/ el cigarro/ el farolazo/ la conversación”. La escritura de Siegrist parece aspirar lo que se oye y se lee en el contexto que habita y que la habita: restos de despojadas lenguas regionales, jergas juveniles, abreviaturas de SMS, escansiones del melodrama televisado, insólitas conjugaciones verbales y ecuaciones. Reciclados, trabajados en el espacio del poema –en este sentido, se puede pensar que la práctica artística de Siegrist contribuye al diseño del texto poético como una superficie–, esos materiales se sostienen para cobrar una voz “hierática” (dice ella) e inconfundible:

“... Chicas jóvenes poetas de mi tierra: dejad la poesía,/ se pondrán vetustas y mustias/ desdentadas,/ la poesía les robará la belleza...”.

La obra artística de Siegrist, por la que recibió varios premios y menciones en la Argentina y en el exterior, integra la colección del Museo Castagnino+macro, en Rosario, de la Fundación Telefónica y colecciones particulares. Exhibió su trabajo en la primera edición de Curriculum 0 (2002), en Ruth Benzacar. Junto con Georgina Ricci y Pablo Montini edita la revista Anuario, y con Ricci comparte las decisiones del sello Yo Soy Gilda. Entre los próximos proyectos personales figuran dos nuevas publicaciones: Destrucción total, que en breve editará Blatt&Ríos, y un semanario que por ahora se llama Broza, en el que en cincuenta y dos semanas se entremezclan reflexiones y derivas acerca del paisaje, los caminos, el limo y su propia historia familiar.

“Tracción a sangre lo conversé todo con Arturo Carrera y con Damián Ríos. Con Arturo el ejercicio es de lectura vociferante –aclara Siegrist–. A Damián, mientras escribía el libro, le mandaba un poema por día. Con él hemos entrenado una amistad epistolar gracias a la cual logramos conversar estos textos. Me he dormido esperando sus comentarios y me he despertado al alba leyendo su generosa y atinada respuesta a cada línea escrita por mí. Un lujo.” En la sección “Los escritores”, donde poetas como Idea Vilariño y Emilia Bertolé reciben un singular homenaje, en un texto que consigna la superabundancia de editores, se encuentra una clave de la escritura de Siegrist: “Quiero todas las palabras conspicuas en mi haber./ Aluvionales”. Aluvional, además de conspicua y desregualda, la labor poética de Tracción a sangre recrea un campo de fuerzas atléticas, expansivas y conscientes de la escena en la que, ya sea en secreto o de viva voz, también interviene.

Iván Rosado