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Viernes, 19 de diciembre de 2003

SOCIEDAD

Prostitución, no trabajo

¿Por qué pedían trabajo las mujeres que se llamaban a sí mismas trabajadoras sexuales? Esta pregunta que funcionó como una toma de conciencia se la formuló un grupo que finalmente decidió escindirse de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas al entender que la situación de prostitución (de explotación) sólo podía ser transitoria. Así perdía sentido sindicalizar una actividad de la que la gran mayoría desea escapar.

 Por Sonia Santoro

Yo no me voy a reconocer como trabajadora sexual nunca. ¿Por qué? Porque esta vida a mí me dio mucho dolor. El estar expuestas en la calle nos hace pensar que esto no es un trabajo. Creo que a nadie le gusta estar parada arriesgando su vida, porque vos salís de tu casa, subís a un coche, y no sabés si volvés”, resume Graciela. Después vendrá un sinfín de argumentos que acompañen ese primero y más visceral; argumentos que fueron recogiendo también en la calle y en las reuniones en las que participaban esas mujeres que empezaban a sentirse incómodas con el mote, supuestamente progresista, de trabajadora sexual. Graciela ejerce la prostitución y es miembro de la comisión directiva de Ammar Capital-asociación, escindida de la Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar) –sindicato que dirige Elena Reynaga– justamente por no aceptar que las identifiquen como trabajadoras sexuales.
Ammar es miembro de la CTA desde 1995. La ciudad de Buenos Aires abrió su sede en marzo del 2002. Fue entonces cuando la cuestión de ser o no ser trabajadoras, que estas mujeres se planteaban internamente, empezó a encontrar eco en la charla con otras compañeras en la calle. “Nos empezaron a decir ‘¿no sabés de un trabajo?’, ‘¿me buscás un trabajo?’. Entonces, si te están pidiendo trabajo es porque lo que hacen ellas no lo sienten como un trabajo. Si mentimos de lo que vivimos, no nos estamos reconociendo”, reflexiona Sonia Sánchez, presidenta de Ammar Capital-asociación, sede que empezó a abrirse del sindicato hasta que en agosto del 2003 se produjo la ruptura definitiva. Hoy tramita una nueva personería jurídica.


Argumentos para sostener que la prostitución es un trabajo hay muchos. Se dice que la prostitución es la profesión más antigua, como si esto fuera prueba de algo. También está el mito de la necesidad irrefrenable del hombre que la prostituta satisface cumpliendo una especie de función social, como se encarga de señalar la psicóloga Leonor Núñez, de Acción Solidaria de la Salud, cada vez que puede. O que es un trabajo por el solo hecho de recibir remuneración a cambio de un servicio.
Si la prostitución es un trabajo, ¿qué hay de la dignidad del trabajador? De qué idea de libertad laboral se habla al pensar en el trabajo sexual. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) dice que un trabajo debe realizarse en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. “Se van a sindicalizar, van a cobrar una jubilación y cuando digan ‘la cola de las trabajadoras sexuales por acá’, ¿quién se va a poner en esa cola?”, ironiza Noemí, otra integrante de la asociación. Ponerle un nombre más digerible a la prostitución (trabajo sexual) no hace más que suavizar los efectos que produce sobre la persona que la ejerce y su entorno. Es cierto que todo sucede en medio de una precarización laboral extendida y una desocupación estructural, pero, ¿acaso es lo mismo ser cocinera que ejercer la prostitución?


“La prostitución te roba la identidad, te convierte en esas máquinas tragamonedas, y no haces más que producir dinero”, dice Sánchez. Se puede pensar también en la encerrona de ser trabajadora sexual o desocupada, ambas identidades percibidas como peste por la sociedad. Se ha hablado mucho de cómo el trabajo –junto a otras instituciones como la familia, la escuela– configura la identidad. Pero con estas instituciones en crisis y hablando de este tipo de actividad, ¿qué identidad puede otorgar reconocerse trabajadora sexual? O para qué pueden querer estas mujeres adoptar una identidad que las fije en una vida que no sólo las hace infelices sino que las margina.
Por otro lado, ¿qué intereses hay y de parte de quiénes para que ellas hagan una especie de inmolación? Aquí viene al caso la historia de la prostituta bíblica María Magdalena, invento de la Iglesia Católica que, en la Edad Media, fusionó historias de diferentes personajes femeninos del Evangelio para armar un personaje santo y ejemplificador en la economía de la salvación. A María Magdalena se la llamará pecadora, meretriz, lujuriosa, pero gracias a que confiesa sus pecados, se somete a rudas penitencias y se interna en el desierto, se la redime y se la ubica en la lista de los pecadores arrepentidos. Tanto es así que Roberto de Arbrissel y Vital de Savigny (siglo XII) acogen a las prostitutas en sus órdenes religiosas, y el último hasta les dedica la plegaria Magdalena de Fonte- vraud. Por otro lado, Enrique de Lausana obliga a los hombres de su tropa a casarse con estas “malas mujeres”. Como se ve, recién cuando las prostitutas hacen pública su actividad y se identifican con ella, se les confieren los derechos de los que gozan otras mujeres: a casarse y a ser monjas. “La bienvenida pecadora es una puerta entreabierta a una redención posible, pero al precio de la confesión, del arrepentimiento, de la penitencia”, sintetiza Jacques Dalarun, en Historia de mujeres, de editorial Taurus. El precio siempre es una variable considerable en esta actividad. ¿Cuál será el que tendrán que pagar hoy las que acepten blanquear su “profesión”? Probablemente, siendo el principal derecho del trabajador el que no le falte trabajo, pagarán condenándose a militar a favor de la perpetuación de una situación que las somete. “Aceptar el sindicato es declararte prostituta públicamente, nos marca como personas; te marca si tenés una familia y yo no quiero eso para mis hijos. Esta es una opción momentánea”, piensa Laura, de 28 años y seis ejerciendo interrumpidamente la prostitución.


Son 400 las mujeres que forman parte de Ammar Capital-asociación y que creen que la prostitución es una actividad traumática que quieren abandonar. Cuando se acercaron a la asociación (Iglesia Metodista, Yerbal 2451), creían que no podían hacer nada. “¿Qué hace la asociación? Que descubras las capacidades que te ha robado la calle. Hay mujeres de 70 años que están en estado de prostitución. ¿Qué hacés con esas mujeres, las seguís manteniendo en la esquina y sólo les das un forro? ¿Cómo le levantás la autoestima a esa mujer? Esto es un trabajo muy profundo para que se empiecen a querer, que empiecen a perder el miedo y a encarar de otra forma la vida”, dice Sánchez.
Laura es una de las 24 mujeres que forman parte de un emprendimiento que las capacita para aprender a coser. Llega con una bolsa de plástico y muestra un mantel y un par de servilletas que hizo, además de una blusa, en el primer mes. De lunes a viernes de 9 a 13 toma clases de costura y a cambio recibe un subsidio de 200 pesos. Después de eso, se prostituye un par de horas para completar un sueldo más o menos potable. “Esto es algo bueno, es una salida, es relajante. No pensás en ese momento en que salís a la calle que tenés que hacer plata sí o sí porque tenés que pagar donde alquilás, luz, agua, gas, todo lo que necesitás para poder vivir. Sobre todo cuando tenés chicos”, dice. Y ella tiene tres en edad escolar y sin cuota alimentaria.
También hay mujeres que están dentro del Plan Jefas de Hogar mientras se capacitan en prevención de VIH-sida y otras que reciben mercadería.
La asociación trabaja junto con el Gobierno de la Ciudad y otras ONG, aunque ésta es una situación nueva: “Cuando íbamos a la Dirección de la Mujer como trabajadoras sexuales, porque a nosotras nos habían metido que éramos trabajadoras, no teníamos resultado. Nos presentamos después sólo como mujeres, porque eso es lo que somos primero, y ahí sí, hubo escucha”, cuenta Graciela. Tamaña novedad, como la de reconocer que hay una persona detrás de quien ofrece servicios sexuales, son cuestiones todavía impensables para algunos. ¿O cambiará en algo la vida del que consume sexo pago el hecho de que estén sindicalizadas?

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