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Viernes, 24 de octubre de 2014

COSAS VEREDES

Relatos salvajes

Una antología española enciende la llama de la curiosidad sobre gestos triple equis o intimidades eróticas negadas y propone, además de leerse, que se le haga un lugar entre las piernas.

 Por Guadalupe Treibel

No es literatura erótica convencional, advierten unxs. Y, si acaso fuera necesario, otrxs suman aclaración: que nada tiene que ver con 50 sombras de Grey. ¡A los dioses (paganos), gracias! Porque del otro lado del charco, en la España furiosa, comienza a latir con tono acelerado una propuesta letrada que aúna activismo literario, todo el arco de sexualidades lgbt, entidades cyborg, masturbación, prostitución, adultez, adolescencia, sado, incluso ¡sexo ecológico! Voilà, entonces, el título que agrupa: Relatos marranos. Antología, libro –aún en proceso de confección– que promete dar voz y voto a las miradas tradicionalmente silenciadas, amén de poner el ojo –y la birome– en variedad de cuerpos, calores, todo el espectro deseoso. Parte de la colección D-fracciones (feminismos) de la editorial barcelonesa Pol-len, el venidero tomo aunará plumas reconocidas y no tanto, en franca sintonía con su espíritu multiplicador. Siempre y cuando, claro, todos detonen tabúes. Y sí que habrá estallido.

La inspiración para tamaña empresa llegó de propuesta acorde: la Muestra Marrana, evento madrileño autofinanciado y sin fines de lucro que tiene cita desde hace ya seis años en el barrio madrileño Lavapiés, donde se proyectan audiovisuales sobre experiencias sexuales subversivas y minoritarias, a menudo marginalizadas, estigmatizadas. Cuestiones marranas, marranísimas, como las que –ahora– promete la antología en marcha, aunque –claro– en versión pluma.

Y en variedad de formatos, dicho sea de paso: porque el carril trazado para “escribir sobre ese gran tabú maquillado por el Photoshop que es la sexualidad” (“organizadora y mentora del proyecto”, Helen Torres dixit) incluirá cuentos, emails, ilustraciones, collages, poemas, posts... En total, 21 textos de autores/as seleccionados en convocatoria, más otro tanto de probados personajes vinculados al activismo, el arte y la literatura españoles. Y mientras los primeros dan indicios de teclas filosas con títulos que dicen por sí mismos (a saber: Instrucciones para masturbarse, de Itsasne Gaubeca; Intercambios moleculares a nivel de la epidermis, de non ten xeito; Puntaigualada, de Agustinx, etcétera), la exploración sobre la fantasía o el gesto triple equis de los segundos prende la furiosa llama de la curiosidad.

En especial cuando, revisando nombres y biografías, muchas escritoras (más o menos) ignotas –al menos para los/as lectores de estas latitudes– se presentan de la siguiente manera... “Obviamente nací. Todo lo demás vino después. Hacerme y deshacerme mujer en las imágenes, en las letras, en los libros de lxs otrxs. (...) En 2008, publiqué mi primer libro, una guía de narrativa lésbica española llamada Que me estoy muriendo de agua y en el 2011, mi primer poemario, Volveré mucho más tarde de las doce. No tengo claro que tenga mucho sentido, pero escribo artículos y hablo con powerpoints sobre literatura lésbica y queer, a veces me pagan y todo”, resume María Castrejón sobre sus propias andanzas.

O Brigitte Vasallo, “escritora a trompicones, periodista a ratos, mediadora intercultural a la primera de cambio, feminista sin duda alguna y activista de las relaciones sexo-afectivas siempre”; autora –eso también hay que decirlo– de la novela incendiaria Pornoburka. O Slavina, que adelanta fraseo del texto que integrará la antología, Las apariencias engañan: “Quiero escuchar tu voz que se hace pedazos, tus ojos apretarse con estrépito, tu espalda enarcándose mientras se te para el aliento. Levanta las piernas y hazme sitio”. O quienes completan: Antonio Centeno, Diana Torres (aka Pornoterrorista), Lucía Egaña, María Llopis, Txus García, Patricia Heras, Mery Sut (ilustraciones), por mencionar unos pocos nombres.

Nombres que auguran líneas en tono sincopado, del tipo: “A veces soy un animal. Animal de tripas y pellejo y hormonas. Animal que se nutre de flujo vaginal, de feromonas, de sábanas que apestan a sexo. A veces rescato a mi animal, y se me llena el útero de cachorritos, los pechos me rezuman leche, y el hueco de una hembra inconclusa llena el otro lado de mi cama. (Deberían inventar algo para sobrellevar mejor los efectos de la luna llena.)” Tal es el tono de Diana Pornoterrorista.

Empero, he aquí el quid de la cuestión: para que Relatos marranos logre materializarse y sea ecoeditado (papel reciclado, tintas con aceites de origen vegetal, etc.), necesita algunos euros. De 2 a 200, acorde al pedido crowdfunding del sitio de micromecenazgos Verkami, que aspira a llegar a los 3 mil para financiar el proyecto. A cambio, claro, de premios: desde posters numerados hasta ejemplares a disposición. Ejemplares que, acorde con la propia descripción del sitio, ofrecerán “un arcoiris de voces” que hablarán de “encuentros y desencuentros sexuales, maternidad, masturbación, prostitución, ecosexualidad y prácticas sadomasoquistas desde distintas perspectivas, como la diversidad funcional, la vejez, la adolescencia, la heterosexualidad, las identidades desviadas y la transexualidad” (sic).

Ergo: habrá que romper chanchitos (marranos) para asistir a las colegas feministas ibéricas en su intento por dar tinta y eternizar intimidades poco visibilizadas. Además de dedicarles, de aquí en más, unos versos de la célebre Alaska, quien –en plenas mieles punk de su banda de otrora Kaka de Luxe–, entonaba: “Te quiero porque eres sucia, guarra, puta y lisonjera,/la más obscena de Murcia y a mi disposición entera” (del tema “Murciana marrana”).

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