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Viernes, 14 de noviembre de 2014

SALUD

Que no cunda el pánico

Prevenir el cáncer de mama implica disminuir o eliminar la exposición de la mujer a factores de riesgo. Desde el Instituto Nacional del Cáncer afirman que la base está en la detección temprana desde la atención primaria sin generar miedos ni estudios invasivos en las mujeres. Además resaltan la importancia del diagnóstico precoz a través de mamografías o ecografías mamarias.

 Por Carolina Selicki Acevedo

El Programa Nacional de Control de Cáncer de Mama creado en 2013 por el INC (Instituto Nacional del Cáncer) destaca que la detección temprana es uno de los aspectos clave a tener en cuenta en la búsqueda de la disminución de casos de cáncer de mama. Las12 conversó con la Dra. María Viniegra, coordinadora técnica del INC, quien afirmó: “Hay una sombra de duda alrededor de la mamografía y se sigue investigando en pos de encontrar la mejor vía de detección y control. Asimismo, no debemos recaer en la creencia de que la autopalpación es la mejor vía de control, es sólo un modo más de conocimiento del propio cuerpo”. La mamografía permite detectar el cáncer en su fase asintomática, es decir, cuando todavía no existen lesiones palpables o son mínimas y esto conlleva mejores posibilidades de cura, disminuyendo la agresividad de los tratamientos que se realizan cuando el cáncer está más avanzado. Viniegra explica que “la mamografía es imperfecta. Basada en seguimientos de mujeres que se hacen mamografías anualmente, después de quince o veinte años, la mitad tiene algún estudio complementario, que termina finalmente en algo benigno o directamente descartada la posibilidad de cáncer. La ecografía es un procedimiento observador-dependiente y los resultados tienden a la subjetividad. Aunque su aporte diagnóstico es valioso muchas veces se recae en la iatrogenia: cirugías y biopsias innecesarias. Es común ver en consultorios jóvenes que se realizan biopsias porque en algún momento se les detectó un tumor benigno”. Frente a esto, una de las medidas que se están aplicando desde el INC es recomendar la restricción de la edad de la mamografía, exigirla cada dos años, a partir de los 50 años, “cuando más rédito da y no solamente apoyarse en el diagnóstico temprano, sino también en otro pilar que no es tan evidente como el diagnóstico y el tratamiento de calidad; que haya acceso a diagnóstico por imágenes, a la anatomía patológica, la cirugía, los medicamentos, la radioterapia, y que todo sea de calidad, a modo de asegurar todos los beneficios en las pacientes desde la atención primaria”. No obstante, a quienes tengan antecedentes familiares se les recomienda realizarse controles más tempranos, como resonancias o ecografías, pero siempre desde un enfoque personalizado. Y aquellas que sientan alguna molestia o inquietud, consultar a un médico, quien deberá aconsejar, de ser detectado, el tratamiento adecuado al caso.

Derribando mitos

Debemos ser conscientes de que, como señala Viniegra, la mayoría de las mujeres no tendrá cáncer de mama. Sólo una de cada ocho mujeres lo desarrollará en algún momento de la vida. “Estudios de percepción del riesgo han arrojado que es más la idea propia de la posibilidad de tener cáncer de mama que efectivamente pueda suceder. Hay factores que incrementan los riesgos, dentro de ellos hay algunos que se pueden modificar y otros que no. La herencia es lo no modificable, de allí se deriva la importancia de la consulta. Los hábitos personales son lo modificable, teniendo en cuenta que los buenos hábitos reducen no sólo la posibilidad de desarrollar cáncer de mama, sino también otras enfermedades. No fumar, evitar el consumo de grasas, realizar actividad física, moderar el consumo de alcohol, las terapias de reemplazo hormonal y la exposición excesiva a la radiación ionizante (rayos X), entre otros. También que en el control ginecológico anual corresponde que el médico examine las mamas y que en el caso de una detección de cáncer de mama se debe tener una atención efectiva y correcta, en un lugar especializado y con profesionales capacitados, y desde el Ministerio de Salud de la Nación, seguir trabajando para asegurar el acceso a los tratamientos desde el Plan Médico Obligatorio, para quienes tienen obra social o prepaga como para quienes no posean, desde la cobertura de salud pública, a través de los bancos de drogas, por ejemplo”.

En la Argentina, afortunadamente, cada vez se toma más conciencia del cáncer de mama como una problemática urgente de la salud pública, pero todavía resta mucho para que la totalidad de la población lo haga. Muchas mujeres descartan la posibilidad por no tener antecedentes o por haber amamantado, mitos que al día de hoy siguen vigentes en las poblaciones en situación de pobreza o de vulnerabilidad social. Y en todos los sectores hay una cuestión de ocultamiento, de temores, entre ellos, a la pérdida de la mama, del esquema corporal, siempre asociado a un rasgo esencial de la feminidad, a que todo esté perdido. Todo esto favorece a que la consulta sea tardía. “Estamos iniciando un proceso de articulación del Programa Nacional de Cáncer de Mama con la atención primaria de la salud, a través de talleres de evaluación clínica mamaria donde capacitamos a los médicos en estratificar el riesgo, definir si la mujer que llega a la consulta tiene un riesgo aumentado o disminuido de tenerlo y, a partir de ahí, en caso de ser necesario, realizar la derivación a un nivel de mayor complejidad para que la situación de esta mujer sea abordada lo más rápidamente posible.” En las provincias de Río Negro, Tucumán y Mendoza funcionan las pruebas piloto, con el armado de referencias y contrarreferencias, teniendo en cuenta el problema con el armado de redes por su carácter dinámico. “Algunas especialidades se pierden, rotan los profesionales o son reubicados dentro del mismo hospital. Trabajamos con los respectivos programas de cáncer de mama de cada provincia y es prueba de concepto para revisar su efectividad. La excelencia debe estar tanto en la atención de baja complejidad como en la de alta complejidad. Nuestra intención es darle herramientas al nivel primario de atención, ya que no sólo es al primero que recurre la paciente, sino también quien puede atraerla a la consulta”, concluye la especialista.

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