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Viernes, 21 de noviembre de 2014

COSAS VEREDES

Reparar la omisión

Una retrospectiva en Barcelona rescata más de 200 piezas de la –poco conocida– artista italiana Carol Rama, de 96 años, dueña de una obra actual y transgresora que continúa sumando adeptxs.

 Por Guadalupe Treibel

Quienes han entrado al apartamento/estudio de la artista Carol Rama en Turín, Italia, en el que vive hace más de siete décadas, anotan que es “un santuario y un catálogo biográfico de su ímpetu emocional y su fuerza”, donde revisten esculturas africanas, cabezas de cristal o maniquíes. Anotan además que, hasta hace poco tiempo, las persianas solían estar bajas y las visitas debían caminar a tientas, descifrando a oscuras sus dibujos y acuarelas eróticas, tapices y fotografías. Ya en el dormitorio, una colección de pies ortopédicos miniatura en honor a su tío Eduardo, fabricante de prótesis; un poema enmarcado de su amigo Man Ray; la polaroid que le tomó Andy Warhol en alguna visita en la que ella intentó leerle las líneas de la mano, sin éxito. Apenas unos pocos recuerdos que se suman a otros: cariñosas puteadas con su querido Pier Paolo Pasolini; largas charlas con el poeta Edoardo Sanguineti; un cameo en Viridiana, por insistencia de Luis Buñuel. Y dientes: siete de la mismísima boca del musicólogo Massimo Mila, cedidos por él para que ella los usara en su obra.

Carol Rama los usó, como utilizó también neumáticos de caucho (en honor a su padre, fabricante de bicicletas), ojos de taxidermista, pestañas, pelo, piel o uñas naturales, jeringas, plomos y fusibles, en algunas de sus tantas piezas. Hoy, del total, 200 óleos, dibujos y acuarelas están siendo exhibidos en La pasión según Carol Rama, retrospectiva que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) acaba de inaugurar con el fin de remediar tamaña injusticia: la omisión y el olvido por parte de la historiografía del arte del siglo XX de una mujer imprescindible, cuyo trabajo permite una relectura sobre la representación femenina; relectura además sobre quienes vendrían luego –Kiki Smith, Elly Strik, Kara Walker, etcétera–.

Precoz precursora y autodidacta (“No necesito ningún maestro pintor; el sentido de pecado es mi maestro”), criada en el contexto de la Italia fascista, de historia familiar compleja (su padre se suicidó tras caer en la ruina; su madre tuvo que ser internada en un manicomio siendo ella muy joven; junto a sus hermanos tuvo que recolectar y vender sanguijuelas para subsistir), Rama sostiene que la pintura es su “manera de curarse”. Y luego: “Pinto por instinto y por pasión, y por ira y por violencia y por tristeza, y por cierto fetichismo, y por una joya y melancolía al mismo tiempo. Especialmente, pinto por rabia”. La rabia comenzó siendo aún niña, pero recién en 1945 tuvo su primera exposición. Exposición que fue censurada por pornográfica e indecente, con policías confiscando obras (muchas piezas nunca fueron recuperadas).

No era para menos: ya desde los años ’30, Carol subvertía la representación de la sexualidad femenina con cuerpos desnudos mutilados, despedazados y, a la vez, deseantes, vitales, activos, nosubyugados, impasibles, de color vibrante; las lenguas erectas, los pechos vitales, serpientes y vaginas, la masturbación masculina, el retrato de una madre (la suya) defecando... “Cartografías del deseo disidente”, “diagramas del inconsciente”, “estrategias de resistencia a la normalización”, declaman sus fervientes aficionados/as. Los tabúes, al tacho. El gesto autorreferencial, destacado. ¿Las etiquetas? Sensurrealismo, arte visceralconcreto, porno brut, abstracción orgánica. También sobrenombres, como “la Louise Bourgeois italiana”.

“Tras un débil intento de rescate a mano de la crítica Lea Vergini a mediados de la década del ’80 y el tardío reconocimiento de la Bienal de Venecia en 2003, el Macba reivindica la figura y obra de Rama con la muestra más amplia que le ha sido dedicada hasta la fecha”, tienta el diario El País respecto de una exhibición que más tarde seguirá su curso: del 3 de abril de 2015 hasta el 12 de julio en Museo de Arte Moderno de la Ville de Paris (Mamvp), después Dublín y Turín, amén de contagiar el justificado entusiasmo. Aunque el frenesí por la artista de culto no tenga correlato monetario: CR vive en situación precaria, haciendo trueque con sus obras –no sólo con coleccionistas, también con farmacéuticos o sastres–. “Para mí, el trabajo siempre ha sido lo que me permitió ser menos infeliz, menos pobre, menos fea, y sí, sí, sí, menos ignorante también”, sintetizó ella a mediados de los ’90.

Acorde a la española Beatriz Preciado, curadora de La Pasión..., lo interesante del caso es que no han sido las instituciones, los museos o la crítica los que han subrayado la importancia de Rama sino “artistas como Cindy Sherman, Zoe Leonard o incluso bandas como Le Tigre, sin siquiera haber visto gran parte de su obra”. Obra inclasificable y feroz que coqueteó con el surrealismo, con el arte concreto, con el art brut –movimiento del que fue echada por considerar sus piezas “demasiado sucias”–... ¿Y con el arte feminista? Acorde a Preciado, sí, sin lugar a dudas: “Es como la abuela de todos los feminismos por venir. El suyo es un feminismo de la locura, de la prostitución, de la mierda... Veo en ella la potencialidad de alianzas políticas más allá de una política de identidad”. Y también: “Rama no es una nota a pie de página, sino una artista capaz de cambiar la visión de la historia del arte. La necesitamos para ver el arte del siglo XX de otra forma”.

La feroz y descarnada Carol, que se identifica con una vaca loca, que define el erotismo como “el rechazo de toda mojigatería”, como “sensualidad, estar en contacto con los sentidos, con el cuerpo todo”. Consultada en una oportunidad sobre quién creía que apreciaría su obra en 50 años, CR no dudó en replicar: “Aquellos que hayan sufrido y no hayan sabido cómo salvarse a sí mismos de su sufrimiento”.

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