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Viernes, 26 de diciembre de 2014

Plegarias atendidas

Patrones visuales revisa las imágenes que circulan sobre las mujeres y las vuelve performáticas. El placer, la maternidad, el cuerpo y la violencia de género son explorados por cinco fotógrafas.

 Por Irupé Tentorio

Junto a Consuelo Moisset y Claudia Aguilera, ambas curadoras de la muestra fotográfica Patrones visuales, un puñado de fotógrafas cordobesas (Mariana Richardet, Vanessa Martínez, Natalia Pittau, Pilar Lascano Cowan y María Storni) decidieron trabajar y abrir miradas respecto del placer, la maternidad y la violencia hacia las mujeres. Al contrario de muchas imágenes cotidianas en lo referente al femicidio, Patrones visuales comunica y cuestiona a sus espectadores desde la estética y el código de la comunicación fotográfica autoral. “Estos seis trabajos también podrían tener una pata en la performance, lo que significó focalizar en el sentido estricto autoral, corriéndonos de la estética periodística que usualmente nos comunica a las mujeres, victimizándonos doblemente”, señala Consuelo Moisset.

Todo este trabajo fue llevado a cabo a partir de que dichas curadoras, profesoras de la carrera de Fotografía en Córdoba, notaron que muchas de sus alumnas producían trabajos que se relacionaban con el femicidio o diferentes grietas del género; tal es así que se presentaron para la convocatoria abierta que cada año lleva a cabo el Museo de las Mujeres para ser parte de su programación anual, y entre 104 trabajos presentados quedó seleccionado Patrones visuales.

Cada serie impregna al género según sus propios fantasmas, deseos y recuerdos: en la infancia que vuelve, en la memoria que recupera sentidos y en las marcas de la maternidad. De esos disparadores se sostienen para desbaratar los discursos establecidos. Y hacerlos imágenes.

Por eso, y en lo que respecta a reflejar el femicidio, Mariana Richardet armó y luego fotografió maquetas, haciendo referencia a locaciones que tuvieran que ver con crímenes en diferentes provincias argentinas. “Trabajé con la idea de puesta en escena que es propia del cine, armé esta puesta pensando en el procedimiento policial de la reconstrucción de un crimen, en diálogo también con la construcción periodística de la noticia, como formas de llegar a una verdad. Lo que me pareció interesante es que en esa práctica, supuestamente centrada en el esclarecimiento del crimen, lo real se iba volviendo difuso y empezaba a tener un papel importante la ficción”, dice su autora.

Trabajaron en equipo editando sus producciones, abriendo miradas y logrando dar vuelta el principio de un trabajo sin saber lo que sería al final, pero que sin querer recupera el sentido del mensaje principal: el derecho a la igualdad.

Por eso, Vanessa Martínez –autora del trabajo Madres solas– dice que lo que le interesó fue documentar el inicio del día de una mujer con su hijx, pero lo distintivo fue que eligió mujeres que tienen jornadas extensas fuera de su hogar, alejadas de la imagen televisiva de madre perfecta. Las acompañó, durmió en sus casas y también les pidió que sean como son apenas abren sus ojos frente a una lente.

Natalia Pittau, en cambio, decidió armar puestas que muestren a las mujeres desnudas con el rostro cubierto, posando incómodamente. “La máscara desdibuja a la persona, por lo que se refuerza la idea de objeto, le quita identidad y también representa un tipo de asfixia y agobio que me interesó trabajar. Por otra parte, la máscara es algo que permite esconder lo que no se quiere mostrar para agradar a los demás”, señala la fotógrafa.

Una cama llena de naranjas en el centro, una silla pequeña y mucha iluminación retratan la escena disparadora de lo que supone ser el abuso sexual infantil. La fruta naranja como símbolo de lo conocido y agrio a la vez: así lo trabajó fotográficamente su autora Pilar Lascano Cowan. Por último, dos trabajos que reflejan el deseo sexual a cargo de María Storni: su serie que consiste en autorretratos eróticos como pinturas renacentistas, oscuras, fuera de foco y al borde del grano ríspido. En cambio, el trabajo de Teresa Luque muestra la fuerza del sado entre dos mujeres, con imágenes en blanco y negro y fetiches predilectos de la urbe de los que poco se habla, pero que todxs sabemos reconocer.

Patrones visuales. Hasta el 21 de febrero en el Museo de las Mujeres en la Ciudad de Córdoba capital. Durante enero el museo permanece cerrado, museodelasmujeres.org/index.asp

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