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Viernes, 26 de diciembre de 2014

EL MEGáFONO

El mercado para ser perras

 Por Karina Felitti *

En 1963 Betty Friedan publicaba La mística de la feminidad y ponía en palabras el “problema que no tiene nombre”: la desdicha de muchas mujeres de la clase media blanca estadounidense que carecían de un proyecto personal más allá del hogar y la maternidad. Hoy, cincuenta años más tarde, las posibilidades de desarrollo personal son mucho mayores, pero también se visibilizan nuevas insatisfacciones, especialmente en relación con el amor y la sexualidad.

Sobre esto se ocupa Afternoon Delight (2013), película de Jill Soloway presentada en el Bafici 2014. La protagonista es Rachel, esposa y madre de un niño pequeño. No trabaja desde el embarazo, su mundo se circunscribe a las mamis de la escuela y se ocupa de todas las tareas del hogar porque no quiere que una empleada le haga competencia. Aunque nada material le falta se siente insatisfecha. Desde hace meses no tiene sexo con su marido y, aunque no quiere darle importancia, su terapeuta le recuerda que eso no sucede en las “parejas saludables”. Para remediarlo arrastra a su marido a un club nocturno con la esperanza de calentarse y volver al ruedo. Allí conoce a una joven bailarina que logra conmoverla y excitarla. Esa noche tampoco tendrá sexo pero algo en ella se despierta. Busca a la bailarina, que es también trabajadora sexual, se hace amiga y termina llevándola a su casa para “rescatarla” de esa vida. Así jovencita, menuda, rubia, de cabello salvaje y sensualidad desbordante entra a la familia, provoca al marido y a sus amigos, y moviliza a Rachel, a quien el mundo del mercado del sexo la intriga al punto de querer participar en él.

La nueva moda de literatura erótica “para mujeres” –en especial la trilogía de las “50 sombras” de E. L. James y el inminente estreno mundial de la película, los cursos de seducción para mujeres que quieren mantener viva la pasión con sus maridos, las clases de pole dance y de strip-tease, las fiestas de venta de juguetes sexuales y de lencería sexy, la alta adherencia a las clases de gimnasia que incluyen movimientos “calientes” y las revistas que ofrecen 100 tips para una chupada que te vuelva inolvidable, son algunos ejemplos de esta nueva tendencia: mujeres “de su casa” que quieren ser “perras”, lucir y moverse como “profesionales del sexo”.

El derecho al orgasmo, legitimado en los sesenta, aparece así fuertemente mediado por el mercado y la industria cultural. Hay una performance erótica que se mide en cantidad y calidad, que se compara. ¿Estaremos estandarizando el deseo y la libertad sexual que supimos conseguir? ¿Nuevas formas de liberación femenina o nuevas opresiones? Esperando que Papá Noel me haya dejado un sex toy en el arbolito, no puedo dejar de preguntármelo.

* Historiadora e investigadora del Conicet en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA.

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